Extractos de la biografía de Juan Martín Luna, dirigente del PCE(r) y de los GRAPO
En Euskal Herria.
Tras la celebración del Congreso, es enviado a Euskadi, a los astilleros de Euskalduna de Bilbao para impulsar el trabajo partidista.
Desde el primer momento que llega a la nacionalidad, destaca entre el resto de los camaradas por su vitalidad y agudeza para situar a cada camarada y simpatizante en el lugar en que mejor pueda desempeñar su actividad.
Hacía todas las tareas, por difíciles que fueran, con un gran entusiasmo, optimismo y alegría, que contagiaba a quienes estaban a su lado. Vuelve a brillar su ímpetu como propagandista y dirigente de masas.
En las luchas que se sostuvieron en Euskal Herria contra los despidos en 1976, y que culminarán con la masacre de los obreros de Vitoria, Martín Luna, junto a sus compañeros de Euskalduna, se mantuvo en huelga durante dos meses, recibiendo personalmente el apoyo y la solidaridad de los vecinos de Barakaldo
y orientando a sus compañeros de trabajo sobre el único camino posible a seguir en la lucha por arrancar las reivindicaciones a los patronos: la organización independiente, la celebración de asambleas decisorias, la comisión de delegados para negociar con la patronal y la denuncia de los sindicatos amarillos.
Durante su estancia en Euskadi, la difusión de la propaganda aumentó cuatro veces y, en el terreno organizativo, se dio un gran salto, formándose diversos comités de fábrica en Euskalduna, Naval, Altos Hornos, Lemóniz y lográndose contactos con obreros de otras importantes fábricas de la zona.
Toda esta actividad estuvo, en gran medida, presidida por la actividad y la enorme capacidad de organización de este camarada.
En 1976, Martín Luna pasa a formar parte de la Comisión de Organización del Comité Central del Partido y, una vez más, tras la caída de diversos militantes de nuestro Partido en Euskadi, Galicia, y Andalucía en julio de 1976, vuelve a demostrar su capacidad de trabajo reorganizando las fuerzas diezmadas por la represión en Galicia y Euskadi y poniendo en pié en poco tiempo los organismos afectados por las caídas.
A finales de aquel año Manolo tendrá un hijo en Madrid, como tantos otros militantes comunistas de aquellos años, en la clandestinidad, sirviéndose de mil artimañas para poder llevar a la compañera a una clínica, y para poder poner en orden los papeles del nacimiento, operación que se complicaba al andar
todos con documentos falsos y bajo nombres supuestos.
Ingreso en los GRAPO.
Allá por 1977, después de haber pasado por la Comisión de Organización y ante las caídas que la guerrilla sufre, se decide a pedir su ingreso en los GRAPO. Quiere contribuir con su aportación a cubrir las bajas producidas. Su honestidad y espíritu de entrega le pide dar un paso más, y entra a militar en la
guerrilla.
El 27 de septiembre de ese año, al frente de un comando de los GRAPO ajustició al capitán de la Policía Armada Herguedas, responsable de uno de los pelotones de fusilamiento de los cinco antifascistas de ETA y FRAP en septiembre de 1975.
El 10 de octubre de 1977 es detenido junto a todo el Comité Central de nuestro Partido en Benidorm. Al salir de la casa, rodeada por varios cinturones de policías con metralletas, rifles, pistolas y toda la parafernalia policial, uno de ellos, al parecer un jerifalte gritaba desgañitándose mientras señalaba a Luna: ¡Cuidado con ese que es muy peligroso!
De esta detención Juan tuvo siempre un muy amargo recuerdo. La policía, en la DGS y durante los interrogatorios agarró a Octavio, su hijo de 10 meses, por los pies y le amenazó con estrellarlo contra la pared si no denunciaba a sus camaradas.
Juan se clavó las uñas en las palmas de las manos lleno de dolor y rabia y negaba con la cabeza. Su hijo lloraba, cabeza abajo, balanceándose en las manos del verdugo. Le reventaron los pies a golpes y lo llevaron a la celda a rastras entre dos grises policías.
Así describió la detención y las torturas a que fue sometido:
Nos despertaron por la mañana con un altavoz, dándonos un minuto para salir de la casa. Pero a los cinco segundos de esta advertencia estaban destrozando
la puerta y tirando botes de humo y gases lacrimógenos al interior de la vivienda, donde había un niño con nosotros.
Al intentar asomarnos a las ventanas exteriores para decir que ya salíamos, nos dispararon varias ráfagas de metralleta que dejaron sus señales en las paredes y en el techo de las habitaciones. Ni siquiera se molestaron en enseñarnos sus órdenes de detención. Nos bajaron rodando las escaleras y en la calle nos tumbaron en el suelo afirmando que nos iban a matar allí mismo.
Con los ojos vendados fuimos conducidos a la Comisaría de Alicante y, desde allí mismo nos trasladaron a la Dirección General de Seguridad de Madrid.
Los tres primeros días me golpearon continuamente para hacerme firmar que yo era militante del PCE(r) y de los GRAPO.
Cuando por fin fui llevado ante el juez Bermúdez, éste consideró que con aquella declaración no se me podía procesar, por lo que me devolvieron a la DGS, donde continuaron las torturas de todo tipo, como la barra, los golpes con la porra en los pies, etc.
