sábado, 31 de diciembre de 2011

''Comunismo es libertad'', por el Camarada Arenas

Comunismo es libertad. Somos libres porque sabemos lo que queremos y cómo conseguirlo.

M.P.M. (Arenas) Resistencia núm. 48, marzo de 2000.

      El fantasma del comunismo, como es bien sabido, siempre ha causado pavor a la burguesía, pero últimamente suele ésta presentarlo en público arrastrándolo por los cabellos, ya herido de muerte natural, como una especie en extinción (que dirían los más avezados en la materia) o bien en la figura de un ogro sediento de sangre y que se alimenta de niños crudos, sin pasarlos siquiera por la sartén.
      También se dice de nosotros (y éstos son los más cultivados) que somos unos dictadores, que en cuanto se nos deja de la mano suprimimos de un golpe la libertad individual, que todo lo sometemos a la tiranía de un plan y que, en fin, nuestra organización se asemeja a una casa-cuartel de la que resulta imposible escapar y en la que se llevan a cabo continuos lavados de cerebro, etc.
      La burguesía y otros vivales tienen motivos sobrados para escandalizarse, manifestar su temor ante la existencia del Partido proletario y para no ahorrar condenas ni calificativos que justifiquen su represión. Este es un buen síntoma que debemos celebrar por cuanto que demuestra que estamos en el camino justo, revolucionario.
      Por lo demás, no debe sorprendernos que la mayor parte de los explotadores no se muestren dispuestos a organizarse en un partido ni a imponerse una disciplina cuartelera más que en situaciones de verdadero peligro para su sistema, pues normalmente tienen que ocuparse de sus negocios y para mantener en pie el chiringuito ya cuentan con un aparato especial de represión (el Estado) compuesto por numerosos cuerpos burocráticos, militares y policiales, sus leyes y tribunales, sus cárceles y carceleros... todos ellos, como se sabe muy bien, la mar de liberales, democráticos y humanitarios.
      No hace falta decir que nosotros no sólo no disponemos de nada parecido a ese monstruoso aparato que nos oprime y chupa hasta la médula de los huesos, sino que, además, tenemos que defendernos continuamente de sus zarpazos si es que de verdad queremos llegar a donde nos hemos propuesto para acabar, entre otras cosas, con él.
      Para este fin necesitamos organizarnos e imponernos, es cierto, una férrea disciplina. Los obreros, aparte de la fuerza de trabajo, no tenemos otra cosa más que nuestra organización de clase para luchar contra el capitalismo armado hasta los dientes.
      Por eso se puede decir que cuando comprendemos la necesidad de la organización nos transformamos haciéndonos conscientes o realmente libres. La libertad, en la concepción marxista, no es otra cosa sino el conocimiento de la necesidad.
      Esto puede explicar también por qué los obreros una vez que nos hemos hecho conscientes de la situación y los intereses de nuestra clase, así como de la forma de conseguirlos, de luchar organizadamente por ellos, no encontramos ninguna dificultad insalvable o reserva mental que nos impida ingresar en el Partido y para dar todo lo que tenemos, hasta la propia vida, si es necesario, para el triunfo de nuestra causa comunista, colectiva.
      En la lucha consecuente por esta causa nos realizamos ya que para nosotros, contrariamente a lo que le sucede a la burguesía, no existe ninguna contradicción fundamental entre lo individual y lo colectivo; es más, como nos enseña el marxismo, sabemosque sólo en la medida que se libere y progrese el colectivo, podrá liberarse también y progresar en todos los aspectos, en lo material y espiritual, el individuo; que la liberación de la humanidad es la condición previa indispensable para la emancipación total de la clase obrera.
      Por este motivo no nos resulta nada doloroso desprendernos de la libertad que nos ofrece gratuitamente la burguesía para entrar contentos en esa cárcel que representa el Partido Comunista; no nos cuesta nada subordinarnos a la Organización y cumplir lo mejor posible las tareas que nos encomienda.
      Dicho lo anterior, conviene destacar, para que el lavado de cerebro o el comecocos sea completo, que por más que quisiéramos labrarnos una existencia apacible, libre o autónoma, esto sólo sería posible, teniendo muchísima suerte, separándonos en grupo aparte, y de espaldas a todos los demás trabajadores. Pero aún así, no creemos que haga falta demostrar que de esa manera no socavaríamos en lo más mínimo los cimientos del régimen de explotación y opresión capitalista, más bien lo reproduciríamos a escala microscópica para ser, finalmente, engullidos por el gran capital.
      La explotación del proletariado, la extracción de la plusvalía, no la lleva a cabo la burguesía de una manera individual o por pequeños grupos independientes y desconectados entre sí unos de los otros.
      El proceso de la producción capitalista siempre ha sido (y hoy más que nunca) un proceso social, colectivo, que abarca en un sistema único a los trabajadores de todos los países. Este es uno de los motivos por los cuales no es posible desarrollar una lucha con posibilidades de éxito, de forma aislada; tampoco es posible, por los mismos motivos, llevar a cabo la expropiación de los expropiadores de manera individual, fábrica por fábrica o sector de la producción para organizar la vida de forma autónoma. Esos son sueños pequeñoburgueses, reaccionarios, que no se podrán realizar nunca.  Se precisa, antes que nada, tomar el poder para expropiar a toda la clase burguesa. Y sólo después de esta expropiación se podrá proceder, mediante un largo y complicado proceso, a transferir los medios de producción y toda la riqueza a los trabajadores, sus verdaderos dueños.
      Esto no quiere decir que haya que transformarlos por partes, dividirlos en lotes, etc., sino que serán transferidos para su utilización y disfrute, como propiedad común o de todo el pueblo.
      Para ello se necesitará una administración, en nada semejante a la actual, y un plan que abarque al conjunto de la sociedad, que tenga en cuenta sus posibilidades y verdaderas necesidades y no esté guiado por el principio de la rentabilidad y el máximo beneficio para unos pocos.
      Todo esto exige tener que librar una batalla a muerte, dura y prolongada, contra la clase capitalista y su cultura; y esta lucha, por su propia naturaleza, es una lucha esencialmente política que requiere, para ser culminada con éxito, instrumentos políticos.
      No nos extenderemos en más explicaciones; con lo dicho creemos que es suficiente para hacerse una idea, siquiera aproximada, de la enorme complejidad que revisten estos problemas. De ahí que trabajemos sin descanso para crear una organización fuerte, esclarecida y disciplinada capaz de resolverlos; una organización
que actúe en todo momento ligada a la clase obrera y que defienda sus intereses y no los de un grupo, un colectivo particular o un gremio.
      Y esa organización que necesitamos y estamos construyendo con gran esfuerzo, no puede ser otra que el Partido Comunista, armado con la teoría revolucionaria marxista-leninista y que aplique en su funcionamiento el principio del centralismo democrático.
      En numerosas ocasiones hemos explicado, sirviéndonos de ejemplos prácticos, en qué consiste ese tipo de funcionamiento que tanto preocupa a los grandes y a los pequeños burgueses, hasta el punto de hacerles perder completamente la cabeza, y que a nosotros, como ya he indicado, nos resulta tan necesario
y natural como el aire que respiramos.
      Pero para no ir más lejos, ahí tenemos el último número de Resistencia, donde se expone brevemente y de manera viva, nada teórica, el modo en que nos organizamos, debatimos y tomamos decisiones los comunistas. De nada de esto hacemos ningún secreto: al contrario, nuestro interés está en divulgarlo, para que lo entiendan los trabajadores y puedan participar, conscientemente con nosotros, en la obra común.
      Claro que no podemos hacer las cosas a la vista de todo el mundo o con pleno conocimiento de la policía política (con luz y taquígrafos) pues nos desbaratarían en un pis pas; o sea, que necesitamos hacer las cosas, nuestro trabajo político, a resguardo de miradas indiscretas para preservar a la organización de la represión y
asegurarnos de que la presión policial no habrá de condicionar, poniéndonos una mordaza, ni torcer nuestros planes y propósitos revolucionarios.
      La clandestinidad, por paradójico que resulte, asegura al partido proletario, si no una libertad y democracia plenas, sí toda la libertad y democracia que es posible alcanzar bajo el régimen capitalista.
      Desde la clandestinidad organizamos el IV Congreso del Partido y en ella lo realizamos con la participación directa e indirecta de todos los militantes del Partido y otras muchas personas. Bien es verdad que dicha participación no ha sido tan extensa y abierta como sería de desear, pero ya se sabe que la legalidad impuesta por el capitalismo en España para que defendamos libremente nuestras ideas, no da para más.
       La cuestión consiste en que, tanto en el Congreso como antes de su celebración, en la fase preparatoria, se debatieron en el Partido y fuera de él todas las cuestiones relativas al programa, la línea política, los estatutos y la composición de los órganos dirigentes del Partido, y toda esta labor fue realizada aplicando escrupulosamente los métodos democráticos (con las limitaciones ya señaladas), de tal forma que nadie entre nosotros se ha sentido limitado o constreñido en su libertad de crítica ni en su derecho de elección.
      Es así como hemos podido debatir y decidir entre todos, con método, la línea política a seguir en la lucha contra el capitalismo y se han elegido a los militantes más capacitados, con mayor experiencia y mejor temple para las tareas de Dirección. Y todo esto, parece mentira, sin que haya intervenido ni influyera lo más mínimo la Banca, ni la santa Madre Iglesia, ni los espadones ni sus voceros de la prensa amarilla y negra. ¿No resulta casi un milagro?
      Pues ya veis, koleguillas: nosotros, los ogros, los comeniños, los aspirantes a dictadores, los que desayunamos todos los días con una mezcla de cazalla y Goma-2, no sabemos comportarnos ni podríamos hacer nada de otra manera, es decir, si no es en libertad y con los procedimientos más democráticos.
      Que prueben otros a imitarnos!, pueden tener la seguridad de que no se lo vamos a reprochar ni les vamos a exigir derecho de patente.
      Después de celebrado el Congreso se ha reunido el Pleno del Comité Central que fue elegido en el mismo. Como ha informado Resistencia núm. 47, en esta reunión de la Dirección del Partido se han establecido los planes de trabajo para el próximo período y se han tomado una serie de acuerdos y resoluciones para su aplicación por todas las organizaciones y miembros del Partido.
      Este es el mecanismo de funcionamiento que nos permite recoger y elaborar las experiencias de las luchas y de nuestro propio trabajo entre las masas para luego llevarlas de nuevo a ellas sintetizadas en forma de orientaciones y consignas políticas; y es mediante este trabajo incesante como se efectúa la combinación de la teoría y la práctica revolucionarias, las palabras con los hechos, sin la cual navegaríamos a la deriva o dando tumbos sin saber a dónde ir ni qué camino tomar, sin poder influir con nuestras ideas en los trabajadores, sin hacer nada serio ni poder verificar el trabajo práctico de todos y de cada uno, con lo que acabaríamos naufragando en el mar de la confusión, del espontaneísmo, del seguidismo y el reformismo.
      Aquí, ciertamente, se observa una mayor centralización o disciplina, pero no por este motivo deja de estar presente en todo momento la democracia, la libertad de crítica y la discusión.
      Una prueba de que es así la tenemos en la información que nos ha ofrecido Resistencia de los resultados de esa reunión plenaria del C.C. y de las otras dos reuniones de cuadros que se han celebrado a continuación.
      En todas ellas, aunque a distintos niveles, también se han debatido numerosos problemas relacionados principalmente con el trabajo práctico y de funcionamiento del Partido, y los acuerdos que se han tomado también tienen ese carácter; o por decirlo con otras palabras:
      se han hecho planes, se han fijado tareas y establecido responsabilidades, se han señalado líneas de actuación en diversos terrenos, se han concretado más nuestras orientaciones y consignas políticas tomándose finalmente acuerdos para llevarlos a la práctica en cumplimiento de la línea y resoluciones aprobadas en el IV Congreso.
      Ese es el funcionamiento de centralismo democrático y ése es el método de trabajo de nuestra Organización, de debate y adopción de decisiones, que procuramos aplicar también en nuestras relaciones con las organizaciones de las masas, respetando su autonomía y autodeterminación, convenciéndoles de la justeza de nuestra línea, dando ejemplo con nuestro trabajo y ganándoles para la causa revolucionaria.
      Esa es la cárcel en la que estamos encerrados los comunistas, sin poder salir de ella ni siquiera con permisos de fin de semana; y ése es el tipo de dictadura que pretendemos imponerles a los trabajadores para que se liberen de la esclavitud o libertad capitalista. 

