Agosto de 1936: masacre fascista en
Extremadura
Archivo de la Memoria
Histórica Republicana
Mérida resistió hasta el
11 de agosto de 1936, día en que la tomó el jefe de los fascistas
Asensio y, a continuación, Tella cortó la carretera y la línea férrea Madrid-Badajoz.
Los miembros del Comité de Defensa de la ciudad, encabezados por la
anarquista Anita López, fueron ejecutados. La mayoría de los niños, mujeres y
ancianos, todos ellos desarmados, se refugiaron en las ruinas del
Teatro Romano; cuando los moros entraron, decapitaron a casi todo el mundo y muchos cuerpos
fueron colgados al sol. A las niñas las violaban y a continuación
las mataron introduciéndoles la gumía o la bayoneta por la vagina y rajándolas.
Fosas comunes han sido
encontradas en Don Benito, Llerena, Villanueva de la Serena, Herrera
del Duque, Guareña, Jerez de Los Caballeros y Almendralejo.
En Zafra, era el propio
cura del pueblo, Juan Galán Bermejo, el que señalaba a los que se
debía ejecutar y declaró a Marcel Dany, periodista de la agencia Havas, que todavía no
hemos tenido tiempo de legislar cómo y de qué manera será
exterminado el marxismo en España. Por esta razón todos los
procedimientos de exterminio de esas
ratas son buenos, y Dios en su inmenso poder y sabiduría los
aplaude. A semejante personaje, que siempre llevaba la pistola bajo la sotana, se le atribuyen
750 fusilamientos.
El 13 comenzó el asalto a
Badajoz, defendido por 500 soldados y 3.000 milicianos inexpertos
dirigidos por el coronel Ildefonso Puigdendolas frente a 3.000 sublevados. La ciudad cayó
el 14 por la tarde. La aviación alemana e italiana bombardeó con
los Junker 52 que despegaban de los aeródromos portugueses sin que los sitiados
recibiesen ninguna ayuda de la aviación republicana.
El corresponsal de Le Temp
escribe el día 15 que los milicianos sospechosos detenidos son
inmediatamente ejecutados y da la cifra de 1.200 asesinados. A este corresponsal declara
Yagüe: Ha sido una espléndida victoria. Antes de seguir adelante
vamos a terminar la limpieza de Extremadura, ayudados por los falangistas. Los
milicianos capturados en el coro de la catedral fueron asesinados
ante el altar.
También fueron fusilados
los republicanos comandante Alonso y los coroneles Pastor Palacios y
Cantero. Puigdendolas logró huir con parte de sus hombres a Portugal pero serán
entregados por el gobierno de este país; Puigdendolas conseguirá
escapar y regresar a zona republicana.
Mario Neves relata en el
Diario de Lisboa:
Acabo de ser testigo de
auténticas escenas de desolación y horror de las que no me olvidaré
mientras viva. Cerca de los establos todavía pueden verse muchos cuerpos yaciendo como
resultado de la implacable justicia militar. En las avenidas
principales, una no muy larga mirada como la que he echado esta
mañana, muestra una larga hilera
de cadáveres insepultos tirados allí, los legionarios extranjeros y
las tropas moras que están encargados de las ejecuciones quieren que los cuerpos en las
calles para que sirvan de ejemplo, consiguiendo el efecto deseado.
Entre los falangistas que
protagonizaron la cacería de seres humanos destacan Mariano Ramallo;
el padre Lomba, encargado de realizar las listas de los que había que ejecutar;
Arcadio Carrasco, que con el tiempo sería nombrado Marqués de la
Paz (!) y presidente del Sindicato Vertical; y Jorge Pinto,
terrateniente de Olivenza, que hacía
bailar a las mujeres antes de matarlas abriéndolas en canal y
arrancándolas las tripas.
A los habitantes se les
llegó a marcar a fuego vivo como a las reses. Falangistas y moros
hacían apuestas entre ellos, y en la Plaza de Penacho estos últimos se divertían abriendo la
tripa de los prisioneros y metiendo la cabeza dentro.
Hasta tal punto llegó el
salvajismo que el propio Franco ordenó a Yagüe que se detuviesen
las castraciones; en efecto, los moros castraban a los cadáveres y los oficiales alemanes
hicieron fotos de los cuerpos como souvenir. Pero se siguió
realizando.
