EL
SURGIMIENTO DE LA IV INTERNACIONAL
Después
de su expulsión de la Unión Soviética en 1929, León Trotsky
comenzó a dar forma internacional a la oposición que venía
desarrollando contra el stalinismo.
A
esta tarea desarrollada por el gran luchador revolucionario,
corresponde atribuirle el mérito de haber mantenido vivas las
banderas leninistas del internacionalismo revolucionario
y de la democracia proletaria, de haber desarrollado una crítica
consecuente y generalmente acertada de los graves errores del
stalinismo que
contribuyeron a la frustración de la Revolución en Europa y de
haber tratado tesoneramente de construir una nueva vanguardia
proletaria. Pero también cabe
señalar en ella un error capital; que contribuye decisivamente a la
frustración de ese proyecto de desarrollar una nueva vanguardia
revolucionaria a
escala mundial.
León
Trotsky, aferrado a las tradiciones revolucionarias del marxismo en
Europa, no advirtió todo el profundo sentido de la definición de
Lenin, acerca de
que "la cadena imperialista se rompe por su eslabón más débil"
y no sacó todas las consecuencias de su propia teoría de la
Revolución Permanente. No comprendió,
en suma, que el eje de la revolución mundial se había desplazado a
los países coloniales y dependientes.
No
comprendió que, mientras en Europa la Revolución se estancaba y
retrocedía, en Asia, en cambio, continuaba en vigoroso ascenso,
dirigida por partidos y
hombres que, a pesar de militar formalmente en la III Internacional
Stalinista, supieron mantener viva la teoría y la práctica del
marxismo-leninismo, construir
sólidas organizaciones proletarias de vanguardia, y ponerse a la
cabeza de las masas oprimidas de sus países y conducirlas finalmente
a la victoria sobre
el capitalismo imperialista.
Sus
discípulos chinos, por ejemplo, llamaron varias veces su atención
sobre la correcta dirección de la guerra revolucionaria por Mao
Tsé-Tung, apoyada sobre
las masas campesinas oprimidas. Pero Trotsky lo esperaba todo de los
obreros urbanos y desconfiaba de los ejércitos campesinos dirigidos
por el Partido Comunista
Chino.
En
Vietnam, existió un partido trotskysta, relativamente fuerte y
prestigiado entre las masas, que en 1936 concurrió a elecciones en
Frente Único con el Partido
Comunista Indochino. Sin embargo, poco después se produce la ruptura
y los trotskystas vietnamitas llegaron a enfrentarse abiertamente con
el Partido de
Ho-Chi-Minh justamente cuando éste comienza a desarrollar la
guerrilla.
Trotsky
apenas prestó atención a estos importantes hechos, mientras
dedicaba un tiempo desmedido a las pequeñas disputas y problemas de
sus partidarios europeos,
especialmente franceses.
"Los
grupos minúsculos que no pueden ligarse a ningún movimiento de
masas no tardan en ser presa de la frustración. No importa cuánta
inteligencia y vigor puedan
poseer, si no encuentran aplicación práctica para una y otra cosa
están condenados a malgastar su fuerza en disputas escolásticas e
intensas animosidades personales
que desembocan en interminables escisiones y anatemas mutuos. Una
cierta dosis de tales riñas entre sectas ha caracterizado, por
supuesto, el progreso
de todo movimiento revolucionario. Pero lo que distingue al
movimiento vital de la secta árida es que el primero encuentra a
tiempo, y la segunda no,
la saludable transición de las disputas y las escisiones a la
auténtica acción política de masas."
"Las
disensiones similares a ésta, en las que prácticamente es imposible
separar lo personal de lo político, vinieron a ser una dolencia
crónica de la mayoría,
si no de la totalidad de los grupos trotskystas; el ejemplo francés
fue infeccioso porque, aparte de otras razones. París era ahora el
centro del
trotskysmo internacional. Las personalidades, por regla general,
tenían tan poco peso, los motivos de disensión eran tan
insignificantes y las disputas tan
tediosas, que ni siquiera la participación de Trotsky les confieren
suficiente importancia para que merezcan un lugar en su biografía".[2]
El
principal biógrafo de Trotsky refleja así, con toda precisión, las
características del trotskysmo en la época de su surgimiento y que
constituiría en él
un mal endémico. Lo que le falta precisar a Deutscher, aunque se
desprende claramente de sus palabras, es la raíz de clase de estas
características.