Biografía del congolés Patrice Lumumba

Patricio Lumumba (1925-1961)

      Este gran dirigente revolucionario africano nació el 2 de julio de 1925 en Onalua, provincia de Kasai, antiguo Congo belga, actual República Democrática del Congo.
      En la etapa colonial, Bélgica había creado en el Congo una red de puestos militares y campos de trabajos forzados. En ellos la brutalidad contra los africanos fue horripilante: en un lapso de 20 años, la población disminuyó de 25 a 15 millones de habitantes. Gracias a ello los imperialistas belgas se forraron los bolsillos con las enormes ganancias del caucho, madera y aceite de palma.
      Durante la II Guerra Mundial, el Congo fue la principal fuente mundial de caucho y de minerales esenciales, como titanio y cobalto, para la maquinaria bélica imperialista. El uranio para las bombas atómicas que Estados Unidos soltó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki provino de la mina Shinkolobwe del Congo.
      Con el colonialismo emergió también un proletariado moderno, al lado de los millones de campesinos que formaban la mayoría de la población. En 1941, como consecuencia de la producción militar, había 500.000 trabajadores, la segunda concentración de proletarios del continente africano.
      Los congoleños no podían estudiar en las escuelas y universidades. Antes de los años 50, solo 100 congoleños tenían educación universitaria. Los colonos aplicaban una estrategia de dividir para conquistar, fomentando enemistades entre los varios pueblos y regiones.
      Siendo trabajador de Correos, Lumumba comienza a organizar un sindicato de trabajadores y es detenido y encarcelado por los colonialistas belgas en 1955. Tras su salida de la cárcel dos años más tarde, entra en relación con el movimiento independentista.
      Este movimiento no había logrado forjar un partido comunista para dirigir la lucha anticolonial. Lumumba comenzó siendo un demócrata burgués que a causa del expolio colonial se fue convenciendo del comunismo como único modo de liberar a su país de la esclavitud imperialista.
      En 1958 consigue agrupar a la mayoría de las fuerzas progresistas en un partido panafricanista semilegal: el Movimiento Nacional Congoleño, primer partido político de ámbito nacional, convirtiéndose rápidamente en el principal dirigente independentista del país.
      El MNC se dedicó a superar las diferencias tribales y regionales y crear una organización independiente y unificada, frente a las ambiciones imperialistas de repartírselo en áreas de influencia y crear varios estados independientes.
      En diciembre de aquel año, el dirigente panafricanista de Ghana, Kwame Nkrumah, celebró en Accra la Conferencia de los Pueblos de África y el movimiento de liberación congoleño estuvo representado por Lumumba. Al regresar a su país, habló ante una ingente multitud en Leopoldville (hoy Kinshasa) y, en un
discurso explosivo, exigió la independencia del Congo. Acto seguido se produjeron disturbios en la ciudad. Lumumba escapó, pero fue detenido más tarde por la policía colonial y considerado responsable de los desórdenes.
      El gobierno colonial belga condenó a Lumumba y muchos de sus partidarios por sedición
y los encerró a la cárcel. Pero Lumumba, gracias a la movilización popular, fue liberado en 1960.
      Entonces viajó a Bélgica para negociar la declaración de independencia. La metrópoli convoca elecciones, que erróneamente el MNC quiso aprovechar para apoderarse del aparato colonial, las fuerzas armadas y la policía desde dentro y, una vez en el poder, acabar con la dominación belga paso a paso.
      El MNC esperaba que los recursos naturales enriquecieran al pueblo y que el Congo alcanzara igualdad con los demás países. Confiaba en llevar a cabo una transición pacíficadesde el poder colonial y no organizó unas fuerzas armadas propias para combatir a los ejércitosimperialistas.
      A comienzos de 1960 Lumumba dijo: En el pasado, se cometieron errores, pero ahora estamos listos para cooperar con las potencias que han estado aquí para crear un poderoso nuevo bloque. Si fracasamos,
Occidente tendrá la culpa.
      En la campaña electoral Lumumba se declara comunista y esta postura le vale el apoyo de las clases trabajadoras para obtener la victoria en las urnas en mayo de 1960. El 23 de junio se forma un gobierno de coalición con el traidor Joseph Kasavubu como Presidente y Lumumba como Primer Ministro, que proclamaría la independencia días después, el 1 de julio.
      Era un equilibrio inestable entre los verdaderos independentistas, encabezados por Lumumba, partidarios de la unidad, y los neocolonialistas de Kasabuvu, dirigente de la ABAKO (Asociación del Bajo Congo). El plan de Kasabuvu no era mantener la unidad del país, por lo que junto con Moisés Tshombé (a quien Bélgica apoyaba), en la provincia de Katanga (hoy Shaba), pretendió convertir el nuevo Estado en una federación descentralizada en la que prevaleciesen los intereses locales. Pero Lumumba estaba resuelto a forjar un gobierno central fuerte.
      El rey belga, Balduino I, fue a Leopoldville (hoy Kinshasa) a proclamar la independencia personalmente. Esperaba que sus colonos y sus secuaces locales le garantizaran un gobierno dócil a sus voraces intereses imperialistas. Pero Lumumba, el nuevo primer ministro, agarró el micrófono y le habló al pueblo congoleño sobre la terrible vida colonial y las nuevas esperanzas para el futuro y le dijo al monarca pelele: Ya no somos sus monos.
      El discurso escandalizó al nuevo gobierno de coalición y dejó horrorizado al rey. Lumumba dijo:
      Durante los 80 años de gobierno colonial sufrimos tanto que todavía no podemos alejar las heridas de la memoria. Nos han obligado a trabajar como esclavos por salarios que ni siquiera nos permiten comer lo suficiente para ahuyentar el hambre, o vestirnos, o encontrar vivienda, o criar a nuestros hijos como
los seres queridos que son. Hemos sufrido ironías, insultos y golpes día tras día sólo porque somos negros [...] Las leyes de un sistema judicial que solo reconoce la ley del más fuerte nos han arrebatado las tierras. No hay igualdad; las leyes son blandas con los blancos pero crueles con los negros. Los condenados por opiniones políticas o creencias religiosas han sufrido horriblemente; exiliados en su propio país, la vida ha sido peor que la muerte. En las ciudades los blancos han tenido magníficas casas y los negros destartaladas casuchas.
      A los negros no nos han permitido entrar al cine, los restaurantes o las tiendas para europeos; hemos tenido que viajar en las bodegas de carga o a los pies de los blancos sentados en cabinas de lujo. ¿Quién podrá olvidar las masacres de tantos de nuestros hermanos, o las celdas en que han metido a los que no se someten a la opresión y explotación? Hermanos, así ha sido nuestra vida.
      Pero nosotros, los que vamos a dirigir nuestro querido país como representantes elegidos, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, declaramos en voz alta que todo esto ha terminado ya. Se ha proclamado la República del Congo y nuestro país está en manos de sus propios hijos.
