La sublevación de Cronstadt
(segunda parte)
V. Chernov, dirigente de los eseristas, propuso a los facciosos ayuda en hombres y su mediación ante las potencias extranjeras para asegurar víveres a los insurrectos. El contrarrevolucionario Centro administrativo en la emigración recibió de C. Bajmetiev, ex embajador del zar en los Estados Unidos 25.000 dólares y los envió a Cronstadt. Además, el Centro administrativo mandó desde París 50.000 francos y estableció contacto con los banqueros e industriales rusos que se hallaban en París para organizar suministros de víveres a los sublevados.
Al propio tiempo los mencheviques, eseristas, anarquistas y el grupo ilegal de los Apoderados de la asamblea de representantes de las fábricas de Petrogrado hacían propaganda entre los obreros de la ciudad en favor de los rebeldes.
Cuando los sublevados rechazaron todos los intentos de llegar a un arreglo en el conflicto, el 5 de marzo, el Consejo Militar Revolucionario de la República les comunicó la orden de entregar las armas en 24 horas. El plazo fue luego prolongado por otras 24 horas. Los facciosos no cumplieron la orden. Entonces, el Ejército Rojo, al mando de M. Tujachevski, abrió las hostilidades.
Los sublevados contaban con destacamentos de marinos bien armados, una fortaleza naval de primer orden y potente artillería. Se acordó emprender el asalto a la fortaleza con ayuda de unidades de tierra desde el hielo que rodeaba los fuertes.
El primer ataque emprendido en la noche del 7 al 8 de marzo, no tuvo éxito. Participaron en el asalto decisivo 300 delegados al X Congreso del Partido bolchevique, que se integraron en las unidades del 7º Ejército y desplegaron una enérgica labor política entre la tropa y los Estados Mayores.
El 15 de marzo, M. Tujachevshki, jefe del ejército, dio la orden de comenzar el asalto a Cronstadt, y en la noche del 16 al 17 de marzo, después de una poderosa preparación de artillería, las unidades del Ejército Rojo avanzaron por el hielo para el asalto.
A las seis de la mañana, los combatientes irrumpieron en la fortaleza y la ciudad. Los comunistas que quedaban en los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, unidos a la parte consciente de los marinos prendieron a los del Comité faccioso y a los oficiales y entregaron los buques a las tropas que avanzaban.
Hacia la mañana del 18 de marzo, la ciudad y la fortaleza estaban completamente libres de sublevados, y los cabecillas del Comité revolucionario, lo mismo que los oficiales blancos habían huido a Finlandia.
Los comunistas presos por los insurrectos, entre ellos N. Kuzmin, comisario de la Flota del Báltico y P. Vasiliev, presidente del Soviet de Cronstadt, fueron puestos en libertad. En la ciudad y la fortaleza volvió a instaurarse el orden revolucionario.
Tuvieron lugar varios procesos instruidos contra los participantes en la sublevación.
En noviembre de 1921, el Gobierno de los Soviets, en conmemoración del IV aniversario de la Revolución Socialista de Octubre, liberó de todo castigo a los obreros y campesinos arrastrados a la sublevación con ayuda del engaño o la fuerza o por su poca conciencia. Al cabo de un año el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia promulgó la segunda amnistía, que se extendió a todos los participantes de filas en la insurrección. A los que habían huido al extranjero se les concedió la posibilidad de regresar.
Tan sólo los cabecillas de los facciosos se quedaron en la emigración y formaron un grupo de conspiradores mercenarios que ofrecían sus servicios a los medios reaccionarios de la emigración.
Lenin calificó la sublevación de Cronstadt como una expresión de los elementos anárquicos pequeñoburgueses. El 8 de marzo de 1921, en el X Congreso del Partido bolchevique decía:
¿Cuál es su significado? El paso del poder político de manos de los bolcheviques a un indefinido conglomerado o bloque de elementos heterogéneos, aparentemente sólo algo más derechistas y hasta tal vez 'más izquierdistas' que los bolcheviques: así es de impreciso el conjunto de grupos políticos que ha intentado
en Cronstadt tomar el poder.