Masacre en la plaza de
toros
Durante los días 14 al 15
de agosto se produjo el que fue quizá el episodio más trágico de
toda la guerra. Miles de civiles fueron lidiados (sic) y rematados en la plaza de toros de
Badajoz.
El horror de semejante
carnicería ha sido históricamente ocultado por el bando vencedor y
casi ha caído en el olvido. La Guerra Civil trae a la memoria los nombres de Gandesa,
Gernika, Jarama, Brunete, Teruel, Guadalajara... pero no el de la
ciudad extremeña, protagonista de un acontecimiento que pone los pelos de punta; de los
8.000 fusilamientos que hubo en la ciudad, más de la mitad
sucedieron en el coso de Badajoz.
Muchos historiadores han
minimizado los acontecimientos. Según Hugh Thomas la cifra de
muertos no llegaba a dos mil; calculaba esta cifra a los veinte años del fin de la guerra y
utilizaba fuentes oficiales del régimen que, entre otras cosas,
olvidaron señalar que hasta se entregaron invitaciones para acudir a tan taurino festejo.
Yagüe ordenó el encierro
de los prisioneros, la mayoría civiles, en el coso de la plaza de
toros el día 14 de agosto de 1936. En los tendidos se instalaron focos para iluminar la
arena; en ese mismo tendido donde señoritos, falangistas,
terratenientes, señoritas cristianas y devotas de la alta sociedad,
monjas y frailes, entre ellos el
citado padre Lomba, aguardaban impacientes la orgía de sangre que se
avecinaba.
Entre los más despiadados
destacó un sargento moro de nombre Muley que se colocó un traje de
torero encima del suyo y comenzó la faena: usaba la bayoneta como estoque contra los
prisioneros y los mataba clavándoles el hierro en la cara y en el
cuello. Mientras, la gente de ley y orden daba los olés y los correspondientes aplausos
cuando los prisioneros eran banderilleados.
El espectáculo duró toda
la noche. Durante las primeras horas del día 15, el miliciano Juan
Gallardo Bermejo le arrebató la bayoneta a uno de los
legionarios-torero y lo mató. En ese momento
se retiraron de la arena moros y legionarios y comenzó un
ametrallamiento masivo.
Durante largo rato
silbaron las balas, hasta el extremo de que los tiradores fueron
reemplazados en varias ocasiones. No más de dos o tres personas
sobrevivieron de las más de 4.000 que
se hacinaban en el foso y que fueron a parar a fosas comunes.
Al amanecer del día 15,
se volvió a llenar la plaza de prisioneros y hacia las seis de la
mañana comenzó un nuevo tiroteo de ametralladoras que duró dos horas.
Las tropas moras saquearon
a los asesinados en busca de anillos (aunque hubiese que cortar
dedos), cadenas e incluso arrancaban las muelas de oro a golpe de bayoneta.
El gobierno portugués
entrega a los huidos
Durante los días
siguientes a la matanza en la plaza de toros, se siguió asesinando a
numerosas personas que se recogían por la provincia o huidos que
entregaba la dictadura portuguesa.
El 19 de agosto se
estrenaron las nuevas autoridades de la ciudad en un acto público en
el que fueron fusiladas 13 personas, siete españoles (entre ellos el alcalde Sinforiano
Madroñero y el diputado socialista Nicolás de Pablos) y seis
portugueses.
Tras la misa que
celebraron los sacerdotes se realizaron los fusilamientos mientras la
banda de música amenizaba el espectáculo. Los cuerpos estuvieron expuestos tres días y se
les colocó un letrero que decía: Estos son los asesinos de Badajoz.
Tiempo después de todos
estos acontecimientos, todavía continuaron las ejecuciones. Todos
los días, a las doce de la mañana, en la Plaza de Penacho se
asesinaba a los prisioneros mientras
se oía el himno de Falange y la Marcha Real. Los habitantes eran
obligados a contemplar el espectáculo; negarse equivalía a participar en el mismo.
Fascistas portugueses vinieron desde Elvas para regocijarse con la
función, en especial cuando, en vez de fusilar, los moros degollaban con la gumía.
