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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Carta de un preso comunista (junio de 2009)

HACIA LA REORGANIZACIÓN DEL MOVIMIENTO DE RESISTENCIA ANTIFASCISTA

      Debido a la represión, decidí pasar a la clandestinidad como guerrillero antifascista (en los GRAPO) en 1997. Años más tarde (en 2002) caí preso, y ahora mi tarea principal es elevar mi nivel político e ideológico para, en este terreno, aportar todo lo posible al Partido desde esta militancia de base, muy limitada por circunstancias obvias.

      En mis primeros años de militancia en las Juventudes Antifascistas (1994-1997)) La principal tarea era intentar politizar las luchas espontáneas y sectoriales de la juventud obrera y marginada, y organizarla en torno al Movimiento de Resistencia Antifascista (MRA), intentando concienciar a la juventud de que las luchas contra la pobreza, la explotación, el paro, la represión, etc., tienen como causa común un marco mucho más amplio que es el Estado fascista, dirigido desde todos los resortes de poder de la burguesía para mantener sus privilegiados intereses.

      Esta labor, ampliada hacia el proletariado más consciente y a otros sectores populares agredidos por el capitalismo, sigue siendo hoy, en mi opinión, una de las tareas principales de las organizaciones revolucionarias de vanguardia, especialmente de los partidos comunistas. Por lo que la reconstrucción de partidos comunistas, depurados de toda influencia revisionista, y sobre la base marxista-leninista, es una tarea prioritaria.

      Es evidente que el largo proceso de desmantelamiento de la obra socialista soviética tuvo consecuencias desastrosas. En especial, supuso un golpe fatídico para los proyectos revolucionarios que desarrollaban las organizaciones comunistas y antifascistas.

      Los partidos y sindicatos revisionistas fueron financiados y promocionados por la burguesía con la ayuda inestimable que les proporcionaba la vía claudicadora de Kruschev; que transitaba desde el socialismo hasta el capitalismo, conservando para ello la fraseología e iconografía comunista y democrática, a la vez que introducía, en la práctica, los principios y valores del sistema capitalista de producción.

      En España fue el PCE, ya corrupto y encabezado por el traidor Carrillo, quien condujo este proceso de engaño y claudicación.

      La ideología burguesa hace grandes esfuerzos, a través de sus medios de propaganda, para mantener a las masas en los estrechos marcos de la tiranía de los acontecimientos diarios (los árboles que nos impiden ver el bosque), que restan perspectiva ante el movimiento concatenado, progresivo y transformador de la dialéctica histórica.

      En estos tiempos en los que prima el derrotismo, esta perspectiva dialéctica histórica del desarrollo social en constante transformación, nos muestra un futuro más esperanzador que los ideólogos burgueses tratan de enterrar con sus teorías sobre la “perpetuación del capitalismo en constante recuperación”.

      No obstante, la degeneración y descomposición del sistema, se hace aún más evidente cuando este invierte más en medios destinados a la represión y a defensa de sus intereses que a la propia producción capitalista. Es más, a estas alturas su única industria “rentable” es la guerra. Así pues, los gobiernos adoptan políticas fascistas para preparar la guerra como forma de “perpetuar” su sistema.

      La represión y el intento de exterminio de las organizaciones revolucionarias pretenden evitar que la vanguardia comunista ocupe su espacio natural entre las masas populares, por eso, el fascismo contemporáneo siempre actúa acompañado de un ejército de mercenarios reformistas y revisionistas, que tienen asignada la tarea de usurpar los espacios de los revolucionarios desplazados por la represión.

      Para ello imitan nuestras consignas y simbología con el único fin de vaciarlas de contenido. Saben que su actitud, unas veces claudicadora y otras veces engañosamente radical, desprestigia los ideales revolucionarios y desmoralizando a las masas trabajadoras y populares, convirtiéndolas así en presa fácil de los medios masivos de propaganda burguesa.

      Como te decía antes, yo creo que estar atados al acontecimiento diario resta perspectiva histórica y esto influye obligatoriamente en la capacidad de análisis y síntesis de las organizaciones revolucionarias.

      Este es el caso de las tendencias derechistas que se desarrollan en el seno de todo movimiento revolucionario y que abogan por aprovechar todos los espacios de legalidad que ofrecen las fisuras de los regímenes fascistas, sin medir las consecuencias que eso conlleva.


      Saben que ningún Partido Comunista puede desarrollarse (y aspirar a dirigir el movimiento revolucionario) sin trabajar de manera más o menos abierta entre las masas. Por eso los derechistas destacan, ante todo, las “puertas abiertas” que el sistema capitalista ofrece como “grandes oportunidades”, a la vez que restan importancia al peaje estratégico ideológico que hay que pagar por cruzarlas. Así pues, las pesadillas de los derechistas son la clandestinidad y la lucha armada.

      Ambos son instrumentos y métodos de lucha que se aplican desde la necesidad de desarrollar la organización y la lucha revolucionaria en un momento histórico en el que la represión aplasta las libertades políticas y sociales. Son épocas marcadas por el fascismo, y no por la democracia.