      Las palabras sobre el pasado dieron en el blanco, pero las palabras sobre el futuro se equivocaron: el país no estaba en manos de sus hijos, sino en las de sus amos colonialistas.
      El Congo es un territorio enorme estratégicamente enclavado en el corazón de África y rico en recursos naturales que los imperialistas no querían dejar escapar de sus manos. A pesar de la declaración formal de independencia, los militares belgas todavía controlaban el ejército y la policía; los grandes
monopolios todavía controlaban los recursos naturales y la burocracia del Estado. Manejaban los hilos de la política interna del Congo, a través de peones como el presidente Kasavubu y el general Mobutu, hombre de los servicios secretos belgas desde su época de estudiante, y luego agente de la CIA norteamericana.
      Inmediatamente después de proclamar la independencia, los imperialistas iniciaron una campaña de desestabilización. La CIA, el servicio de inteligencia belga y otras potencias trabajaban día y noche para mantener en el poder a los congoleños leales al imperialismo. Bélgica retiró a sus especialistas, tratando
de provocar la parálisis del país. Promovieron la sublevación de los policías katangueños, dirigidos por Moisés Tshombé, un agente de la compañía minera belga de Katanga (Shaba) que proclamó la secesión de aquella región donde se encuentran las principales reservas mineras.
      Además provocaron otros movimientos secesionistas, como el del reyezuelo Alberto Kalonji Ditunga, autoproclamado Alberto I de Kassai y promovido por las sociedades mineras belgas que explotaban
la extracción de diamantes. Su objetivo era dividir al país y repartírselo. Lumumba y los suyos eran el obstáculo y había que acabar con ellos a toda costa.
      Con la excusa de proteger a la población belga, Bélgica envía tropas a Katanga (Shaba), intentando sostener al gobierno secesionista de Tshombé por la fuerza de sus armas.
      Ante esta situación, el gobierno de Kinshasa recurrió primero a las Naciones Unidas para expulsar a los belgas y ayudar a restaurar el orden. Las tropas belgas se negaron a evacuar el país, y continuaron apoyando la secesión de Katanga. La ONU envió tropas pero éstas no sólo se negaron a intervenir en apoyo del gobierno central sino que intensificaron la desestabilización del nuevo gobierno y, finalmente, propiciaron el acoso y derribo de Lumumba.
      Entonces Lumumba solicitó ayuda a la Unión Soviética y en septiembre de 1960 empezaron a llegar al Congo asesores y agentes militares soviéticos. En agosto, reunió a los principales dirigentes africanos en Kinshasa, y les pidió que unieran sus fuerzas al gobierno del Congo.
      Las potencias imperialistas reaccionaron presionando al Presidente Joseph Kasavubu para que acabara con Lumumba, cosa que hizo el 5 de septiembre de 1960, destituyéndole del gobierno ilegalmente y reemplazándolo por Joseph Ileo. Pero Lumumba se negó a abandonar el cargo de primer ministro y destituyó a su vez a Kasavubu.
      Los amos no estaban satisfechos; Lumumba seguía vivo y era el dirigente reconocido por las masas trabajadoras y campesinas.
      En agosto el presidente de Estados Unidos, Eisenhower, dio la orden de matar a Lumumba. Uno de los asesinos enviados para la tarea fue Frank Carlucci, que sería luego secretario de Defensa de Ronald Reagan.
      Allen Dulles, que estaba al frente de la CIA, envió un telegrama a su delegado en el Congo sugiriéndole que reemplazara al gobierno congoleño tan pronto como le fuera posible. El jefe de la delegación en el Congo, Lawrence Davlin, recibió órdenes de mantener en secreto el asesinato.
      Patricio Lumumba, en una carta a su esposa escrita en enero de 1961, una semana antes de su asesinato, le decía:
      Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha doblegado, porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido
y pisoteando principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres.
      El 14 de septiembre, nueve días después de la destitución de Lumumba, el coronel Joseph Mobutu Sese Seko, jefe del ejército, se hace con el control político en la capital, desata una ola de represión contra las organizaciones políticas y expulsa a los técnicos soviéticos. Auténtico hombre fuerte del gobierno
congoleño, antes de dos meses Mobutu había devuelto el poder a Kasavubu y se autodesignó comandante en jefe de las fuerzas armadas. Pero Lumumba seguía vivo y, con él, la esperanza para el pueblo congoleño.
      El 6 de octubre Bélgica se une a los planes asesinos de los estadounidenses y el ministro de Asuntos Africanos del gobierno, Aspremont Lynden, siguiendo órdenes del primer ministro, el democristiano Gaston Eyskens, ordena en un cablegrama a Katanga eliminar definitivamente a Lumumba.
      El 10 de octubre, el ejército y las tropas de la ONU le detienen, pero Lumumba logra escapar el 17 de noviembre y huir en avión hacia su principal base de apoyo en Kisangani (entonces llamada Stanleyville) en donde contaba con mayores apoyos.
      Comenzó el tributo de sangre que reclamaban los imperialistas. El secretario general de la ONU, Dag Hammarskjold, concertó una reunión con Tshombé que tendría lugar en la ciudad de Ndola, en Zambia. Cuando el avión de Hammarskjold se aproximaba al aeropuerto de Ndola perdió el control y se estrelló. El secretario general pereció en el accidente.
      Lumumba fue detenido de nuevo el 2 de diciembre por el ejército. Siempre con las órdenes de no intervenir, las tropas de la ONU hicieron la vista gorda cuando lo torturaron brutalmente. Más tarde se supo que se mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral muy elevada. Lo llevaron
primero a Kinshasa, a una prisión del ejército donde lo exhibieron ante los periodistas y diplomáticos. Durante el mes siguiente lo fueron pasando de un grupo títere a otro para que lo golpearan y torturaran.
      Al final lo llevaron a Katanga. Allí, en un descampado en medio de la oscura sabana, iluminado por las luces de los coches de la policía, el oficial belga Julien Gat cogió del brazo a Lumumba y lo llevó hacia un enorme árbol. El dirigente africano apenas podía caminar a causa de las torturas. Un escuadrón
de ejecución formado por cuatro hombres y provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron esperan, mientras que 20 soldados, policías, oficiales belgas y ministros katangueses observaban en silencio. El capitán belga dio la orden de disparar y una lluvia de balas acribillaron a Lumumba y a dos de sus antiguos
ministros, Maurice Mpolo y Joseph Okito.
      Para encubrir la verdad, un equipo de policías belgas desenterró el cadáver y lo disolvió en el ácido sulfúrico que proporcionó una compañía minera. El comisario belga Gerard Soete, que trabajaba para el régimen pelele de Katanga, confesó que le ordenaron hacer desaparecer a los fusilados. Su trabajo no
fue fácil, tuvimos que despedazarlos, reconoció el verdugo. Su cuerpo fue espantosamente descuartizado para evitar su reconocimiento. Los imperialistas no querían dejar ninguna huella del crimen.
