Tomemos, por ejemplo, los koljoses y los sovjoses. El 47,2% de toda su producción global es grano mercantil. En otras palabras: producen proporcionalmente más grano mercantil que las haciendas de los terratenientes de antes de la guerra. ¿Y las haciendas pequeñas y medianas de los campesinos? Sólo un 11,2% de su producción global es grano mercantil. Como veis, la diferencia es bastante elocuente.
Citaré algunas cifras que indican cuál era la estructura de la producción de cereales en el pasado, en el período de anteguerra, y cuál es actualmente, en el período posterior a Octubre. Estas cifras han sido facilitadas por el camarada Nemchínov, del Consejo de la Dirección Central de Estadística. Como advierte en su informe dicho camarada, estas cifras no pretenden ser absolutamente exactas y nos permiten sacar, únicamente, deducciones aproximadas. Pero, a pesar de todo, bastan para comprender la diferencia que hay entre el período de anteguerra y el período posterior a Octubre desde el punto de vista de la estructura de la producción de grano en general y de la producción de grano mercantil en particular.
¿Qué evidencia este cuadro?
Evidencia, en primer lugar, que la producción del grueso de los cereales ha pasado de los terratenientes y de los kulaks a los campesinos pequeños y medios. Esto indica que los campesinos pequeños y medios, después de haberse liberado totalmente del yugo de los terratenientes y de haber quebrantado, en lo fundamental, la fuerza de los kulaks, han conseguido la posibilidad de mejorar considerablemente su situación material. Este es el fruto de la Revolución de Octubre. Ello revela, ante todo, la ventaja decisiva que a las fundamentales masas campesinas ha dado la Revolución de Octubre.
El cuadro evidencia, en segundo lugar, que los principales poseedores de grano mercantil, en nuestro país, son los pequeños campesinos y, sobre todo, los campesinos medios. Lo cual significa que, como resultado de la Revolución de Octubre, la U.R.S.S. se ha convertido, no sólo desde el punto de vista de la producción global de grano, sino también desde el punto de vista de la producción de grano mercantil, en un país de pequeñas haciendas campesinas, y el campesino medio, en la "figura central" de la agricultura.
El cuadro evidencia, en tercer lugar, que la liquidación de las haciendas de los terratenientes (grandes haciendas), la reducción de las haciendas de los kulaks (grandes haciendas) a menos de la tercera parte y el paso a las pequeñas haciendas campesinas, que proporcionan tan sólo un 11% de grano mercantil, tenían forzosamente que conducir, como en efecto han conducido -- dada la ausencia de grandes haciendas sociales más o menos desarrolladas en la producción cerealista (koljoses y sovjoses) --, a un descenso vertical de la producción de grano mercantil en comparación con la anteguerra. Es un hecho que hoy, a pesar de haber alcanzado el nivel de produc- ción global de cereales de anteguerra, sólo contamos con la mitad de grano mercantil.
Esa es la causa fundamental de nuestras dificultades en el frente cerealista.
Por eso nuestras dificultades en los acopios de grano no pueden considerarse simple casualidad.
No cabe duda de que ha desempeñado también cíerto papel negativo el hecho de que nuestras organizaciones comerciales se comprometiesen, sin necesidad, a abastecer de grano a varias ciudades pequeñas y medianas, lo cual forzosamente tenía que disminuir, hasta cierto punto, las reservas de grano del Estado Pero no hay motivo para dudar de que la causa fundamental de nuestras dificultades en el frente cerealista no es esta circunstancia, sino el lento desarrollo de la producción mercantil de nuestra agricultura, en contraste con el redoblado incremento de la demanda de grano mercantil.
¿Cuál es la salida de esta situación?
Algunos ven la salida en el retorno a la hacienda del kulak, en el desarrollo y el fomento de la hacienda del kulak. Esa gente no se atreve a hablar del retorno a la hacienda del terrateniente, porque comprende, por lo visto, que es peligroso hablar de estas cosas en nuestros tiempos. Y prefieren hablar de la necesidad de desarrollar por todos los medios la hacienda del kulak en interés . . . del Poder Soviético. Esa gente cree que el Poder Soviético puede apoyarse, al mismo tiempo, en dos clases antagónicas: en la clase de los kulaks, cuyo principio económico es la explotación de la clase obrera, y en la clase de los obreros, cuyo principio económico es acabar con toda explotación. Es un cubileteo digno de reaccionarios.
