Los dos últimos meses de desarrollo de la revolución en Rusia (sobre todo en el período que ha sucedido a la conclusión de la paz con Alemania y al aplastamiento de la contrarrevolución burguesa en el interior de Rusia) pueden ser caracterizados como periodo de fortalecimiento del Poder Soviético en Rusia y de comienzo de la reestructuración planificada del régimen económico y social caduco sobre bases nuevas, socialistas.
La creciente nacionalización de las fábricas, la extensión
del control de las ramas principales del comercio, la nacionalización de los
Bancos, la actividad, cada día mayor y más rica por su diversidad, del Consejo
Supremo de la Economía Nacional, núcleo organizador de la sociedad socialista
ya próxima, son hechos elocuentes de la profundidad con que penetra el Poder
Soviético por los poros de la vida social. El Poder, en la parte central del
país, se ha convertido ya en un Poder auténticamente popular, nacido de las
entrañas de las masas trabajadoras. En ello reside la fuerza y la potencia del
Poder Soviético. Así lo perciben, evidentemente, hasta los intelectuales
burgueses antiguos enemigos del Poder Soviético, los peritos e ingenieros, los
empleados y, en general, los hombres de conocimientos especiales, que todavía
ayer saboteaban al Poder y hoy están dispuestos a servirle.
Sin embargo, en las regiones
periféricas, pobladas por elementos atrasados en sentido cultural, el Poder Soviético
todavía no ha conseguido ser tan popular. La revolución, comenzada en el
centro, se ha propagado con cierto retraso a las
regiones periféricas, sobre todo a las orientales. Las condiciones de
existencia y de idioma de estas regiones de la periferia que, de otro lado, se distinguen
por su atraso económico, han complicado en cierta medida la consolidación en
ellas del Poder Soviético. Para que el Poder sea allí popular, y las masas
trabajadoras socialistas, son necesarios, entre otras cosas, procedimientos
especiales de incorporación de las masas trabajadoras y explotadas de esas
regiones periféricas al proceso de desarrollo revolucionario. Es preciso elevar
a las masas hasta el Poder Soviético y fundir con él a sus mejores
representantes. Pero ello es imposible sin la autonomía de estas regiones
periféricas, es decir, sin organizar la escuela local, la justicia local, la
dministración local, los órganos locales de Poder, las instituciones sociales,
políticas y educativas locales con garantía de plenitud de derechos para la
lengua vernácula, para el idioma materno de las masas trabajadoras de la región
de que se trate, en todas las esferas del
trabajo social y político.
Con estas miras,
precisamente, ha proclamado el III Congreso de los Soviets el régimen
federativo de la República Soviética de Rusia.
Las agrupaciones
autonomistas burguesas, surgidas en noviembre y diciembre del año pasado en las
regiones de los tártaros del Volga, de los bashkires, de los kirguises, del
territorio del Turkestán, van siendo desenmascaradas poco a poco por la marcha de
la revolución.
Para apartar definitivamente
de ellas a “sus propias masas” y agruparlas alrededor de los Soviets, es
preciso “arrebatarles” la autonomía y limpiándola previamente de la basura burguesa,
convertirla, de autonomía burguesa, en autonomía soviética.
Las agrupaciones
nacionalistas burguesas exigen la autonomía para hacer de ella un arma de
sojuzgamiento de “sus propias masas”. Precisamente por eso, “reconociendo al Poder
Soviético central”, no quieren, al mismo tiempo, reconocer los Soviets locales
y exigen la no ingerencia en sus “asuntos interiores”.
En vista de ello, ciertos
Soviets locales han decidido rechazar por completo toda autonomía,
prefiriendo “solucionar” el problema nacional mediante las armas. Pero tal procedimiento
es enteramente inaceptable para el Poder Soviético.
Ese procedimiento sólo puede
servir para agrupar a las masas en torno a las altas esferas nacionales
burguesas y para presentar a esas altas esferas como salvadoras de la “patria”,
como defensoras de la “nación”, lo que no entra, en ningún caso, en los
cálculos del Poder Soviético.
No es la negación de la
autonomía, sino su reconocimiento la tarea inmediata del Poder Soviético. Ahora
bien, es necesario erigir esa autonomía sobre la base de los Soviets locales.
Sólo por tal procedimiento puede ser el Poder popular, y sólo así pueden las
masas considerarlo suyo.
En consecuencia, es
necesario que la autonomía no dé el Poder a las altas esferas de la nación
dada, sino a sus capas bajas. En ello reside todo el quid de la cuestión.
Precisamente por eso
proclama el Poder Soviético la autonomía del territorio tártaro-bashkir. Con
miras análogas se proyecta la proclamación de la autonomía del territorio
kirguís, del territorio del Turkestán y de otros. Y todo esto supeditado al
reconocimiento, sobre el terreno, de los Soviets de los distritos, de los
subdistritos y de las ciudades de estas regiones periféricas.
Hay que reunir los elementos
de juicio y los datos de todo género necesarios para determinar el carácter y
las formas de la autonomía de éstos territorios. Es necesario crear comisiones
de convocatoria de congresos constituyentes de los Soviets y de los órganos
soviéticos de los pueblos en cuestión, congresos que deben fijar los límites
geográficos de estas unidades autónomas.
Hay que convocar estos
congresos. Hay que efectuar ahora ya este trabajo previo necesario, a fin de
que el futuro Congreso de los Soviets de toda Rusia pueda redactar la
Constitución de la Federación Soviética de Rusia.
Los Soviets del territorio
tártaro-bashkir y los comisariados musulmanes adjuntos a ellos han puesto ya
manos a la obra. Entre el 10 y el 15 de abril se inaugurará en Moscú una
Conferencia de representantes de los Soviets y de los comisariados musulmanes
de Kazán, Ufá, Orenburgo y Ekaterinburgo, para crear la comisión de
convocatoria del Congreso Constituyente de los Soviets de Tártaro-Bashkiria.
En el territorio de
Kirguizia y en el Turkestán, el trabajo, en este sentido, no hace más que
comenzar. Los Soviets de estas regiones periféricas deben poner manos a la obra
sin más demora, incorporando al trabajo a todos los elementos soviéticos y
revolucionarios de los pueblos correspondientes. No debe admitirse ninguna
división en cuyas nacionales con representación de las “minorías” y de las
“mayorías” nacionales, como proponen ciertas agrupaciones nacionalistas
burguesas. Tal división no hace sino enconar la enemistad nacional, fortalece
las barreras entre las masas trabajadoras de las nacionalidades y cierra a los
pueblos atrasados el camino de la luz, de la cultura. La base de las
elecciones a los congresos constituyentes y los cimientos de la autonomía no
deben consistir en encasillar a las masas trabajadoras y democráticas de las
nacionalidades en distintos grupos nacionales, sino en unirlas en torno a las
organizaciones soviéticas correspondientes.
Así, pues, la tarea de los
Soviets es reunir elementos de juicio para esclarecer la cuestión de la
autonomía de las regiones periféricas, formar comisariados socialistas de las
nacionalidades, adjuntos a los Soviets, organizar comisiones de convocatoria
de los congresos constituyentes de los Soviets de las regiones autónomas,
convocar estos congresos, aproximar los sectores trabajadores de los pueblos en
proceso de autodeterminación a los órganos del Poder Soviético en las
regiones.
El Comisariado del Pueblo de
las Nacionalidades adoptará todas las medidas para facilitar a los Soviets de
las regiones periféricas esta ardua y responsable labor.
I. V. Stalin, comisario del
Pueblo.
Publicado el 9 de abril de 1918 en el núm. 61 de Pravda
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