      Luego vino la campaña de intoxicación en la prensa. Inicialmente, los imperialistas estadounidenses y belgas anunciaron que lo habían asesinado campesinos airados; más tarde dijeron que lo ejecutaron sus enemigos congoleños. También contaron que, estando encarcelado en Katanga, a mediados de febrero, intentó huir siendo mortalmente herido.
      Pero el parlamento belga, 40 años después, admitió su responsabilidad en el asesinato en una sesión celebrada en noviembre de 2001.
      Cuando lo asesinaron, Lumumba tenía 35 años y apenas había permanecido tres meses como primer ministro. Su asesinato indignó a millones de personas de todo
el mundo.
      Moisés Tshombé tomó las riendas de un nuevo gobierno títere y se abrió un periodo de guerra civil de cinco años en la que los imperialistas y sus sucursales locales trataron de despedazar al Congo. En 1965 lo reemplazó Mobutu, quien gobernó y saqueó el país sin piedad durante décadas en beneficio de sus amos
de la metrópoli. Los imperialistas han chupado las riquezas del Congo, y sus tramoyas y rivalidades dejaron al país, una vez más, arruinado y dividido por la guerra.
       Hoy, cuando el reto de la revolución y la liberación nacional se le plantea a tantos pueblos y movimientos, la historia de Patricio Lumumba nos proporciona una clara lección sobre la crueldad del imperialismo y el neocolonialismo. Los soviéticos abrieron en Moscú una universidad en su memoria para que allí pudieran estudiar los pueblos del Tercer Mundo. Y es que Lumumba sigue siendo la antorcha ardiente de todos los pueblos africanos.
      La continuación de la lucha revolucionaria en el Congo.
      Las tropas de la ONU, los mercenarios imperialistas y el ejército local trabajaron en vano para tratar de liquidar la guerrilla para siempre. Tras el asesinato de Lumumba varias fuerzas revolucionarias se agruparon en Kinshasa bajo la dirección del Viceprimer Ministro Antonio Gizenga. Pierre Mulele (antiguo ministro
de Educación de Lumumba) es enviado a El Cairo como embajador de la República Popular del Congo.
      Pero los neocolonialistas consiguen entrar en la capital, detener a Gizenga y dispersar a las fuerzas de liberación. No quedaba más remedio que pasar a la clandestinidad, reagruparse e iniciar una guerra prolongada revolucionaria.
      Pierre Mulele se trasladó a China en marzo de 1962 para estudiar la estrategia de la guerra popular prolongada, y en julio de 1963, volvió a su Kwilu natal para organizar la guerrilla en compañía de Teodoro Bengila y Félix Mukulubundu.
      Casi al mismo tiempo, Gaston Sumialot y Laurent Kabila se encargan de impulsar
la guerrilla en el este del país.
      El 3 de octubre de 1963 Christophe Gbenye, Etienne Mbaya y Benoît Lucouyard Lukunku crean en Kinshasa el Consejo Nacional de Liberación que impulsa una insurrección contra el imperialismo y sus agentes locales, con el objetivo de instaurar en el Congo un gobierno revolucionario, nacional y popular.
      Mulele hace un llamamiento para crear un partido revolucionario que encabece la lucha y consigue reclutar un fuerte ejército guerrillero, los maï-maï. Entre abril de 1964 y junio de 1965, logró controlar todo el territorio de Kwilu-Kwango, en Bandundu.
      Mientras, Laurent Kabila, que también acababa de recibir formación guerrillera en China, controlaba el territorio que se extiende desde Kalemie hasta Moba
en el norte de Katanga, y la zona situada entre Uvira y Fizi, en Kivu.
      Ambos lograron implantar un gobierno revolucionario el 4 de agosto de 1964 en Kisangani que controlaba las tres cuartas partes del país.
      Instauraron la República Popular del Congo, pero el 24 de noviembre de 1964, con el apoyo de tropas paracaidistas belgas, el gobierno pelele de Mobutu, aplasta en la operación Dragon Rouge al recién nacido gobierno revolucionario de Kisangani y las aldeas que prestaban apoyo a la guerrilla son arrasadas y miles de personas son brutalmente torturadas y asesinadas por la soldadesca de Mobutu.
      A partir de entonces, Mulele comienza una guerra de guerrillas, y en la conferencia celebrada por el CNL, el 7 de abril de 1965 en El Cairo con la participación de los representantes de los países africanos progresistas, se creó el Consejo Supremo de la Revolución (integrado por 15 miembros y 3 zonas militares)
cuya presidencia fue confiada a Gaston Sumialot y las dos vicepresidencias a Pierre Mulele y Laurent Kabila, mientras que Abdoulaye Yerodia Ndombasi fue elegido como presidente ejecutivo, encargado de la orientación revolucionaria del movimiento.
      Mulele se traslada a Brazzaville (capital del Congo francés) para buscar apoyos exteriores a la guerrilla pero es traicionado y entregado a Kinshasa, junto con Teodoro Bengila, el 2 de octubre de 1968.
      En un campamento militar mubutista le van descuartizando en vida: le extirpan los genitales, le amputan las extremidades, le arrancan la nariz, le sacan los ojos y, finalmente, arrojan sus restos, metidos en un saco, a las aguas del rio Congo. Diez años más tarde, en 1978, la madre de Mulele fue también ahorcada por soldados de Mobutu.
      Por su parte, desde Tanzania, Kabila intentó organizar la contraofensiva, creando un embrión de guerrilla en el triángulo Uvira-Fizi-Baraka, donde recibió la visita del  Che Guevara el 24 de abril de 1965, acompañado de 120 cubanos y 200 tutsis ruandeses que atacaron, a la demanda de Kabila, la central de Bendera. Este ataque fracasó y el 21 de noviembre del mismo año, el Che tuvo que marcharse a Kigoma, en Tanzania.
      El 24 de diciembre de 1967, Kabila creó el Partido de la Revolución del Pueblo, relanzando la lucha a través del Lago Tanganika. En 1974 su frente de guerra ganó notoriedad internacional con la captura de varios estadounidenses, a los cuales canjeó por 30 militantes del Partido Revolucionario Popular que Mobutu retenía en las cárceles. Pero la persecución de Mobutu obligó a Kabila a salir del país en 1977, exilio que duró casi 20 años por varias naciones vecinas, principalmente Tanzania, desde el cual desató ofensivas importantes que culminaron con los ataques de Moba, en 1984 y 1985.
      La guerrilla estuvo prácticamente paralizada durante diez años, hasta que en octubre de 1996, consiguió reunir a las fuerzas anticolonialistas en una Alianza Democrática para la Liberación del Congo, y logró el apoyo de Ruanda, Uganda y de los tutsis ruandeses asentados en el entonces Zaire y conocidos como banyamulengues.
      Tras una rápida ofensiva que puso a sus tropas en solo ocho meses a las puertas de Kinshasa, Kabila logró un éxito efímero el 29 de mayo de 1997. Apenas 15 meses después, en agosto de 1998, los banyamulengues aliados con Ruanda, Uganda y los imperialistas, se volvieron contra Kabila en el este del país, lo que acabó convirtiéndose en una guerra regional al intervenir Angola, Zimbabwe y Namibia en favor del gobierno de Kabila, al que asesinaron a traición el 16 de enero de 2001.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Lenin era un desviacionista, Kim Jong il más, y Stalin... ¡ni hablámos!