La prensa recoge la
noticia
Naturalmente que los hemos
matado -me dijo-, ¿qué suponía Vd.? ¿Iba a llevar 4.000
prisioneros rojos en mi columna, teniendo que avanzar contra reloj?
¿O iba a dejarlos a mi
retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?. Esta fue la
respuesta que dio Yagüe al corresponsal del New York Herald, John
Whitaker.
Las primeras noticias de
la matanza de Badajoz la dieron los periodistas franceses Marcel Dany
y Jacques Berthel y el periodista portugués Mario Neves.
En 1937, el comandante
McNeil Moss negaba los hechos basándose en el testimonio de dos
voluntarios británicos de las tropas franquistas... ¡¡que no se
incorporaron a la guerra hasta el 9 de
septiembre de 1936!!
El periodista
norteamericano Jay Allen publicó el día 25 de agosto la crónica
Masacre en Badajoz en The Chicago Tribune y si bien utilizó
información del bando franquista y además
era partidario de éste, narró con veracidad lo que vio, por lo que
los rebeldes le acusaron de calumniador:
Esta es la historia más
dolorosa que por mi azar me tocó realizar [...] Hubo fuego, hay
cuerpos quemados. Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los legionarios
extranjeros del general Francisco Franco y los moros treparon sobre
los cuerpos de su propia muerte [...] miles fueron asesinados sanguinariamente después
de la caída de la ciudad [...] desde entonces de 50 a 100 personas
eran ejecutadas cada día. Los moros y legionarios están saqueando.
Pero lo más negro de
todo: la ‘policía internacional’ portuguesa está devolviendo
gran número de gente y cientos de refugiados republicanos hacia una
muerte certera por las descargas
de las cuadrillas rebeldes [...]
Aquí (en la plaza de la
catedral) ayer hubo un ceremonial y simbólico tiroteo. Siete líderes
republicanos del Frente
Popular fueron fusilados ante 3.000 personas [...] Todas las demás
tiendas parecían haber sido destruidas. Los conquistadores saquearon según llegaron. Toda esta
semana los portugueses han comprado relojes y joyería en Badajoz
prácticamente por nada [...] los que buscaron refugio en la torre de Espantaperros
(torre medieval de Badajoz) fueron quemados y fusilados.
De pronto vimos a dos
falangistas detener a un muchacho vestido con ropa de trabajo.
Mientras le agarran, un tercero le echa atrás la camisa;
descubriendo su hombro derecho se
podían ver las señales negras y azules de la culata del rifle. Aún
después de una semana se sigue viendo. El informe era desfavorable.
A la plaza de toros fui
con él. Fuimos entre vallas al ruedo en cuestión [...] Esta noche
llegará el pienso para el ‘show’ de mañana. Filas de hombres, brazos en aire. Eran
jóvenes, en su mayoría campesinos, mecánicos con monos. Están en
capilla.
A las cuatro de la mañana
les vuelven a llevar al ruedo por la puerta por donde se
inicia el ‘paseíllo’. Hay ametralladoras esperándoles.
Después de la primera
noche se creía que la sangre llegaba a un palmo por encima del suelo. No
lo dudo, 1.800 hombres(había mujeres también) fueron abatidos allí
en doce horas. Hay más sangre de la que uno pueda imaginar en 1.800 cuerpos.
Volvimos al pueblo pasando
por la magnífica escuela e instituto sanitario de la República. Los
hombres que los construyeron están muertos, fusilados como ‘negros’ porque
trataron de defenderlos. Pasamos una esquina, ‘hasta ayer había
aquí un gran charco de sangre renegrida’, dijeron mis amigos.
‘Todos los militares leales a la
República fueron ejecutados aquí, y sus cuerpos se dejaron durante
días a modo de ejemplo’. Les dijeron que salieran, así pues,
dejaron sus casas precipitadamente
para felicitar a los conquistadores y fueron fusilados allí mismo, y
sus casas saqueadas. Los moros no tenían favoritos.
El 27 de octubre de 1936
en La Voz de Madrid se daba a conocer lo sucedido.
A fecha marzo de 2007, el
número de cadáveres recuperados en las fosas extremeñas es ya
superior al de asesinados por los fascistas en toda la guerra en otros puntos de España.
¡Y aún no han sido localizados los enterramientos masivos de Mérida
y Badajoz!
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