Cuando llegaron a la cárcel de Carabanchel, tuvo que conseguirse unas babuchas tres números mayores que el suyo para que le entraran sus hinchados y amoratados pies.
(...)
Fuga de Zamora.
Tras varios intentos descubiertos, por fin, una noche de 17 de diciembre de 1979, los esfuerzos de los guerrilleros presos se vieron coronados de éxito al conseguir cinco combatientes abrirse paso por un túnel hacia la libertad. Abelardo Collazo, Francisco Brotons, Enrique Cerdán, Fernando Hierro y Juan Martín Luna, por este orden, consiguieron fugarse de la prisión de Zamora y asestar un terrible mazazo al fascismo.
Juan Martín Luna nos describe así los primeros momentos de su fuga:
Cuando asomé la cabeza recibí la sensación más agradable de mi vida. Salí y no vi a nadie delante de mí. Seguí el recorrido que habíamos fijado y me dirigí a Zamora. Había mucha oscuridad y apenas sí se veía por dónde pisaba. Delante de mi oía ladridos de perros, por lo que suponía que Fernando Hierro iría delante. Cuando llegué a las afueras de la ciudad estaba empapado de sudor y cansado.
Me imagino que me habrían dado por perdido y que habrían cambiado el plan inicial.
En vista de la situación me elaboré un plan que consistía en caminar en dirección norte hasta llegar a un punto de apoyo que tenía en León.
Durante dos días caminó sin pararse apenas, luchando contra el agotamiento de sus músculos y sus huesos, que se quedaban paralizados a causa del intenso frío. Continuando su relato nos cuenta:
Cuando cayó la noche llevaba 48 horas fuera, la nevada se hacía más intensa, escuchaba la radio; por ella supe que aunque nos estaban buscando intensamente se habían creído que teníamos apoyo exterior y los controles se centraban principalmente en las carreteras. Se me habían formado ampollas en los pies y me resultaba insoportable sostenerme en pié. Sin embargo, a gatas, aunque muy lento, lograba avanzar.
A las 10 de la mañana encontré una choza de las que usan los campesinos para guardar el arado. Había un pozo, bebí agua, limpié un poco las ropas que estaban llenas de barro y con unos sacos de abono y algunas maderas encendí un pequeño fuego que mantuve durante unas dos horas. Allí encontré un cubo de judías secas, supongo que para la semilla y comí de estas judías hasta saciar un poco el hambre.
Cuando más relajado estaba oí un ruido y vi a un campesino que se acercaba a la cabaña, Decidí hacerme el dormido y que el encuentro fuera lo más normal posible, Entró en la cabaña y se acercó a mí llamándome.
Respondí a su tercera llamada, me incorporé y le conté que había salido a cazar con unos vecinos de Benavente, que yo era de allí y que me había perdido. Al final de mi relato el campesino me preguntó si sabía donde estaba. Cuál no sería mi sorpresa cuando me enteré que estaba a escasa distancia de Zamora; entre la ciudad y la cárcel.
Este hombre me llevó campo a través hasta las afueras de Villalpando, me dio 5.000 pesetas y su dirección para que se las devolviera cuando pudiera.
Desde allí, en distintas etapas, Juan Martín Luna llegó hasta Guardo, un pequeño pueblo de la provincia de Palencia, en donde se refugió en los primeros momentos.
(...)
Oferta de paz.
Tras los asesinatos de Collazo y Cerdán y la detención de Hierro y Brotons sólo él queda de los que se fugaron de Zamora. La policía le busca con saña.
El domingo 5 de diciembre de 1982, a las 10 de la mañana, la radio daba la noticia: en Barcelona el dirigente guerrillero Juan Martín Luna había caído asesinado en una celada montada por la policía del recién estrenado gobierno socialista de Felipe González.
Todos sus camaradas sentimos como si nos hubieran asestado un fuerte golpe en la cabeza. Las lágrimas corrían por nuestra cara y también por los rostros curtidos de muchos obreros que conocieron a Manolo, que sintieron rabia y odio contra los asesinos y unas ganas locas de vengarle.
Hacía pocos días que los GRAPO habían vuelto a repetir su oferta de paz mediante el programa de Cinco Puntos y la contestación del gobierno socialista fueron cinco balas que dejaron sin vida a un dirigente obrero.
En el momento de su muerte, la organización armada en la que militaba (los GRAPO) había declarado una tregua en su actividad militar ante la reciente subida al poder del PSOE y para que realmente se llevara a cabo el cambio que tanto propugnaban, tregua que rompió el gobierno socialista con el asesinato de Martín Luna, poniendo de manifiesto la catadura moral de los nuevos gobernantes y señalando el camino que estos iban a emprender con su brazo armado, los GAL. Hoy todo el mundo puede ver claro en qué quedaron las promesas electorales de los mal llamados socialistas.
Grupos de RESISTENCIA Antifascista Primero de Octubre
ResponderEliminarBarkatu, benetan.
ResponderEliminarMea culpa, grave despiste.
Ya me dijo ayer un compa también.
Eskerrik asko,
ongi segi!