Citas célebres

"...con una ideología Juche, que es una desviación del leninismo, que a su vez es una desviación de la III Internacional, que a su vez es una desviación de la II Internacional... y se parece al socialismo lo que yo a Scarlett Johansson. ¡Eh! Por lo tanto, utilice el término ''izquierda''... con un poco más de propiedad. No digo usted, digo el régimen."

don Antonio Miguel Carmona,
profesor de Economía, dirigente del PSOE madrileño, y lo más importante, aficionado del Atlético de Madrid y analista político de las desviaciones comunistas


      Y nosotros que pensábamos que los leninistas habían montado la III Internacional, y que así se separaban de los socialdemócratas de la II... resulta que somos unos desviacionistas... Menos mal que ha venido uno del PSOE, un socialista de verdad, a aclarárnoslo, que teníamos un cacao mental...
      Ya hemos organizado una reunión para tratar este error nuestro... y decir si cerramos el txiringito o no...
      ¡Si es que nunca aprendemos! Cagüen la virgen...


      (cita transcrita del programa Al Rojo Vivo (de la cadena pseudoproge La Sexta) del día 28 de diciembre de 2011, del espacio dedicado a la RPD de Corea, al que estuvo invitado el camarada Alejando Cao de Benós:

      Por si preferís oír únicamente el sonido cómodamente en vuestro mp3 o donde queráis, sin tener que estar frente al ordenador (en este caso o para cualquier movida vuestra), os dejamos el enlace de un convesor que saca el sonído de los vídeos de youtube para convertirlo en archivos de mp3:

Cuarto episodio de Batallón Stalin irrati saioa


      Os dejamos el cuarto episodio de este programa radiofónico de formación marxista-leninista:

http://www.youtube.com/watch?v=jpAkFGV67uA

(la dirección de su blog: http://batallonstalin.blogspot.com/)

jueves, 29 de diciembre de 2011

La función del Partido Comunista en la Revolución Proletaria (segunda y última parte)

tomado de Historia Bolchevique (http://www.historiabolchevique.blogspot.com/)


Parte 2

La necesidad de un partido político del proletariado desaparece solamente con la eliminación completa de las clases.


