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viernes, 15 de marzo de 2013

Stalin sobre la construcción del socialismo en Pravda

Una de las Tareas Inmediatas

      Los dos últimos meses de desarrollo de la revolución en Rusia (sobre todo en el período que ha sucedido a la conclusión de la paz con Alemania y al aplastamiento de la contrarrevolución burguesa en el interior de Rusia) pueden ser caracterizados como periodo de fortalecimiento del Poder Soviético en Rusia y de comienzo de la reestructuración planificada del régimen económico y social caduco sobre bases nuevas, socialistas.
      La creciente  nacionalización de las fábricas, la extensión del control de las ramas principales del comercio, la nacionalización de los Bancos, la actividad, cada día mayor y más rica por su diversidad, del Consejo Supremo de la Economía Nacional, núcleo organizador de la sociedad socialista ya próxima, son hechos elocuentes de la profundidad con que penetra el Poder Soviético por los poros de la vida social. El Poder, en la parte central del país, se ha convertido ya en un Poder auténticamente popular, nacido de las entrañas de las masas trabajadoras. En ello reside la fuerza y la potencia del Poder Soviético. Así lo perciben, evidentemente, hasta los intelectuales burgueses antiguos enemigos del Poder Soviético, los peritos e ingenieros, los empleados y, en general, los hombres de conocimientos especiales, que todavía ayer saboteaban al Poder y hoy están dispuestos a servirle.
      Sin embargo, en las regiones periféricas, pobladas por elementos atrasados en sentido cultural, el Poder Soviético todavía no ha conseguido ser tan popular. La revolución, comenzada en el centro, se ha propagado con cierto retraso a las regiones periféricas, sobre todo a las orientales. Las condiciones de existencia y de idioma de estas regiones de la periferia que, de otro lado, se distinguen por su atraso económico, han complicado en cierta medida la consolidación en ellas del Poder Soviético. Para que el Poder sea allí popular, y las masas trabajadoras socialistas, son necesarios, entre otras cosas, procedimientos especiales de incorporación de las masas trabajadoras y explotadas de esas regiones periféricas al proceso de desarrollo revolucionario. Es preciso elevar a las masas hasta el Poder Soviético y fundir con él a sus mejores representantes. Pero ello es imposible sin la autonomía de estas regiones periféricas, es decir, sin organizar la escuela local, la justicia local, la dministración local, los órganos locales de Poder, las instituciones sociales, políticas y educativas locales con garantía de plenitud de derechos para la lengua vernácula, para el idioma materno de las masas trabajadoras de la región de que se trate, en todas las esferas del trabajo social y político.
      Con estas miras, precisamente, ha proclamado el III Congreso de los Soviets el régimen federativo de la República Soviética de Rusia.
      Las agrupaciones autonomistas burguesas, surgidas en noviembre y diciembre del año pasado en las regiones de los tártaros del Volga, de los bashkires, de los kirguises, del territorio del Turkestán, van siendo desenmascaradas poco a poco por la marcha de la revolución.
      Para apartar definitivamente de ellas a “sus propias masas” y agruparlas alrededor de los Soviets, es preciso “arrebatarles” la autonomía y limpiándola previamente de la basura burguesa, convertirla, de autonomía burguesa, en autonomía soviética.
      Las agrupaciones nacionalistas burguesas exigen la autonomía para hacer de ella un arma de sojuzgamiento de “sus propias masas”. Precisamente por eso, “reconociendo al Poder Soviético central”, no quieren, al mismo tiempo, reconocer los Soviets locales y exigen la no ingerencia en sus “asuntos interiores”.
      En vista de ello, ciertos Soviets locales han decidido rechazar por completo toda autonomía, prefiriendo “solucionar” el problema nacional mediante las armas. Pero tal procedimiento es enteramente inaceptable para el Poder Soviético.
      Ese procedimiento sólo puede servir para agrupar a las masas en torno a las altas esferas nacionales burguesas y para presentar a esas altas esferas como salvadoras de la “patria”, como defensoras de la “nación”, lo que no entra, en ningún caso, en los cálculos del Poder Soviético.
      No es la negación de la autonomía, sino su reconocimiento la tarea inmediata del Poder Soviético. Ahora bien, es necesario erigir esa autonomía sobre la base de los Soviets locales. Sólo por tal procedimiento puede ser el Poder popular, y sólo así pueden las masas considerarlo suyo.
      En consecuencia, es necesario que la autonomía no dé el Poder a las altas esferas de la nación dada, sino a sus capas bajas. En ello reside todo el quid de la cuestión.
      Precisamente por eso proclama el Poder Soviético la autonomía del territorio tártaro-bashkir. Con miras análogas se proyecta la proclamación de la autonomía del territorio kirguís, del territorio del Turkestán y de otros. Y todo esto supeditado al reconocimiento, sobre el terreno, de los Soviets de los distritos, de los subdistritos y de las ciudades de estas regiones periféricas.
      Hay que reunir los elementos de juicio y los datos de todo género necesarios para determinar el carácter y las formas de la autonomía de éstos territorios. Es necesario crear comisiones de convocatoria de congresos constituyentes de los Soviets y de los órganos soviéticos de los pueblos en cuestión, congresos que deben fijar los límites geográficos de estas unidades autónomas.
      Hay que convocar estos congresos. Hay que efectuar ahora ya este trabajo previo necesario, a fin de que el futuro Congreso de los Soviets de toda Rusia pueda redactar la Constitución de la Federación Soviética de Rusia.
      Los Soviets del territorio tártaro-bashkir y los comisariados musulmanes adjuntos a ellos han puesto ya manos a la obra. Entre el 10 y el 15 de abril se inaugurará en Moscú una Conferencia de representantes de los Soviets y de los comisariados musulmanes de Kazán, Ufá, Orenburgo y Ekaterinburgo, para crear la comisión de convocatoria del Congreso Constituyente de los Soviets de Tártaro-Bashkiria.
      En el territorio de Kirguizia y en el Turkestán, el trabajo, en este sentido, no hace más que comenzar. Los Soviets de estas regiones periféricas deben poner manos a la obra sin más demora, incorporando al trabajo a todos los elementos soviéticos y revolucionarios de los pueblos correspondientes. No debe admitirse ninguna división en cuyas nacionales con representación de las “minorías” y de las “mayorías” nacionales, como proponen ciertas agrupaciones nacionalistas burguesas. Tal división no hace sino enconar la enemistad nacional, fortalece las barreras entre las masas trabajadoras de las nacionalidades y cierra a los pueblos atrasados el camino de la luz, de la cultura. La base de las elecciones a los congresos constituyentes y los cimientos de la autonomía no deben consistir en encasillar a las masas trabajadoras y democráticas de las nacionalidades en distintos grupos nacionales, sino en unirlas en torno a las organizaciones soviéticas correspondientes.
      Así, pues, la tarea de los Soviets es reunir elementos de juicio para esclarecer la cuestión de la autonomía de las regiones periféricas, formar comisariados socialistas de las nacionalidades, adjuntos a los Soviets, organizar comisiones de convocatoria de los congresos constituyentes de los Soviets de las regiones autónomas, convocar estos congresos, aproximar los sectores trabajadores de los pueblos en proceso de autodeterminación a los órganos del Poder Soviético en las regiones.
      El Comisariado del Pueblo de las Nacionalidades adoptará todas las medidas para facilitar a los Soviets de las regiones periféricas esta ardua y responsable labor.

      I. V. Stalin, comisario del Pueblo.


Publicado el 9 de abril de 1918 en el núm. 61 de Pravda

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