      Ante la represión de la “democracia” (si alguna vez la hubo) la lucha armada es un instrumento necesario
para arrancar espacios de libertad política al fascismo; para que el Movimiento Político de Resistencia (MPR) imponga sus propios procedimientos alternativos que permitan el trabajo independiente, abierto, semiclandestino, etc., de las organizaciones políticas.

      Las armas deben estar siempre al servicio de las libertades políticas populares, y para ello es necesario que estén supeditadas a la dirección ideológica (que no orgánica), y a la estrategia revolucionaria del Partido Comunista.

      Entre tanta maraña pseudo-revolucionaria conviene recordar que si el Partido Comunista mantiene intactos su línea marxista-leninista y sus objetivos revolucionarios, será siempre, para el Estado capitalista, su mayor enemigo estratégico (independientemente de la situación orgánica coyuntural por la que pase el Partido),
pues los sectores progresistas intermedios pueden poner fin a sus luchas a través de reformas del sistema, para terminar por integrarse en el. Solo los comunistas luchamos sin más interés que mandar al sistema capitalista al basurero de la historia.

      Por ello la burguesía busca ante todo nuestra liquidación para luego, en todo caso, ofrecernos la integración en su sistema.

      Por eso se hace necesario trabajar políticamente en la clandestinidad, porque vivimos en la era del fascismo renovado, institucionalizado e internacional. Porque el capitalismo no nos permitirá jamás que establezcamos relaciones (políticas, sociales, económicas…) libres con los trabajadores, para elevar su nivel de consciencia
política. Eso supondría el fin definitivo del capitalismo.

      Sin la reserva táctica que supone para el MPR la clandestinidad, la represión barrería de un solo golpe todas las organizaciones estratégicas del Partido y privaría a la clase obrera de sus dirigentes revolucionarios. El Partido Comunista comienza a ser vanguardia revolucionaria cuando dirige todos sus esfuerzos a fortalecer la organización clandestina y conspirativa. Esos son los revolucionarios profesionales a los que se refiere Lenin.

      Por eso, incluso en situaciones coyunturales en las que el Estado ve conveniente permitir una estudiada “libertad política” (para aliviar sus periodos más graves de crisis), una buena parte de los cuadros y dirigentes comunistas deben continuar profesionalizándose en la clandestinidad. Porque, llegado el momento, si el Estado logra recuperarse de la crisis, barrerá de nuevo todos los avances y el trabajo que no pueda ser protegido por la clandestinidad y/o defendido por la lucha guerrillera. Por lo tanto, el Movimiento Revolucionario recibirá otro gran mazazo y las masas populares volverán a desmoralizarse.


      Por el contrario, si en esos hipotéticos periodos de “apertura política”, el Partido Comunista ha desarrollado sus estructuras clandestinas, sirviéndose del trabajo abierto y semiclandestino entre las masas; y ha sabido combinar todos los métodos de lucha (dando a cada uno la prioridad que corresponde en cada momento), será un Partido fuerte y seguro; tendrá ya la capacidad de hundir definitivamente al Estado burgués, dirigiendo la insurrección popular.

      Aun si el Estado pudiera recuperar la ofensiva fascista, el Partido Comunista podría replegar todas sus fuerzas en los aparatos clandestinos y continuar dirigiendo la Guerra Popular Prolongada de desgaste en todos los frentes del MPR. Pero entonces ya estará en condiciones muy óptimas para hacer mucho daño al enemigo.

      Por otra parte, la dirección comunista clandestina tiene también una función reguladora, tanto en el seno del Partido Comunista como en el MPR.

      Por un lado controla y corrige las tendencias derechistas que abogan por el desmantelamiento de las estructuras clandestinas porque, según ellos, obstaculizan el rápido desarrollo del MPR.

      En el otro extremo, la dirección comunista clandestina está dotada de la autoridad política e ideológica necesaria para frenar y corregir las tendencias izquierdistas, que desprecian toda clase de trabajo abierto o semiclandestino.
      Su dejación en la formación ideológica les lleva a querer prescindir de la progresiva participación de las masas populares en el proceso revolucionario, eso les lleva a intentar supeditar la Dirección Política poniéndola al servicio de la organización armada: confunden los medios con los fines.
      Ambos extremos (derechismo e izquierdismo) conducen a la liquidación de las organizaciones revolucionarias. Es algo que desde finales de los años 70 hasta hoy viene ocurriendo en toda Europa occidental (y en el resto del mundo).

      Personalmente pienso que el militarismo se impuso en el seno de la RAF (Alemania) las BR (Italia) AD (Francia) etc., y eso condujo a su aislamiento y a su “muerte por inanición”.

      En el extremo derechista veo un ejemplo claro en el desenlace del IRA Sinn Féin (provos) que en ningún momento vio amenazado su poderío militar, y su apoyo popular era evidente, pero la impaciencia pequeño burguesa por ocupar los sillones del poder les ha llevado primero a entregarse al enemigo y, ahora, a condenar a las organizaciones independentistas y socialistas que continúan la lucha.

      ¡UNÍOS HERMANOS PROLETARIOS!

      Un abrazo de combate

      Julio de 2009 .

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