No merece la pena pararse a demostrar que estos "planes" reaccionarios no tienen nada que ver ni con los intereses de la clase obrera, ni con los principios del marxismo, ni con las tareas del leninismo. Esta palabrería acerca de que el kulak "no es peor" que el capitalista de la ciudad, de que el kulak no representa, ni mucho menos, un peligro mayor del que representa en la ciudad el nepman y de que, por lo tanto, no tenemos por qué "temer" ahora a los kulaks, son huera cháchara liberal, que adormece la vigilancia de la clase obrera y de las fundamentales masas campesinas. No debe olvidarse que si en la industria podernos oponer al pequeño capitalista de la ciudad la gran industria socialista, que proporciona las nueve décimas partes del total de artículos manufacturados, a la gran producción kulakista en el campo sólo podemos oponer hoy, en el plano de la producción, unos koljoses y unos sovjoses débiles aún, que producen ocho veces menos grano que las haciendas de los kulaks. No comprender la importancia de la gran hacienda kulakista en el campo, no comprender que el peso relativo de los kulaks en el campo es cien veces mayor que el peso relativo de los pequeños capitalistas en la industria de la ciudad, significa perder el juicio, romper con el leninismo y desertar al campo de los enemigos de la clase obrera.
Así, pues, ¿cuál es la salida de esta situación?
1) La salida es, ante todo, pasar de las pequeñas haciendas campesinas, atrasadas y dispersas, a haciendas unificadas, grandes, sociales, dotadas de máquinas, pertrechadas con los adelantos de la ciencia y capaces de producir la máxima cantidad de grano mercantil. La salida es pasar de la hacienda campesina individual a la hacienda agrícola colectiva y social.
Lenin exhortó al Partido a organizar koljoses ya en los primeros días de la Revolución de Octubre. Desde entonces, nuestro Partido no ha cesado de propagar la idea de los koljoses. Sin embargo, este llamamiento no ha encontrado eco entre las masas hasta los últimos tiempos. Ello se debe, ante todo, a que el gran desarrollo adquirido en el campo por las sociedades cooperativas ha preparado el viraje a favor de los koljoses en la mentalidad de los campesinos; además, la existencia de koljoses que dan ya hoy una cosecha de 150 a 200 puds por desiatina, de los cuales del 30 al 40% son de grano mercantil, ha hecho que los campesinos pobres y las capas inferiores de los campesinos medios se sientan atraídos fuertemente hacia los koljoses.
Otra circunstancia que ha influido también bastante es que hasta los últimos tiempos el Estado no ha podido financiar en serio el movimiento koljosiano. Sabido es que este año el Estado ha asignado para ayuda a los koljoses el doble que el año pasado (más de 60 millones de rublos). El XV Congreso del Partido tenía mil veces razón al reconocer que habían madurado ya las condiciones para un movimiento koljosiano de masas y que el fortalecimiento del movimiento koljosiano era uno de los medios más importantes para elevar en nuestro país el porcentaje de la producción de grano mercantil.
En 1927, la producción global de cereales en los koljoses ascendió, según datos de la Dirección Central de Estadística, a 55 millones de puds, como mínimo, con una media de un 30% de grano mercantil. La amplia campaña de organización de nuevos koljoses y de desarrollo de los ya existentes, iniciada a comienzos de este año, debe dar, a finales del mismo, un aumento considerable de la producción de grano en los koljoses. La tarea consiste en mantener el ritmo actual de desarrollo del movimiento koljosiano, en agrandar los koljoses, en eliminar los koljoses ficticios, sustituyéndolos por koljoses verdaderos, y en establecer un régimen en virtud del cual los koljoses entreguen a las organizaciones del Estado y a las cooperativas todo el grano mercantil, bajo la amenaza de privarles, en caso con- trario, de las subvenciones y de los créditos del Estado. Creo que, observando estas condiciones, podríamos lograr que, en el término de tres o cuatro años, los koljoses nos suministrasen unos 100 millones de puds de grano mercantil.
