¿Sabías que...
... el gobierno británico con su postura en su colonia gibraltareña durante julio y agosto de 1936 decantó a favor del ejército fascista todo el poder de la Armada anclada y actuante en aguas del Estrecho.
En agosto de 1936 se firma el Acuerdo de No Intervención y Gran Bretaña afirmó que era neutral ante
la guerra (en realidad esto no era si no un apoyo a los franquistas, pues se declaró neutral ante un golpe de estado fascista y sanguinario contra una República democrática), pero para entonces todo el grueso de los barcos fascistas y las tropas mercenarias moras habían pasado por sus playas.
Desde Tánger y rumbo a las cercanías de la colonia, decenas de miles de combatientes facciosos tomaron tierra peninsular con el beneplácito británico. Mientras tanto, Gibraltar prohíbe a los barcos republicanos comprar o recargar combustible en su puerto (teniendo en cuenta, además, que sólo quedó Cartagena y Málaga
en manos de la República, y este último puerto sin astilleros de reparación en el sur de la península).
Y eso que Franco había amenazado el mismo 20 de julio a los británicos con bombardear Gibraltar si en sus puertos repostaban los buques comunistas. O tal vez por eso mismo.
El día siguiente, el 21, en el juego del gato y el ratón, el subsecretario de asuntos exteriores británico da el permiso a las compañías de petróleo gibraltareñas para vender el crudo a sus clientes, sin especificar quién son dichos “clientes”, y esa tarde y la madrugada del 22, cuatro aviones fascistas bombardean a dos buques republicanos que estaban en reparación en Puente Mayorga (Bahía de Gibraltar) desde antes del alzamiento falangista.
Ese mismo día Gran Bretaña podía haber roto con Franco y el fascismo por ser atacado su territorio, pero prefirió aliarse indirectamente con la maloliente fórmula de la No Intervención.
La delegación gibraltareña de la compañía Oil Fuel D.L. estuvo dispuesta a vender petróleo a los barcos republicanos, pero su dirección en Londres contestó a la delegación que “estudiaría la medida antes de acordar la venta a presuntos revolucionarios y comunistas”.
Mientras, los días transcurren a favor del fascio. Los comerciantes de carbón del puerto –filiales del monopolismo inglés-, chantajearon a la República exigiéndoles “La puesta en libertad de los presos (que eran oficiales de la Armada fascista, claro) detenidos en los barcos republicanos”. Ante la respuesta verdadera de que en esa zona no había un solo preso de la Armada, su representante dijo que “entonces, tampoco hay carbón”.
Los días 23 y 24 de julio, el gobernador militar de Algeciras, Alfredo Kinderlán, se entrevistó en Gibraltar con un alto oficial británico. Este le entregó para la “España Nacional” varios barcos británicos sin registrar en puerto alguno (entregados en Portugal) y le dejó usar la línea telefónica gibraltareña, no pinchada por la República y desde la que Kinderlán habló personalmente con Mussolini, Hitler y Alfonso XIII para informarles de cómo se desarrollaba el golpe de estado fascista.
El 10 de agosto, se hace oficial la “prohibición de entrada en sus puertos de ningún barco de guerra español”. A puestos de responsabilidad del mando gibraltareño, son enviados burócratas muy conservadores, para que la supuesta solidaridad obrera de la colonia no pudiera pasar de ninguna manera al bando de la República Democrática. Por si algo aún no quedaba tan claro como el agua pura, la máxima jerarquía militar y política de la Armada británica, sir Samuel Hare, dijo en agosto de 1936 “Nuestra neutralidad debe ser tal, que no permita una situación en la que los rusos ni oficial ni extraoficialmente ayuden a los comunistas. De ninguna manera debemos permitir que se refuerce el comunismo en España”. Para completar el teatro tétrico colaboracionista, tras estas declaraciones, el Parlamento Británico se tomó vacaciones y volvieron a tratar el asunto de la guerra española ¡¡en octubre de 1936!!. ((De los documentos desclasificados del Colonial Office y el British Foreing Policy y del libro del mando fascista Kinderlán, Mis cuadernos de guerra).
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