martes, 29 de octubre de 2013

''Escribirte con un@ pres@ polític@ y romper el hielo cuesta, ¡pero merece la pena!''

tomado de PRES.O.S.


Escribirte con un@ pres@ polític@ y romper el hielo cuesta, ¡pero merece la pena!

Escribir a los presos. Una acción que aparentemente es fácil de realizar. Pero no. NO lo es, porque resulta que todos tenemos miedo. Todos, y quien diga que no, miente. A todo el que se plantea el tema con un mínimo de seriedad le asaltan inmediatamente las dudas: como sabes que no hay privacidad y que tu carta la van a leer y fotocopiar antes de entregársela al preso (tenlo por seguro) pues te da algo de reparo.

Y está muy justificado ese temor, porque sabes que al hacerlo pasas a formar parte del honorable club de los que no tragan con el sistema, y de los que, conscientes de ello, dan el paso de actuar, y de hacerlo además poniéndose en contacto con la vanguardia política de los inconformistas y de los luchadores. Es, por así decirlo, tu entrada pública y oficial en ese club. Y como tal, es lógico que todo el mundo que lo hace se plantee sus consecuencias, como debe hacerse en toda decisión libremente tomada.

Cuando se da el paso y un@ se pone a escribir, la primera carta yo diría que es la más difícil. Empiezas a pensar: “Por San Lenin bendito, y qué le digo, y cómo, qué le cuento y qué no, estaré siendo cargante, hasta qué punto puedo especificar las cosas teniendo en cuenta lo enfermita que está la libertad de expresión en este país”..., y un sinfín de detalles de esos rondan tu mente.
Pero cuando te decides y empiezas, amigo, ya no hay quien te pare. Le haces ver tus motivos solidarios por los cuales le escribes, y un montón de cosas más: le haces partícipe de tu vida, le cuentas quién eres, le mantienes informad@ de lo que se cuece en la calle, ...
Pero lo que no se puede describir con palabras es lo que sientes cuando te llega su primera carta. Se te acelera el corazón, notas en ese preciso momento que ha valido la pena el empezar a escribir por encima de mil dudas y temores, y te lanzas con una fiereza y curiosidad desbocadas a leer el texto.
Y es entonces, es ahí cuando sientes que efectivamente vale la pena escribirles. “Cómo no he empezado antes!”, te dice tu conciencia. Tus expectativas se ven completamente satisfechas, y entiendes que si ell@s han elevado su compromiso hasta entregar su vida por la causa obrera y popular, por la causa del comunismo, porqué no te vas a arriesgar tú a comunicarte con ellos. Es más. Sientes que el cartearte es un riesgo mínimo en comparación con el citado compromiso adquirido por ell@s.
Además, te sientes completamente bien porque constatas que has actuado acorde con lo que te pedía hacer tu conciencia.
De ahí en adelante, las cartas siguientes se asemejan mucho a una correspondencia con cualquier otra persona, teniendo en cuenta eso sí las trabas de tiempo que ocasiona el sistema penitenciario con sus retenciones y comprobaciones, siempre en nombre de la democracia, de la libertad de expresión y de la seguridad, por supuesto.
Yo, lo digo de verdad, nunca me he sentido más pleno que cuando les escribo y me contestan, por encima de mil trabas burocráticas en forma de limitaciones, aislamientos, intervenciones, retenciones, ...
Y por otra parte, el que les escribamos tiene una importancia capital, porque les demostramos a l@s carceler@s y director@s de los centros penitenciarios de turno, que por encima de lo que ell@s pretenden, para nada los pres@s están solos, para nada consiguen librarles del calor y cariño del pueblo, que tanto se han ganado y merecen.
NO. Jamás estarán solos. Porque mientras haya represión, explotación, habrá lucha, y por lo tanto vanguardia organizada. Y en tanto haya represión contra esa vanguardia, habrá elevación de la conciencia del pueblo, y en consecuencia más y más deseos de comunicarse con los que sin preguntarnos qué pensamos o cómo, lucharon, luchan y lucharán por nuestros derechos.
¡Rompe su aislamiento! Escríbeles, que sientan el cariño del pueblo! Carceler@s, director@s de prisiones, enteraros, ¡no están ni estarán solos nunca!.

J.

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