Reproducimos en esta edición una segunda parte de las “Tesis sobre la función del Partido Comunista en la Revolución Proletaria”, documento aprobado en el II Congreso de la Internacional Comunista (julio de 1920). Como advertimos en la edición anterior la versión íntegra la pueden encontrar en nuestra página web: www.pcmle.org/EM
• El Partido Comunista es necesario a la clase obrera no sólo antes y durante la conquista del poder, sino también después de que el poder haya pasado a las manos de la clase obrera. La historia del Partido Comunista ruso, que desde hace tres años detenta el poder en un país inmenso, nos muestra que la función del Partido Comunista, lejos de disminuir después de la conquista del poder, ha crecido considerablemente.
• En el momento de la conquista del poder por parte del proletariado, su partido sigue constituyendo sin embargo, como antes, sólo una parte de la clase trabajadora. Pero es justamente esa parte de la clase proletaria que ha organizado la victoria. En el curso de dos decenios como en Rusia, y por toda una serie de años, como en Alemania, el Partido Comunista, en su lucha no sólo contra la burguesía sino también contra aquellos "socialistas" que son en realidad los agentes de la burguesía entre los proletarios, ha acogido en sus filas a los militantes más enérgicos, más lúcidos, más adelantados de la clase trabajadora. Sólo la existencia de tal organización compacta de la mejor parte de la clase obrera permitirá superar todas las dificultades que el Partido Comunista deberá salvar después de su victoria. La organización de un nuevo ejército proletario - el Ejército Rojo - la abolición efectiva del mecanismo estatal burgués y la creación de los primeros fundamentos del aparato estatal proletario, la lucha contra las tendencias corporativas de algunos grupos proletarios, la lucha contra el "localpatriotismo", la apertura de vías nuevas en la creación de una nueva disciplina del trabajo - en todos estos campos la palabra decisiva toca al Partido Comunista, cuyos miembros guían con su ejemplo viviente a las capas más extensas de la clase obrera.
• La necesidad de un partido político del proletariado desaparece solamente con la eliminación completa de las clases. Es posible que, en la marcha hacia la victoria definitiva del comunismo, la importancia de las tres formas fundamentales de la organización proletaria contemporánea (partido, soviets, sindicatos de industria) se modifique, y que un único tipo de organización obrera se cristalice poco a poco. Pero el Partido Comunista no se disolverá completamente en la clase obrera sino cuando el comunismo deje de ser el objetivo de la lucha, cuando la clase trabajadora, toda entera, se haya vuelto comunista.
• La Internacional Comunista piensa que sobre todo en la época de la dictadura del proletariado, el Partido Comunista debe estar construido sobre la base de una inquebrantable centralización proletaria. Para dirigir eficazmente a la clase obrera en la larga y áspera guerra civil que habrá estallado, el Partido Comunista debe establecer también en sus filas una disciplina severa, militar. La experiencia del Partido Comunista ruso, que durante tres años ha guiado con éxito a la clase obrera en la guerra civil, ha mostrado que sin la disciplina más fuerte, sin una centralización completa, sin una plena confianza de camarada de todas las organizaciones del partido en el centro dirigente del partido mismo, la victoria de los trabajadores es imposible.
• El Partido Comunista debe basarse sobre el principio del centralismo democrático. La elegibilidad de los órganos superiores del Partido por parte de los inferiores, el carácter absolutamente obligatorio de todas las directivas de los órganos superiores para con los inferiores, y la existencia de un fuerte centro del partido, cuya autoridad, en el intervalo entre los Congresos del mismo, no puede ser contestada por nadie: éstos son los principios esenciales de la centralización democrática.
• La piedra angular de cada trabajo organizador del Partido Comunista debe ser la creación de núcleos comunistas dondequiera se encuentren proletarios y semiproletarios, aunque su número sea reducido. En cada soviet, en cada sindicato, en cada cooperativa, en cada taller, en cada comité de inquilinos, en cada institución en que aun solamente tres personas apoyen al comunismo, debe ser organizado inmediatamente un núcleo comunista. Sólo la compacidad de la organización comunista da a la vanguardia de la clase obrera la posibilidad de arrastrar tras de sí a la clase trabajadora entera. Todos los grupos comunistas que trabajan en organizaciones apartidarias deben estar absolutamente subordinados al partido en su conjunto, cualquiera sea su acción, legal o ilegal, en un momento particular. Los núcleos comunistas deben ser coordinados de manera rigurosamente jerárquica, según un sistema lo más preciso posible.

La función del Partido Comunista en la Revolución Proletaria (primera parte)

tomado de Historia Bolchevique (http://www.historiabolchevique.blogspot.com/)


Parte 1

“EL PARTIDO COMUNISTA NO TIENE INTERESES DIFERENTES DE LOS DE LA CLASE OBRERA... POSEE UNA VISIÓN GENERAL DEL CAMINO QUE LA CLASE DEBE RECORRER HISTÓRICAMENTE Y, EN TODOS LOS VIRAJES DEL MISMO, DEFIENDE LOS INTERESES NO DE GRUPOS O DE CATEGORÍAS PARCIALES, SINO LOS DE TODA LA CLASE OBRERA.”


El Segundo Congreso de la Internacional Comunista (julio de 1920) tras constatar el desarrollo del movimiento revolucionario a nivel internacional planteó la necesidad de perfeccionar el trabajo de los partidos comunistas y para ello aprobó las “Tesis sobre la función del Partido Comunista en la Revolución Proletaria”. El documento es demasiado extenso para publicarlo íntegramente por eso En Marcha ha decidido hacerlo en dos entregas resumidas. La versión íntegra la pueden encontrar en nuestra página web: www.pcmle.org/ EM
1 El Partido Comunista es una parte de la clase obrera, y precisamente la parte más avanzada, más consciente, y, por consiguiente, más revolucionaria. El mismo se forma mediante la selección espontánea de los trabajadores más conscientes, más devotos, más lúcidos. El Partido Comunista no tiene intereses diferentes de los de la clase obrera. El Partido Comunista se distingue de la totalidad de los trabajadores porque posee una visión general del camino que la clase debe recorrer históricamente y, en todos los virajes del mismo, defiende los intereses no de grupos o de categorías parciales, sino los de toda la clase obrera. El Partido Comunista es la palanca organizadora y política con cuya ayuda la parte más avanzada de la clase obrera dirige en el recto camino a la masa del proletariado y del semiproletariado.
2 Hasta que el proletariado no haya conquistado el poder estatal, hasta que su dominio no se haya consolidado para siempre, haciendo imposible cualquier restauración burguesa, el Partido Comunista acogerá por regla general en su organización sólo a una minoría de trabajadores. Antes de tomar el poder y en la época de transición, el Partido Comunista puede, en circunstancias favorables, ejercer una influencia ideológica y política incontrastada sobre todas las capas proletarias y semiproletarias de la población, pero no puede reunirlas a todas en sus filas de manera organizada. Sólo después que la dictadura proletaria haya quitado a la burguesía los potentes medios de influencia como la prensa, la escuela, el parlamento, la iglesia, el aparato administrativo, etc., y sólo después que la derrota definitiva del régimen burgués sea una realidad evidente para todos, sólo entonces todos o casi todos los trabajadores entrarán en las filas del Partido Comunista.
3 Las nociones de partido y de clase deben ser distinguidas con el mayor cuidado. Los miembros de los sindicatos “cristianos” y liberales de Alemania, Inglaterra y otros países, pertenecen indudablemente a la clase obrera. También pertenecen sin duda a ella las asociaciones obreras más o menos considerables que siguen todavía a Scheidemann, a Gompers y a sus amigos. En ciertas condiciones históricas es muy posible que en el seno de la clase trabajadora subsistan numerosos grupos reaccionarios. La tarea del comunismo no consiste en adaptarse a estos elementos atrasados de la clase trabajadora, sino elevar a toda la clase trabajadora al nivel de su vanguardia comunista. La mezcolanza de estos dos conceptos partido y clase - puede llevar a los más graves errores y a la peor confusión...
4 La Internacional Comunista repudia de la manera más categórica la opinión de que el proletariado pueda realizar su revolución sin un partido político propio y autónomo. Toda lucha de clase es una lucha política. El objeto de esta lucha, que se transforma inevitablemente en guerra civil, es la conquista del poder político. Pero el poder político no puede ser tomado, organizado y dirigido más que por este o por aquel partido político. Sólo si el proletariado está encabezado por un partido organizado y probado, que persigue objetivos claramente definidos y que posee un programa de acción preciso para el próximo porvenir, tanto en el campo de la política interior como en el campo de la política exterior, sólo entonces la conquista del poder político no será un hecho fortuito y temporáneo, sino el punto de partida de un trabajo duradero para la edificación comunista, llevada a cabo por el proletariado.
5 La lucha de clase misma exige igualmente la centralización de la dirección de las diferentes formas del movimiento obrero (sindicatos, cooperativas, comités de fábrica, asociaciones culturales, elecciones, etc.). Dicho centro organizador dirigente no puede ser sino un partido político. Negarse a crearlo y reforzarlo, negarse a someterse a él, equivale a rechazar la unidad de dirección de las varias patrullas de proletarios, que actúan en diferentes campos de batalla. La lucha de clase del proletariado exige por último una agitación concentrada, que ilumine las diversas etapas de la lucha desde un punto de vista unitario y llame en cada momento la atención del proletariado sobre las tareas que le interesan en su conjunto; cosa que no puede realizarse sin un aparato político centralizado, es decir, sin un partido político...
6 La tarea más importante de un partido verdaderamente comunista es la de mantener un estrecho contacto con las masas más extensas del proletariado. Para lograr esto, los comunistas tienen que trabajar también en organizaciones que no son el partido, pero que abarcan extensas masas proletarias...
... Los comunistas consideran como tarea principal el trabajo sistemático de organización y educación dentro de estas organizaciones. Pero para que éste sea un trabajo fecundo, para que los enemigos del proletariado no se apoderen de estas organizaciones de masa, los trabajadores comu¬nistas dotados de conciencia de clase deben tener su partido comunista independiente y disciplinado, que actúa de manera organizada y que, en todas las circunstancias - y cualesquiera que sean las formas del movimiento - esté en condiciones de representar los intereses generales del comunismo.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Se dan a conocer los diarios de Beria, ¿serán verdaderos?

