Hoy queremos recordar una fecha en la que el destino sonrió a cinco revolucionarios que consiguieron fugarse de la cárcel de Zamora. Ocurrió el 17 de diciembre de 1979, y a la acción se la denominó OPERACIÓN GAVIOTA. fue el resultado de un arduo trabajo de planificación y observación que permitió insuflar una gran dosis de moral revolucionaria al movimiento, al que entonces golpeaba con mucha dureza la represión.
Como dijera uno de los fugados, Francisco Miguel Brotons Beneito, ''en un proceso revolucionario, en el que la cosa no es lineal, en el que se viven muchos avances y retrocesos, y en el que además somos auténticos coleccionistas de derrotas, una victoria se vivía con una gran intensidad''.
El Estado fascista no podía, sin embargo, permitir semejante golpe a su prestigio, y puso todo de su parte para hacérselo pagar caro a estos hijos del Pueblo. Tres años después de la fuga, tres de los cinco dirigentes revolucionarios (Abelardo Collazo Arauxo, Enrique Cerdán, y Juan Martín Luna) habían sido asesinados por la Policía. Pero los otros dos, Francisco Miguel Brotons Beneito y Fernando Hierro Chomón, por el contrario, siguen entre nosotros afortunadamente, y nos ilustran cada día con sus experiencias y vivencias, haciéndonos ver que son un ejemplo a seguir.
A todos vosotros, los que no estáis y los que por suerte para nosotros nos seguís acompañando, gracias. Gracias por vuestro ejemplo, y gracias porque ha sido por vuestra lucha y entrega, junto con la de vuestros restantes compañeros las que han hecho posible que el Pueblo conozca conquistas y derechos para él.
Queremos acercaros mediante extractos sacados de una serie de biografías y entrevistas lo que aquella acción significó.
¡NUNCA EN EL OLVIDO!
¡LIBERTAD PRESOS
POLÍTICOS COMUNISTAS Y ANTIFASCISTAS!
Extracto de la biografía de Abelardo Collazo Arauxo:
A
mediados de diciembre de 1979 el túnel está prácticamente
concluido. Los camaradas que saldrán por él ultiman los detalles de
calzado, ropa y comida. Se reúnen y se trazan planes. Aunque sus
rostros no traslucen nada especial, se respira un cierto nerviosismo,
hay un ambiente tenso. Ha llegado el momento clave. El 17 de
diciembre es el día escogido.
Hasta
la cena todo ha sido normal. Al terminar sólo los veteranos pasean
por el patio, pese al frío. Los cinco camaradas ya están dentro del
túnel.
Han
entrado a las 8'15 y quince minutos después cambia la guardia de los
civilones de las garitas que repiten mecánicamente los movimientos
que han sido vigilados decenas de veces por el grupo de fuga. Se
quitan las últimas piedras, las últimas manotadas de tierra y
penetra por el túnel la claridad de la luna.
Sale
Abelardo que corre cuesta arriba por el monte que nace en el muro
mismo de la cárcel. Le siguen Brotons Beneyto, Cerdán Calixto,
Hierro Chomón y, por último, Martín Luna.
Todo
ha ido bien; los guardias civiles nada han notado. Disponen de un
mínimo de margen hasta las 9'15, aunque es más probable que
dispongan hasta las 12, hora en que se cierran las celdas.
Los
cinco se dividen en dos grupos. Collazo y Brotons parten juntos y
recorren en la primera noche cerca de 40 kilómetros por la vía del
tren, en dirección a Ponferrada. Hay que aprovechar el tiempo de que
se dispone de ventaja y alejarse el máximo posible.
Pese
a que van abrigados el frío les penetra hasta los huesos. Comienza a
llover y, poco después, a nevar: van empapados y ateridos de los
pies a la cabeza. Abelardo marca un paso firme y rápido,
acostumbrado desde niño a correr, a las largas marchas.
Durante
10 días siguen caminando en dirección a Galiza, durmiendo de día
en el monte, caminando de noche. Cada cierto tiempo se acercan a un
pueblo para avituallarse.
Extracto de la biografía de Juan Martín Luna:
Cuando asomé la cabeza recibí la sensación más agradable de mi vida. Salí y no vi a nadie delante de mí. Seguí el recorrido que habíamos fijado y me dirigí a Zamora. Había mucha oscuridad y apenas sí se veía por dónde pisaba. Delante de mi oía ladridos de perros, por lo que suponía que Fernando Hierro iría delante. Cuando llegué a las afueras de la ciudad estaba empapado de sudor y cansado.
Me
imagino que me habrían dado por perdido y que habrían cambiado el
plan inicial.
En
vista de la situación me elaboré un plan que consistía en caminar
en dirección norte hasta llegar a un punto de apoyo que tenía en
León.
Durante
dos días caminó sin pararse apenas, luchando contra el agotamiento
de sus músculos y sus huesos, que se quedaban paralizados a causa
del intenso frío. Continuando su relato nos cuenta:
Cuando
cayó la noche llevaba 48 horas fuera, la nevada se hacía más
intensa, escuchaba la radio; por ella supe que aunque nos estaban
buscando intensamente se habían creído que teníamos apoyo exterior
y los controles se centraban principalmente en las carreteras. Se me
habían formado ampollas en los pies y me resultaba insoportable
sostenerme en pié. Sin embargo, a gatas, aunque muy lento, lograba
avanzar.
