Camilo Torres Restrepo
(publicado en el periódico Frente Unido, el 7 de octubre de 1965)
De acuerdo con los censos, la población campesina ha disminuido. Sin embargo, en ellos se considera que la población que vive en los centros urbanos de más de mil quinientos habitantes es población urbana. En realidad eso no es así. Podemos decir que la mayoría de la población colombiana es rural.
Además de la cantidad, lo
más importante es que el mayor aporte al ingreso nacional lo hacen
los campesinos. El 90 por ciento de las exportaciones son agrícolas (café, banano, tabaco,
azúcar). Sin agricultura no tendríamos forma de importar máquinas
ni la comida que nos falta. Desgraciadamente el aporte de los campesinos, como todo en
ese sistema, no sirve sino para unos pocos. Los que manejan las
federaciones (de cafetaleros, de algodoneros, la United Fruit, de bananeros, de
tabacaleros, etc.) y los que manejan los bancos (especialmente el
banco de la república) concentran todas las ganancias. Las ganancias que aprovecha el gobierno
se emplean en lo que éste llama "funcionamiento", es decir
en pagar empleados (que se han duplicado para conservar la paridad) y para comprar armas
viejas, para matar a los campesinos que han dado el dinero para
comprarlas.
En contraste entre la
importancia económica y social de los campesinos y el trato que
reciben del presente sistema es manifiestamente escandaloso. La
violencia ha sido principalmente
campesina. El gobierno fue el iniciador de la violencia; desde 1947
fue el que produjo con la policía primero y con el ejército después, desde 1948.
Los oligarcas liberales
pagaban a los campesinos liberales y los oligarcas conservadores
pagaban a los campesinos conservadores para que los campesinos se mataran entre si. A los
oligarcas no les hicieron ni un rasguño. Cuando la oligarquía no
necesitó más de ellos, los declaró bandoleros, los cazó "como a fieras" y luego,
cuando los asesinó, publicó fotos de sus cadáveres en la primera
página de la gran prensa haciendo alarde del triunfo obtenido en
nombre de la paz, la justicia y
la legalidad.
Esa violencia
gubernamental y financiada por las oligarquías después enseñó
muchas cosas a los campesinos: les enseñó a reconocer en la
oligarquía a su verdadero enemigo. Los
enseñó a huir primero. Defenderse después y les enseñó a atacar
para obtener lo que las oligarquías obtenían con la violencia:
fincas, cosechas, ganado, poder.
Estas cosas no se las daba el sistema. Todo lo contrario. Los
salarios más bajos, el menor número de escuelas, las peores
viviendas, las menores posibilidades
de progresar, las tienen los campesinos.
Cuando acabaron con los
cabecillas notorios quedaban zonas campesinas controladas por los
mismos agricultores.
La política represiva de
los estados Unidos impuestas a sus gobernantes, los gobernantes
colombianos, no podía permitir zonas "sospechosas" aunque
fueran pacíficas. El ejército
necesitaba aumentar su importancia, para mostrar que era necesario y
aumentar su presupuesto.
El Gobierno dice que los
campesinos iniciaron la violencia. Los campesinos dicen que fue el
gobierno. En Francia intelectuales de todas las corrientes, después de haber
investigado, dicen que los campesinos tienen la razón.
Yo quiero retar al gobierno, para que pida, si se atreve, una comisión investigadora a las Naciones Unidas, constituida por países neutrales para que juzguen los casos de Marquetalia, Pato, Guayabero y Río Chiquito.
Sabemos que la similitud
del desembarco de los "marines" en Santo Domingo son los
desembarcos del ejército colombiano, dirigidos por la misión
militar norteamericana en las "repúblicas
independientes".
Estos desembarcos
continuarán. Ayer, en Río Chiquito, mañana Sumapaz, pasado mañana
el Ariari y los Llanos. El ejército empieza con la acción cívico
militar y acaba con los
bombardeos, empieza sacando muelas y acaba metiendo bala. Los
campesinos ya saben que los militares llevan una mano adelante con el
pan y otra atrás con el
puñal. La "república independiente" de Colombia seguirá
obedeciendo a los norteamericanos para que destruya a sangre y fuego
las otras repúblicas de colombianos
independientes. Así lo ha decretado la Cámara norteamericana.
Nuestros campesinos, ya saben a que atenerse. Ya saben para qué se tienen que preparar.
Ellos no se lanzan a una aventura pero no rehuyen la lucha. Ya la
oligarquía, con el estado de sitio, ha sacado al pueblo a las plazas públicas. Ya lo
persigue con ametralladoras en recintos cerrados, como en Medellín.
Cuando nos haga la vida imposible en la ciudad, tenemos que ir al campo. Y del campo
no podemos botarnos al mar. Allí tendremos que resistir. Para eso
debe prepararse el campesino, organizando ahora los comandos del Frente Unido con
grupos de cinco o de diez. Purificando las zonas de traidores a la
causa del pueblo. Haciendo depósitos de comida y de ropa.
Preparándose para esa lucha prolongada.
No dejándose provocar, ni presentar resistencia cuando las
condiciones sean desfavorable para el pueblo.
La oligarquía seguirá
reafirmando a los campesinos en su convencimiento de que tienen que
apoyar a las fuerzas revolucionarias. ¿Por qué no se han acabado con la guerrilla de
Simacota?. Únicamente por el apoyo de los campesinos.
Cuando la oligarquía no
deje otro camino, los campesinos tendrán que darnos refugio a los
revolucionarios, a los obreros y estudiantes.
Por el momento deben
unificarse y organizarse para recibirnos con el fin de emprender la
larga lucha final.
2 comentarios:
Aupa, lagunok!
Milesker Camilo Torres ahanzturaren osinetik berreskuratzeko, fededun iraultzaileondako erreferentzia oso garrantzitsua da, betikotz markatu gintuena bere garaian. Segi hola-hola teoria iraultzailea oro har eta marxismo-leninismoa bereziki zabaltzen! Milesker eta segi aurrera!
Besarkada komunista iraultzaile bat, bihotzez!
Fermintxo
Compañer@s de ESI taldea:
Hay otro revolucionario latinoamericano que debería ser rescatado, como Camilo Torres, del olvido y la marginación al que le condenaron los reformistas de todas las tendencias. Se trata de Miguel Enríquez, secretario general del MIR chileno en los años de Allende, y líder de la Resistencia al fascismo de Pinochet. Creo que es una experiencia revolucionaria muy importante para aprender de ella hoy en día, especialmente en estos momentos en Euskal Herria.
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