      Beria elkartea, asociación recién formada para el estudio de la vida política de Lavrenti Pavlovich Beria, nos envió ayer este artículo traducido de English pravda.ru (publicado el 5 de diciembre de 2011), que aunque como casi siempre reina la ''objetividad'', lo ha encontrado interesante por las citas de los diarios del dirigente soviético. Anteriormente, uno de los fundadores de Beria elkartea ya nos había enviado personalmente varios textos, entre ellos ''Beria'' del profesor Grover Furr (publicado en este blog el día 28 de noviembre de 2011).


Lavrenti Beria: un carnicero lleno de tristeza

      Lavrenti Beria, un sanguinario estadista de alto rango de la Unión Soviética durante la era de Iosif Stalin, compartió historias muy interesantes en sus diarios. Beria escribió particularmente sobre las cosas que estaban ocurriendo en la administración soviética varios años antes de la muerte de Stalin e inmediatamente después del acontecimiento que hizo época. El último registro que Beria hizo en sus diarios es el siguiente: ''Lo siento por la gente, pero vamos a tener que disparar''.

      Los diarios de Lavrenti Beria están a espera de ser publicados en Rusia. Han sido preparados para su publicación por el historiador Sergei Kremliov.

      El periódico Komsomolskaya Pravda publicó la tercera parte de los diarios de Beria, que fueron escritos entre 1949 y 1953. Durante el período de posguerra, el jefe de la policía secreta soviética estaba escribiendo mucho sobre su control del programa para construir la industria nuclear y las armas nucleares en la Unión Soviética.

      Por ejemplo, en agosto de 1949, Beria escribió que Stalin dudaba de que los científicos pudieran lograr algo en el campo. Sin embargo, el éxito de las ensayos nucleares hicieron cambiar de opinión a Stalin. El jefe de todas las naciones ordenó que premiaran a todos. Beria fue condecorado con la Orden de Lenin por la administración de las ensayos de la bomba nuclear. También recibió un diploma de honor y gratitud del Buró Político. Beria se quejó en su diario de que Stalin no le había condecorado con una segunda estrella del héroe de la Unión Soviética.

      ''Él no quería dármela. Todos tiene sólo una estrella. Si tuviera otra, eso me daría más honor. La gente me conocería más y me recordaría por más tiempo'' escribió Beria.

      En julio de 1950, Beria escribió orgulloso que el pueblo soviético construyó mucho durante los cinco años posteriores la Gran Guerra Patria.

      ''¡Estoy realmente sorprendido! ¡Nuestro pueblo puede mover montañas! ¡Y ellos las mueven!'' escribió.

      Un año más tarde, Beria escribió sobre el exitoso lanzamiento de perros al espacio de Sergei Koroliov.

      ''Yo le pregunté si se iba a lanzar a un hombre al espacio. Él ser rió y me dijo que necesitaría tiempo para eso. Él dijo que algún día enviaría a un hombre al espacio'' escribió Beria.

      En enero de 1953, Beria menciona el llamado ''caso de los médicos'' en sus registros. Por su escrito está claro que Beria estaba seguro de que las personas involucradas eran culpables.

      ''Esto no trata realmente sobre los médicos. Esto es sobre la negligencia - eso es lo importante. La negligencia lleva a la destrucción y la irresponsabilidad. Que conducen a la traición y a la ejecución directa de las operaciones enemigas'' escribió Beria.

      La investigación del ''caso de los médicos'' comenzó en 1948, cuando la doctora Lidia Timashuk puso la atención del KGB en los sospechosos métodos de tratamiento utilizados para Andrei Zhdanov. Los métodos supuestamente provocaron la muerte de Zhdanov. En enero de 1953, el caso tomó una máxima aceleración. Todos los sospechosos fueron absueltos completamente y aliviados de la persecución tras la muerte de Stalin.

      Beria no escribió nada sobre el período en el que Stalin se estaba muriendo. El 8 de marzo de 1953, tres días después de la muerte de su jefe, Beria escribió lo siguiente:

      ''Mañana enterraremos a Koba [Stalin – ed.]. No lo sé...'' y la frase queda inacabada.

      El historiador Sergei Kremliov no cree que Beria dejara de escribir por el estado de shock en el que se encontraba. Es más probable que sólo empezara a pensar cómo iba a cambiar su vida y cerrara el diario.

      En su último registro, con fecha del día 17 de junio de 1953, Beria escribió sobre las huelgas en Alemania.

      ''Nuestra estupidez, sus provocaciones, y uno tiene que disparar como resultado. Lo siento por la gente, pero vamos a tener que disparar''.