A veces, se contrapone el movimiento koljosiano al movimiento cooperativo, suponiendo, por lo visto, que los koljoses son una cosa y la cooperación otra. Eso, naturalmente, es equivocado. Hay quienes llegan, incluso, a contraponer los koljoses al plan de cooperación de Lenin. Huelga decir que esa contraposición no tiene nada de común con la verdad. En realidad, los koljoses son una modalidad de la cooperación, la modalidad más destacada de las cooperativas de producción. Hay cooperativas de venta, cooperativas de abastecimiento y cooperativas de producción. Los koljoses constituyen una parte integrante, inseparable, del movimiento cooperativista en general y del plan de cooperación formulado por Lenin en particular. Llevar a la práctica el plan de cooperación formulado por Lenin supone elevar a los campesinos, de las cooperativas de venta y de abastecimiento, a las cooperativas de producción, a la cooperación koljosiana, por decirlo así. A ello se debe, entre otras razones, que los koljoses comenzasen a surgir y a desarrollarse en nuestro país sólo como resultado del desarrollo y del fortalecimiento de las cooperativas de venta y de abastecimiento.
2) La salida es, en segundo lugar, desarrollar y consolidar los viejos sovjoses, organizar y desarrollar nuevos grandes sovjoses. La producción global de grano en los sovjoses existentes ascendió en 1927, scgún los datos de la Dirección Central de Estadística, a 45 millones de puds, como mínimo, con un 65% de producción mercantil. Es indudable que, con cierto apoyo del Estado, los sovjoses podrían aumentar considerablemente la producción de grano.
Pero la tarea no se limita a lo dicho. El Poder Soviético ha dispuesto que en las zonas de tierras no parceladas se organi cen grandes sovjoses nuevos (de 10 a 30 mil desiatinas cada uno), que deberán dar, dentro de cinco o seis años, 100 millones de puds de grano mercantil. La organización de estos sovjoses se ha emprendido ya. La tarea consiste en llevar a la práctica, cueste lo que cueste, esa disposición del Poder Soviético. Creo que, si se cumplen esas tareas, de aquí a tres o cuatro años podremos obtener de los viejos y los nuevos sovjoses de 80 a 100 millones de puds de grano mercantil.
3) La salida es, por último, elevar sistemáticamente las cosechas de las haciendas campesinas individuales pequeñas y medianas. Nosotros no podemos ni debemos apoyar a la gran hacienda individual kulakista. Pero sí podemos y debemos apoyar a las pequeñas y medias haciendas individuales de los campesinos, elevando sus cosechas y encauzándolas hacia la organización cooperativa Es ésta una vieja tarea, proclamada ya por nosotros con especia linsistencia en 1921, al sustituir el sistema de contingentación por el impuesto en especie. Esta tarea fue confirmada por nuestro Partido en el XIV[63] y en el XV Congresos. La importancia de esta tarea resalta ahora ante las dificultades en el frente cerealista. Por ello debe ser cumplida con la misma tenacidad con que se cumplirán las dos tareas anteriores: la referente a los koljoses y la relativa a los sovjoses.
Todos los datos indican que, a la vuelta de pocos años, se podría elevar la cosecha por hectárea de las haciendas campesinas en un 15-20%. Actualmente, se emplean en nuestro país no menos de 5 millones de arados primitivos. Su simple sustitución por arados modernos podría dar un aumento muy considerable de la producción de cereales en el país. No hablo ya de lo que reportaría proporcionar a las haciendas campe- sinas un mínimo de abonos, de semillas limpias, de maquinaria pequeña, etc. El sistema de la contratación, el método de firmar contratos con aldeas y pueblos enteros para dotarlos de semillas, etc., con la condición obligatoria de que ellos entreguen determinada cantidad de cereales, este método es el mejor para elevar la cosecha por hectárea de las haciendas campesinas y llevar a los campesinos al cauce de la cooperación. Creo que, si trabajamos seriamente en este sentido, de aquí a tres o cuatro años podremos lograr que las haciendas campesinas individuales pequeñas y medianas den, complementariamente, no menos de 100 millones de puds de grano mercantil.