Ellas
constituyen una manifestación clarísima del individualismo
pequeño-burgués, propio de los intelectuales revolucionarios no
proletarizados por el desarrollo
del partido. Por esta razón encontramos, como señala acertadamente
Deucscher, tales características en los comienzos de codo movimiento
revolucionario, cuando
los intelectuales constituyen la mayoría o la totalidad de la
militancia.
Pero
cuando la vanguardia obrera penetra en sus filas, imprimiéndole su
sello de clase, la organización y sus componentes no obreros se
proletarizan y se
produce la "saludable transición a la acción política de
masas".
El
trotskysmo no pudo concretar tal transición por las razones ames
apuntadas. Mientras Trotsky concentraba sus esfuerzos en Europa y
"tales fruslerías devoraban
gran parte de su tiempo y de sus nervios", en China, en Vietnam,
en Corea, las masas se batían firmemente contra el imperialismo,
forjando en la
guerra sus organizaciones proletarias. ¡Cuánto más útil hubiera
sido allí el aporte de Trotsky, su invalorable experiencia,
atesorada en años de militancia revolucionaria,
templada en la Revolución de Octubre y la Guerra Civil!
Así,
agobiado por el triple peso del retroceso de las masas en Europa, la
persecución stalinista y sus propios errores, el trotskysmo siguió
desarrollándose al
margen de la práctica real de la lucha de clases.
Y
en esas circunstancias surge, precisamente, la IV Internacional,
fundada en 1938. Dejemos hablar otra vez a Deutscher:
"Durante
todo el verano de 1938 Trotsky se mantuvo ocupado en la preparación
del 'Proyecto del Programa' y de las resoluciones para el 'Congreso
Constituyente' de
la Internacional. En realidad éste fue sólo una pequeña
conferencia de trotskistas celebrada en la casa de Alfred Rosiner en
Perigny, una aldea cercana a
París, el 3 de setiembre de 1938. Estuvieron presentes 21 delegados
que decían representar a las organizaciones de 11 países."
"Naville
rindió el 'informe sobre los progresos realizados' que debían
justificar la decisión de los organizadores en el sentido de
proclamar la fundación de
la Cuarta Internacional. Sin proponérselo, sin embargo, Naville
reveló que la Internacional era poco más que una ficción: ninguno
de sus llamados Ejecutivos y
Burós Internacionales había sido capaz de trabajar durante los
últimos años. Las 'secciones' de la Internacional contaban con unas
cuantas docenas o, a
lo sumo, uno? cuantos centenares de miembros cada una."[3]
Mientras
vivió Trotsky, la IV logró mantener cierta unidad de acción.
Después de su asesinato, el 20 de agosto de 1940, las disputas y
escisiones se hicieron interminables
y atomizaron a la organización.
No
obstante, tras el XX Congreso del PC soviético, en el que el propio
Khruschev denunció los crímenes de Stalin, el trotskysmo
experimentó un cierto reflorecimiento.
En
nuestro V Congreso decíamos: "El resurgimiento del trotskysmo a
partir de la defenestración de Stalin en la URSS se ha polarizado en
la IV Internacional a
que pertenecemos, quedando al margen la casi totalidad de los grupos
aventureros y contrarrevolucionarios que se reivindican trotskistas.
Reconocidos por
el propio Partido Comunista de la Unión Soviética los aspectos
negativos de Stalin, ello constituyó una dramática confirmación de
las raíces sanas y
correctas del movimiento trotskysta y favoreció dos procesos
simultáneos: a) la reunificación de la mayoría del movimiento
trotskysta, entonces muy atomizado, debilitado
y desprestigiado, concretada en el Congreso de Reunificación de la
IV Internacional de 1963; b) La revitalización del trotskysmo por la
doble vía
de un nuevo y más amplio prestigio, que posibilitó el ingreso a sus
filas de la juventud revolucionaria y del traslado del eje de lucha
desde el enfrentamiento y
denuncia del stalinismo (...) hacia la problemática revolucionaria
contemporánea". (Minuta citada).
Las
esperanzas que entonces poníamos en la proletarización y renovación
del trotskysmo se han visto frustradas. Las manifestaciones más
claras de esta frustración
son tres: la composición de clase de la IV, la actividad fraccional
desarrollada contra nuestro Partido y el sostenimiento de posiciones
teóricas que
se apartan del marxismo-leninismo.
Honestamente, Gar, mucho más importante que saber la enésima división del movimiento trotskista es conocer la formación del movimiento comunista, y por qué el trotskismo es un revisionismo.
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