      El 26 de junio de 1953, Beria fue arrestado bajo los cargos de espionaje para Gran Bretaña para derrocar el poder soviético. El 23 de diciembre de 1953, Beria fue condenado a pena de muerte. Fue ejecutado el mismo día.

martes, 27 de diciembre de 2011

¿Qué supone ser comunista?

tomado de Euskal Herria sozialista (http://www.euskalherriasozialista.blogspot.com/)


Ser comunista


Un comunista no puede ser entendido en una forma abstracta, un súper héroe que al llegar a las filas del partido se encuentra desentendido de la realidad en la que se presenta.
Ser partidario del comunismo significa convertirse en un revolucionario integro, en una persona nueva que guiada por la ideología del proletariado aspira destruir el capitalismo y construir una sociedad donde no exista la explotación; es un ser humano que lucha por hacer realidad el reino de la satisfacción máxima de las necesidades materiales y culturales de los pueblos.
Es una mujer y un hombre sencillo y honesto, que sabe escuchar y resolver las necesidades de las masas, que combate con valor al imperialismo y sus lacayos, que antepone los intereses colectivos ante los individuales.
El militante comunista comprende a la ideología del proletariado como una ciencia y por ello tiene una amplia convicción revolucionaria, conoce e interpreta el marxismo leninismo para entender la realidad y trasformarla; a la vez, tiene un extenso conocimiento cultural y por ello recoge lo más alto del pensamiento humano y lo desarrolla a las nuevas condiciones.
El comunista recoge las características de la clase obrera, es un individuo disciplinado, solidario y organizado que no le tiene miedo a la muerte, pero comprende que para conseguir su liberación y la de los pueblos tienen que cuidar su vida para ponerla al servicio de la revolución y el socialismo.
Es un combatiente de primera fila contra las actitudes burguesas y pequeñas burguesas, contra el oportunismo y el individualismo; es un consecuente defensor de los postulados revolucionarios y se fortalece como el acero en medio del calor de la lucha de clases.
Es un líder que se vincula y aprende de la acción creadora de las masas, que sabe explicar las cosas más complejas de una forma sencilla y clara, utiliza la palabra como una herramienta de educación y agitación política. Comprende la importancia de la propaganda partidaria, no lo deja que se embodegue; vocea y difunde la prensa del Partido, es el corresponsal de las acciones que desarrolla su sitio de militancia y paga puntualmente las cuotas. Los comunistas vinculan la teoría y la práctica de una forma creativa, pelean contra el dogmatismo, el personalismo, el liberalismo y el burocratismo, su acción se basa en la consigna de: tarea trazada, tarea cumplida y evaluada.
Se preocupa por conseguir finazas para la organización, busca a los cotizantes, amigos y simpatizantes que puedan dar recursos para el avance del proceso revolucionario. Comprende que las masas serán las que realizaran la revolución y ellas mismas financiarán el derrocamiento del capitalismo, por lo que es el principal comandante en el impulso de las campañas financieras.
Es aquella persona que recluta audazmente a nuevos comunistas, que se preocupa en la construcción del Partido y en la elaboración de la política revolucionaria; comprende que la conquista del poder no es tarea sencilla, que existirán avances y victorias, pero también retrocesos y derrotas.
El comunista utiliza las distintas formas de lucha, tanto las legales como las ilegales, comprende que el levantamiento de todo el pueblo en armas conseguirá la trasformación social y nacional, por lo que se prepara para ello.
Es por eso que “los comunistas- según Stalin- somos de un temple especial. Estamos hechos de una trama especial. Nosotros formamos el ejército del gran estratega proletario, el ejército del camarada Lenin. No hay nada más alto que pertenecer a este ejército. No hay nada más alto que el título de miembro del Partido.”

El papel "neutral" de Gran Bretaña en la Guerra Civil Española

tomado de antorcha.org


¿Sabías que...

      ... el gobierno británico con su postura en su colonia gibraltareña durante julio y agosto de 1936 decantó a favor del ejército fascista todo el poder de la Armada anclada y actuante en aguas del Estrecho.

      En agosto de 1936 se firma el Acuerdo de No Intervención y Gran Bretaña afirmó que era neutral ante
la guerra (en realidad esto no era si no un apoyo a los franquistas, pues se declaró neutral ante un golpe de estado fascista y sanguinario contra una República democrática), pero para entonces todo el grueso de los barcos fascistas y las tropas mercenarias moras habían pasado por sus playas.

      Desde Tánger y rumbo a las cercanías de la colonia, decenas de miles de combatientes facciosos tomaron tierra peninsular con el beneplácito británico. Mientras tanto, Gibraltar prohíbe a los barcos republicanos comprar o recargar combustible en su puerto (teniendo en cuenta, además, que sólo quedó Cartagena y Málaga
en manos de la República, y este último puerto sin astilleros de reparación en el sur de la península).

      Y eso que Franco había amenazado el mismo 20 de julio a los británicos con bombardear Gibraltar si en sus puertos repostaban los buques comunistas. O tal vez por eso mismo.

      El día siguiente, el 21, en el juego del gato y el ratón, el subsecretario de asuntos exteriores británico da el permiso a las compañías de petróleo gibraltareñas para vender el crudo a sus clientes, sin especificar quién son dichos “clientes”, y esa tarde y la madrugada del 22, cuatro aviones fascistas bombardean a dos buques republicanos que estaban en reparación en Puente Mayorga (Bahía de Gibraltar) desde antes del alzamiento falangista.

      Ese mismo día Gran Bretaña podía haber roto con Franco y el fascismo por ser atacado su territorio, pero prefirió aliarse indirectamente con la maloliente fórmula de la No Intervención.

      La delegación gibraltareña de la compañía Oil Fuel D.L. estuvo dispuesta a vender petróleo a los barcos republicanos, pero su dirección en Londres contestó a la delegación que “estudiaría la medida antes de acordar la venta a presuntos revolucionarios y comunistas”.

      Mientras, los días transcurren a favor del fascio. Los comerciantes de carbón del puerto –filiales del monopolismo inglés-, chantajearon a la República exigiéndoles “La puesta en libertad de los presos (que eran oficiales de la Armada fascista, claro) detenidos en los barcos republicanos”. Ante la respuesta verdadera de que en esa zona no había un solo preso de la Armada, su representante dijo que “entonces, tampoco hay carbón”.

      Los días 23 y 24 de julio, el gobernador militar de Algeciras, Alfredo Kinderlán, se entrevistó en Gibraltar con un alto oficial británico. Este le entregó para la “España Nacional” varios barcos británicos sin registrar en puerto alguno (entregados en Portugal) y le dejó usar la línea telefónica gibraltareña, no pinchada por la República y desde la que Kinderlán habló personalmente con Mussolini, Hitler y Alfonso XIII para informarles de cómo se desarrollaba el golpe de estado fascista.

      El 10 de agosto, se hace oficial la “prohibición de entrada en sus puertos de ningún barco de guerra español”. A puestos de responsabilidad del mando gibraltareño, son enviados burócratas muy conservadores, para que la supuesta solidaridad obrera de la colonia no pudiera pasar de ninguna manera al bando de la República Democrática. Por si algo aún no quedaba tan claro como el agua pura, la máxima jerarquía militar y política de la Armada británica, sir Samuel Hare, dijo en agosto de 1936 “Nuestra neutralidad debe ser tal, que no permita una situación en la que los rusos ni oficial ni extraoficialmente ayuden a los comunistas. De ninguna manera debemos permitir que se refuerce el comunismo en España”. Para completar el teatro tétrico colaboracionista, tras estas declaraciones, el Parlamento Británico se tomó vacaciones y volvieron a tratar el asunto de la guerra española ¡¡en octubre de 1936!!. ((De los documentos desclasificados del Colonial Office y el British Foreing Policy y del libro del mando fascista Kinderlán, Mis cuadernos de guerra).