Así, pues, si todas estas tareas se cumplen, dentro de tres o cuatro años nuestro Estado podrá disponer de 250 a 300 millones de puds de grano mercantil complementarios, cantidad poco más o menos suficiente para maniobrar como es debido, tanto dentro como fuera del país.
Tales son, a grandes rasgos, las medidas necesarias para vencer las dificultades en el frente cerealista.
Combinar estas medidas fundamentales con las medidas corrientes encaminadas a mejorar la planificación del abastecimiento del campo con mercancías, eximiendo a nuestras organizaciones comerciales del deber de suministrar grano a toda una serie de ciudades pequeñas y medianas: tal es la tarea que actualmente se nos plantea.
¿No convendría adoptar, a la par con éstas, otras medidas, como, por ejemplo, las encaminadas a amortiguar el ritmo del desarrollo de nuestra industria, que origina, a su vez, un aumento acelerado de la demanda de grano que supera, hoy por hoy, la producción de grano mercantil? No, no convendría. ¡De ninguna manera! Amortiguar el ritmo de desarrollo de la industria significaría debilitar a la clase obrera, pues cada pa- so en el desarrollo de la industria, cada nueva fábrica, son, según la expresión de Lenin, una "nueva fortaleza" de la clase obrera, que refuerza las posiciones de ésta en la lucha contra las fuerzas ciegas pequeñoburguesas, contra los elementos capitalistas de nuestra economía. Por el contrario, debemos mantener el ritmo actual del desarrollo de la industria y, en cuanto se nos presente la ocasión, acelerarlo, para inundar de mercancías el campo y sacar de él más grano, para dotar de maquinaria a la agricultura, y sobre todo a los koljoses y sovjoses, para industrializar la agricultura y elevar su producción mercantil.¿No sería, tal vez, conveniente, para mayor "precaución", frenar el desarrollo de la industria pesada y hacer de la industria ligera, que produce, fundamentalmente, para el mercado campesino, la base de nuestra industria? ¡De ninguna manera! Esto sería un suicidio; sería minar toda nuestra industria, comprendida la misma industria ligera. Esto sería abandonar la consigna de industrialización de nuestro país, sería convertirlo en un apéndice del sistema mundial de la economía capitalista.
Al decir esto, partimos de las conocidas tesis de orientación dadas por Lenin en el IV Congreso de la Internacional Comunista[64] y que son absolutamente obligatorias para todo nuestro Partido. He aquí lo que dijo a este propósito Lenin en el IV Congreso de la Internacional Comunista:"Para Rusia, la salvación no está solo en una buena cosecha en la economía campesina -- esto es insuficiente --, ni, tampoco, sólo en el buen estado de la industria ligera, que proporciona al campesinado artículos de consumo -- esto también es insuficiente --; necesitamos, además, industria pesada ".Y en otro lugar:
"Economizamos en todo, hasta en escuelas. Y debe ser así, porque sabemos que sin salvar la industria pesada, sin restaurarla, no podremos construir ninguna industria, y sin industria sucumbiríamos como país independiente" (t. XXVII, pág. 349).
Estas indicaciones de Lenin no deben olvidarse.
¿Cómo repercutirán en la alianza de los obreros con los campesinos las medidas trazadas? Opino que estas medidas pueden únicamente contribuir al fortalecimiento de la alianza entre los obreros y los campesinos.