A
las 10 de la mañana encontré una choza de las que usan los
campesinos para guardar el arado. Había un pozo, bebí agua, limpié
un poco las ropas que estaban llenas de barro y con unos sacos de
abono y algunas maderas encendí un pequeño fuego que mantuve
durante unas dos horas. Allí encontré un cubo de judías secas,
supongo que para la semilla y comí de estas judías hasta saciar un
poco el hambre.
Cuando
más relajado estaba oí un ruido y vi a un campesino que se acercaba
a la cabaña, Decidí hacerme el dormido y que el encuentro fuera lo
más normal posible. Entró en la cabaña y se acercó a mí
llamándome.
Respondí
a su tercera llamada, me incorporé y le conté que había salido a
cazar con unos vecinos de Benavente, que yo era de allí y que me
había perdido. Al final de mi relato el campesino me preguntó si
sabía donde estaba. Cuál no sería mi sorpresa cuando me enteré
que estaba a escasa distancia de Zamora; entre la ciudad y la cárcel.
Este
hombre me llevó campo a través hasta las afueras de Villalpando, me
dio 5.000 pesetas y su dirección para que se las devolviera cuando
pudiera.
Desde
allí, en distintas etapas, Juan Martín Luna llegó hasta Guardo, un
pequeño pueblo de la provincia de Palencia, en donde se refugió en
los primeros momentos.
Extracto de una entrevista de Cádiz Rebelde a Miguel Brotons Beneito:
Iñaki Álvarez: Y
llegamos al 17 de diciembre de 1.979, el día en que cinco presos de
los GRAPO llevásteis a cabo, con notable éxito, la fuga a la que
llamásteis Operación Gaviota. De los cinco que conseguísteis
escapar de la cárcel de Zamora, sólo sobrevivís dos: Fernando
Hierro Chomón, que ahora se encuentra preso en Francia, y tú. A los
otros tres los mató la Policía. Pasaron nueve meses hasta que te
volvieron a detener. ¿Cómo viviste esos nueve meses? ¿Qué supuso
para ti volver a sentirte libre?
Miguel Brotons:
Pues mira, Iñaki, esos nueve meses supusieron una etapa también muy
rica porque tuvimos que reorganizar los GRAPO, en mi caso.
Mientras otros compañeros
pasaron a militar en el Partido, yo pasé directamente a los GRAPO y
tuvimos que reorganizarlos porque, durante los años 1.978 y 1.979 se
habían producido muchas caídas, habíamos perdido los laboratorios,
toda la infraestructura de la Organización estaba prácticamente
destruida y nos dedicamos pacientemente a reconstruirla. Y la
conseguimos reconstruir en un período muy pequeño de tiempo.
Es más, se consiguió una
cosa que era verdaderamente difícil: reponer las fuerzas que se
habían gastado, que la represión había gastado. Porque durante una
batalla se pierden muchas fuerzas, sobre todo en nuestras
condiciones, en el caso de una organización revolucionaria.
Hay detenciones, hay
asesinatos, pero nosotros siempre hemos conseguido reponer esas
fuerzas. ¿Qué nos demuestra éso? Nos demuestra que sí tenemos una
base social; reducida, no tan grande como quisiéramos, pero tenemos
una base social que nos ha permitido permanentemente reponer esas
fuerzas.
Recuerdo que la fuga
significó una inyección de moral muy grande en el movimiento. Muy
grande en toda esa base social. gracias a esa fuga, por ejemplo,
muchísima gente pasó a militar en los GRAPO y en el PCE(r).
Iñaki Álvarez:
Vuestra fuga fue silenciada por los medios...
Miguel Brotons: Es
que, desde el mismo día de nuestro nacimiento, el Estado ha seguido
dos políticas con nosotros: la calumnia y el silencio.
Cuando hablaban de
nosotros era para calumniar, para lanzar esas ideas tan extrañas de
que si somos de aquí o de allá, que si tenemos unos oscuros
intereses, que si nos maneja no sé quién... Pero, por otra parte,
también han mantenido silencio, silencio no sólo ante nuestros
éxitos, sino también ante nuestros avances en cualquier ámbito.
Han tratado de
silenciarnos y cuando han hablado, lo han hecho para calumniarnos.
Bien, esa es la labor del enemigo y, por decirlo así, tiene todo su
derecho a hacerlo; es normal que lo haga así, y no nos asusta ni nos
preocupa en absoluto.
Lo que sí que es cierto
es que el tiempo que estuvimos en la calle después de la fuga lo
empleamos a fondo. Y se dieron una serie de condiciones que
permitieron que consiguiéramos avances, y se debieron precisamente a
eso, a la existencia de una base social y al hecho de que fue un
verdadero aldabonazo la cuestión de la fuga, una inyección de moral
para un sector de gente, ese sector de gente que tiene una relación
con nosotros, que nos conoce y que nos reconoce como gente que está
luchando y que está luchando por el pueblo y por los trabajadores.
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