Más radicales que Sortu
El autor señala que las filas de disidentes se nutren de los que no están de acuerdo con la renuncia del terrorismo y de los que creen que Sortu ha renunciado a los principios revolucionarios
Florencio Domínguez (es doctor en Ciencias de la Información y experto en asuntos de terrorismo)
El
indiscutible éxito electoral de las coaliciones organizadas entorno
a la antigua Batasuna a partir de 2011 deslumbró a propios y
extraños. La vuelta de la izquierda abertzale a las instituciones
resultó espectacular. Primero en las elecciones municipales, después
en las generales y, por último, en las autonómicas vascas.
Mucha
gente se desmoralizó cuando vio que unas listas que tenían como
núcleo principal al partido que había sido el brazo político de
ETA, connivente con el terrorismo durante décadas, recibía un
respaldo en las urnas tan importante, sin pagar un precio por sus
responsabilidades pasadas. Además, se incurrió en el error de
comparar los resultados de las coaliciones electorales (Bildu o
Amaiur) directamente con los que había tenido Batasuna en el pasado,
sin tener en cuenta que en esas listas había otros componentes, como
EA o Aralar, que tenían también su respaldo electoral y social.
Los
votos del nacionalismo radical (Batasuna, EA, Aralar) estaban ahí,
solo que agrupados por familias. Por eso, cuando se sumaron en 2011
los resultados fueron importantes porque agruparon electorados que
hasta entonces se expresaron por separado. Pero ni siquiera llegaron
a sumar todos los que tenían por separado: cuando Aralar se sumó a
la coalición que ya tenían Batasuna y EA, los votos totales se
quedaron por debajo de la suma que de los apoyos que tenía la
coalición, por un lado, y Aralar, por otro.
En
cualquier caso, los triunfos electorales deslumbraron y facilitaron
que no se vislumbraran desde fuera los problemas que ha tenido
Batasuna en su reconversión en Sortu. Una parte de la militancia de
la formación ilegalizada se quedó fuera del proceso que llevó a la
creación del nuevo partido, tal vez por desacuerdos, tal vez por
falta de motivación o por simple indiferencia. Los críticos con el
proceso de reconversión que ha dado lugar a Sortu reprochan a los
dirigentes de este partido, que en su mayoría son los mismos que los
del anterior, haber dejado en el camino a una parte de la militancia,
sin ganar nuevo respaldo a cambio.
Las
filas de los disidentes se nutren de los que no están de acuerdo con
la renuncia al terrorismo y de los que creen que Sortu se ha
convertido en un partido integrado en el sistema burgués y que ha
renunciado a los principios revolucionarios. Los desacuerdos con la
línea dominante en Sortu se han traducido en la aparición de
grupúsculos que están buscando crecer a cosa de los sectores
tradicionales de apoyo a la izquierda abertzale. No son grupos de
gran proyección pública ni de gran predicamento, pero están
tratando de minar a Sortu.
La
facción que más inquieta a los dirigentes de Sortu es un grupo
denominado Comités revolucionarios, Iraultzen Bilguneak (IBIL),
aparecido en el mes de octubre del pasado año. Algunos de los
impulsores más destacados de IBIL operan desde Navarra.
Este
grupo, que defiende la idoneidad de “todas las formas de lucha”,
reprocha a Batasuna haber renunciado a la “revolución socialista
vasca”, integrándose en el sistema capitalista. Consideran que la
promesa de un Estado vasco a cambio de abandonar las armas y “la
estrategia político militar” ha atraído a muchos
independentistas, pero critican que se trate de un “Estado vasco
burgués”.
IBIL
se ha mostrado como el de mayor intensidad de proselitismo dentro de
la izquierda abertzale y ello ha inquietado tanto a los dirigentes de
Batasuna-Sortu como a la propia ETA que han interpretado su actividad
como una amenaza para la línea política dominante.
Reproches
parecidos a los de IBIL formula otra organización, Kimetz, que se
define como comunista y marxista leninista. Este grupo no es reciente
ya que se constituyó en el año 2000. Sus miembros creen que ha
habido una claudicación de la izquierda abertzale que se ha
subordinado a la burguesía y que con la conferencia de Aiete “se
escenifica claramente y de la mano de los representantes del
imperialismo internacional la finalización de la etapa de
confrontación con el Estado y su bendición a la integración de la
izquierda abertzale en el selecto club de las organizaciones del
sistema”.
Sortu,
además, lleva pugnando los dos últimos años por hacerse con el
control de los presos, algo a lo que se resisten algunos abogados
habituales de los etarras y los componentes de un núcleo denominado
comité de coordinación que tradicionalmente se han ocupado de
canalizar las relaciones de los reclusos con el exterior y de
asegurarse el control político de los internos. Los diversos
intentos de la antigua Batasuna por extender su estrategia y control
hasta los presos se han visto obstaculizadas por este foco.
Hoy
por hoy estos núcleos sólo representan piedras en el zapato de la
izquierda abertzale, pero sus dirigentes no los pierden de vista para
que en el futuro no sean un problema mayor.
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