jueves, 10 de noviembre de 2011

Otro ejemplo de la obsesión anticomunista yanqui: el McCarthysmo

La caza de brujas  

      En 1947 el Gobierno de EEUU encargó al senador Joseph MacCarthy la constitución de la Comisión de Actividades Antiamericanas cuya misión era acabar con los intelectuales y artistas demócratas, antifascistas y comunistas.
      Casi al tiempo que se realiza la caza de brujas, como la voz popular denominó esta operación represiva contra la intelectualidad progresista, en 1950, el Congreso americano aprueba la ley MacCarran-Nixon, mediante la cual se procesa a los dirigentes comunistas más importantes enviándolos a la cárcel o al exilio.
En virtud de esta ley, todas las organizaciones políticas y sindicales de tendencia comunista han de ser registradas y pasadas por el estrecho control de la policía y se reorganizan, además, los sindicatos con miras a impedir toda posible acción revolucionaria desde su seno.
      Así pues, las clases reaccionarias actuaron en una doble orientación: por un lado, contener el movimiento obrero (éste era su principal objetivo) pero este aspecto no lo vamos a tratar aquí; y por otro lado, acabar con la efervescencia cultural progresista que en todos los terrenos estaba teniendo lugar.
      No podemos olvidar a este respecto el afianzamiento del socialismo tras el triunfo sobre las potencias fascistas, en la Unión Soviética, la constitución de Repúblicas Populares en Europa, el inminente triunfo del pueblo chino y el movimiento de los pueblos colonizados por ganar su independencia; todo esto junto a la lucha resuelta del proletariado en los países industriales ponían en una clara posición de debilidad a las oligarquías monopolistas de los distintos países desarrollados; por eso se veían en la necesidad de tomar medidas represivas.
      MacCarthy y su grupo de exorcistas -entre los que destacaban Robert y John Kennedy- enviaron a la cárcel, al destierro u obligaron al paro forzoso a un sinnúmero de escritores, autores y actores de teatro, periodistas, artistas, etc. Como es el caso de los cantantes comunistas de música folk Woody Guthrie y Pete Seeger que se habían distinguido durante nuestra Guerra Nacional Revolucionaria por su apoyo al Frente Popular, difundiendo las canciones de las Brigadas Internacionales, y que fueron condenados a varios años de cárcel.
      Pero donde el Tribunal de Actividades Antiamericanas centró una buena parte de su acción fue en el mundo del cine, en el que realizó una verdadera limpieza de elementos subversivos. Esto es debido a la particular influencia que ejercía sobre las masas el cine (ahora es sobre todo la TV), por lo que para los monopolios era vital controlar el contenido de este cine.
      En EEUU en aquellos años no se hacía un cine revolucionario. A lo máximo que llegaban ciertos realizadores era a hacer un cine de crítica social, pero siempre con todos los respetos hacia el ejército, el imperialismo yanqui, el parlamento, el presidente, etc. Sin embargo, ciertos equipos de directores, guionistas, actores... comenzaron a hacer un cine de contestación, sacando a relucir ciertos aspectos de la realidad social americana: la miseria de los barrios obreros, la corrupción de la policía, la delincuencia como resultado de una sociedad injusta, la ligazón entre los grandes capitalistas y la mafia, el gangsterismo sindical, etc. Lo que se ha dado en llamar la serie negra del cine americano es una interesante mezcla del divertimiento y denuncia, de los productos más deleznables y los análisis de una cierta lucidez.
      Por ejemplo, hace unas semanas, TVE ha proyectado la película Los mejores años de nuestra vida (1945) que es fiel exponente del cine de contestación social americano y por la que su director W. Wyler fue procesado años después. Esta película esconde una amarga crítica a la demagogia del Gobierno yanqui que hizo muchas promesas a todos los que lucharon en la guerra.
      El Tribunal MacCarthy usaba el siguiente procedimiento: llamaba ante el tribunal al sospechoso, normalmente siempre lo hallaba culpable, ya que el motivo más liviano era suficiente; un director resultó culpable porque en una de sus películas aparecía un niño ruso sonriendo.
      El acusado además de pasar a la cárcel, exiliarse, o pagar una fuerte multa, era inscrito en una lista negra. Estaba totalmente prohibido dar trabajo a cualquier profesional que estuviera en esta lista negra.
      Trabajar en el extranjero tampoco podían hacerlo puesto que las grandes productoras del cine norteamericano dominan la distribución de películas a escala mundial e impedían la comercialización de cualquier film en el que hubiera participado un profesional maldito.
      Sin embargo, el tribunal le daba opción al acusado de salir libre de cargos, con tal de que acusara a varias decenas de profesionales demócratas que él conociera.
      Se sabe, por ejemplo que el director Elia Kazan, que dándoselas de progre, acusó a dios y a su madre para salir de la lista negra. El pánico cundió entre los profesionales del cine y del teatro, algunos llegaron a suicidarse, otros se sometieron, pero muchos se negaron a colaborar y prefirieron sufrir la cárcel, el exilio e antes que delatar a sus compañeros.
      El guionista Dalton Trumbo, procesado por el citado tribunal, en su reciente película Tal como
éramos recoge muy certeramente, el ambiente creado entre la gente del cine durante aquellos años.
Las víctimas del Tribunal MacCarthy se pueden contar por miles, nosotros aparte de los ya citados sólo señalaremos por ser más conocidos a los directores J. Losey y J. Huston; los actores H. Bogart, K. Douglas y hasta la M. Monroe, y el escritor B. Brecht se encontraba en EEUU huido del régimen hitleriano y que trabajaba en guiones de películas, en el proceso hizo una denuncia pública poniendo en ridículo aquel tribunal fascista; el escritor alemán tuvo que abandonar gustoso, por su parte, aquella fábrica de mentiras, como él denominaba a Hollywood.
      Varios años después de constituirse, cuando ya había culminado su cometido, el Tribunal de Actividades Antiamericanas fue abolido por el Senado, pero la lista negra siguió. La posible corriente democrática en el cine americano, que sólo había arrancado el vuelo, fue cortada de raíz.
      La contestación social en el cine y el teatro fue sustituida por la justificación del imperialismo, del cine de guerra, la falsedad del cine histórico, el embrutecimiento de la vida del musical y de la comedia americana.
      ¿Quién tiene la hipocresía y la desvergüenza de hablar de libertad de expresión bajo el régimen de los grandes capitalistas?


      En relación a este capítulo histórico, puede resultar interesante la película "Buenas noches y buena suerte", dirigida, coguionizada y coprotagonizada por George Clooney, y con David Stratahirn en el papel del periodista (Edward R. Murrow) que se enfrentó al senador Joseph R. McCarhty.

      "Buenas noches y buena suerte" (2005) 90 min.

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