En efecto, si los koljoses y los sovjoses se desarrollan a ritmo acelerado; si, como resultado de la ayuda directa prestada a los campesinos pequeños y medios, aumenta la cosecha por hectárea en sus haciendas y la cooperación abarca a masas de campesinos más y más vastas; si el Estado obtiene nuevos cientos de millones de puds de grano mercantil, que necesita para maniobrar; si, como fruto de todas estas medidas y de otras análogas, se tiene a raya a los kulaks y se les va venciendo poco a poco, ¿no es evidente que se irán suavizando cada vez más las contradicciones entre la clase obrera y el campesinado dentro de la alianza de los obreros con los campesinos, irá desapareciendo la necesidad de aplicar medidas extraordinarias para los acopios de cereales, las grandes masas campesinas irán virando más y más hacia las formas colectivas de explotación de las haciendas y la lucha por vencer a los elementos capitalistas en el campo adquirirá un carácter cada vez más masivo y más organizado?
¿No es evidente que, con estas medidas, la alianza entre los obreros y los campesinos sólo puede salir ganando?
Debe tenerse presente, sin embargo, que la alianza entre los obreros y los campesinos, en las condiciones de la dictadura del proletariado, no es una simple alianza. Es una forma especial de alianza de clase entre la clase obrera y las masas trabajado- ras del campesinado, alianza cuyo objetivo es: a) fortalecer las posiciones de la clase obrera; b) asegurar el papel dirigente de la clase obrera dentro de esta alianza; c) suprimir las clases y la sociedad de clases. Toda otra interpretación de la alianza entre los obreros y los campesinos es oportunismo, menchevismo, eserismo, cualquier cosa menos marxismo, menos leninismo.
¿Es compatible la idea de la alianza entre los obreros y los campesinos con la conocida tesis de Lenin de que el campesinado es "la última clase capitalista"? ¿No hay en esto una contradicción? La contradicción es sólo aparente, imaginaria. En realidad, no hay ninguna contradicción. En el informe hecho ante el III Congreso de la Internacional Comunista[65], en el que caracteriza al campesinado como "la última clase capitalista", en ese mismo informe Lenin argumenta una y otra vez la necesidad de una alianza entre los obreros y los campesinos, declarando que "el principio supremo de la dictadura es mantener la alianza entre el proletariado y el campesinado, para que el proletariado pueda conservar el papel dirigente y el Poder estatal". Es evidente que Lenin, en todo caso, no veía en esto ninguna contradicción.
¿Cómo se debe interpretar la tesis de Lenin de que el campesinado es "la última clase capitalista"? ¿Quiere esto decir que el campesinado lo integran capitalistas? No, no quiere decir eso.
Quiere decir, en primer lugar, que los campesinos con haciendas individuales son una clase especial, cuya economía se basa en la propiedad privada sobre los instrumentos y medios de producción y que, por tanto, se distingue de la clase proletaria, que edifica la economía basándose en la propiedad colectiva sobre los instrumentos y medios de producción.
Quiere decir, en segundo lugar, que los campesinos con haciendas individuales son una clase de cuyo seno brotan, nacen y se destacan capitalistas, kulaks y explotadores de todo género.
¿No es esta circunstancia un obstáculo invencible para la organización de la alianza de los obreros y campesinos? No, no lo es. La alianza del proletariado con el campesinado, en las condiciones de la dictadura del proletariado, no es una alianza con todo el campesinado. La alianza del proletariado con el campesinado es la alianza de la clase obrera con las masas trabajadoras del campesinado. Y esta alianza no puede verse realizada si no se lucha contra los elementos capitalistas del campesinado, si no se lucha contra los kulaks. Esta alianza no puede ser sólida si no se organiza a los campesinos pobres, como puntal de la clase obrera en el campo. Por eso, en las actuales condiciones de la dictadura del proletariado, la alianza de los obreros y los campesinos sólo puede realizarse de acuerdo con la conocida consigna de Lenin: apoyarse en los campesinos pobres, establecer una sólida alianza con los campesinos medios y no cejar ni un instante en la lucha contra los kulaks. Sólo poniendo en práctica esta consigna, podremos atraer a las fundamentales masas campesinas al cauce de la edificación socialista.
Ya veis que la contradicción entre las dos fórmulas de Lenin no es más que una contradicción aparente, imaginaria. En realidad, no hay entre ellas ninguna contradicción.
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