Es indudable que, al mismo tiempo, los generales blancos (ustedes lo saben) han desempeñado en ello un importante papel. Está plenamente demostrado. Dos semanas antes de los sucesos de Cronstadt se informaba ya en los periódicos de París que en Cronstadt había estallado un levantamiento.
Es claro como la luz del día que esos sucesos son obra de los eseristas y de los guardias blancos emigrados; pero, al mismo tiempo, este movimiento se ha reducido a una contrarrevolución pequeñoburguesa, a un movimiento del elemento anarquista pequeño burgués... En este caso se ha manifestado el elemento anarquista, pequeñoburgués, con la consigna de libertad de comercio y dirigido siempre contra la dictadura del proletariado... Por pequeño e insignificante que pudiera parecer al principio este, llamémoslo así, desplazamiento del poder que reclamaban los marinos y los obreros de Cronstadt -ellos querían corregir a los bolcheviques en materia de libertad de comercio; aunque aparentemente se trate de un desplazamiento de poca monta, aunque aparentemente la consigna sea la misma de 'poder soviético', sólo que con un ligero cambio o corrigiendo un poco ese mismo poder-, la realidad es que los elementos sin partido han servido sólo de estribo, de escalón, de puente por el que luego aparecieron en escena los guardias blancos [...]
Lo más característico de los acontecimientos de Cronstadt lo constituyen precisamente las vacilaciones del elemento pequeñoburgués. Algo completamente formado, claro, definido había muy poco. Nebulosas consignas de 'libertad', de 'libertad de comercio', de 'emancipación' de 'Soviets sin bolcheviques' o nuevas
elecciones a los Soviets, o liberación de 1a 'dictadura del partido', etc., etc.
Tanto los mencheviques como los eseristas declaran el movimiento de Cronstadt como 'suyo'... Todos los elementos de los guardias blancos se movilizan instantáneamente 'en favor de Cronstadt', con una rapidez, puede decirse, radiotelegráfica... Los grandes bancos, todas las fuerzas del capital financiero abren suscripciones en ayuda a Cronstadt. El inteligente dirigente de la burguesía y de los terratenientes, el demócrata constitucionalista Miliukov explica pacientemente... que no hay por qué apresurarse con la Constituyente, que se puede y debe manifestarse a favor del poder soviético, pero sin bolcheviques [...]
Miliukov tiene razón si se le compara con los Chernov y Martov, ya que revela la verdadera táctica de la verdadera fuerza de los guardias blancos, de la fuerza de los capitalistas y terratenientes: ¡Apoyemos a cualquiera, incluso a los anarquistas, a cualquier Poder soviético, con tal de derrocar a los bolcheviques, con tal de desplazarlos del poder! Lo mismo da que se los desplace hacia la 'dictadura del partido', etc., etc. Tanto los mencheviques como hacia los anarquistas, con tal de que los bolcheviques se queden fuera del poder; del resto nos encargaremos 'nosotros mismos', los Miliukov, 'nosotros', los capitalistas y terratenientes, echando a guantadas a los anarquistoides, a los Chernov y Martov.
No obstante, este levantamiento permitió a los bolcheviques comprender que las masas estaban agotadas por el comunismo de guerra, que era necesaria una tregua y cambiar la política económica. Cronstadt sirvió para acelerar el paso a la Nueva Política Económica y mejorar las condiciones de vida de los obreros y campesinos.
Además, después de Cronstadt tanto la revolución como la contrarrevolución comprendieron el enorme aprecio de las masas hacia las consignas que se habían impuesto en Octubre, especialmente el arraigo que ya para entonces habían adquirido los soviets. Si la contrarrevolución quería triunfar debía apropiárselas, como hizo en el levantamiento de Cronstadt, para engañar a las masas.
Las fronteras entre las clases, que habían estado tan delimitadas, empezaron a borrarse. La reacción aprendió a hablar un lenguaje con el que podían embaucar a los obreros aprovechándose de las dificultades de la construcción del socialismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario