Sergio Kirov (1886-1934)
Su nombre real era Sergio Mironovitch Kostrikov y nació el 27 de marzo de 1886 en el seno de una familia pobre en Urzhum, una pequeña ciudad cerca de los montes Urales. Tanto su padre como su madre eran sirvientes domésticos en las mansiones de los ricos.
Su padre abandonó el hogar cuando Sergio era muy pequeño, y quedó al cuidado de su madre y hermana mayor, pero su madre falleció poco después, en 1893, por lo que fue su abuela quien tuvo que ocuparse de sus hermanas Ana y Elisabeta mientras que el niño fue ingresado en un orfanato en el que pasó los ocho años siguientes de su vida.
Gracias a su alicación en el estudio, en 1901 el zemstvo, una especie de asamblea municipal, le proporcionó una beca para que Sergio ingresara en el instituto inferior de mecánica técnica en Kazan.
Los años de estudio en Kazan fueron muy duros para el joven, alejado de su familia y viviendo en una extrema pobreza que le hizo caer enfermo varias veces.
Todo ello no le impidió lograr a los 18 años su objetivo de obtener el título de mecánico, muy cotizado entre los trabajadores, lo que le aseguraba encontrar trabajo en las mejores fábricas de Rusia. Además, salió entre los diez primeros de una promoción de 300 estudiantes.
Era 1904, la víspera de la Revolución y el joven Sergio ya se interesaba por la situación del proletariado y se sintió atraído por el marxismo.
De Kazan el joven Sergio se traslada a Tomsk con la intención de estudiar ingeniería. Comienza el curso preparatorio del instituto tecnológico, especial para los alumnos que poseyendo un título inferior no hubieran cursado estudios.
Pero a finales de 1904 ingresa en el POSDR y durante la Revolución de 1905 participa en las manifestaciones, siendo detenido por primera vez en el mes de febrero. Luego fue detenido varias veces más durante aquel año revolucionario, acusado de propaganda ilegal.
Periodista en el Cáucaso
En 1909 ayuda a varios detenidos a fugarse de la cárcel de Tomsk. Uno de ellos era I.F.Srebrenikov, secretario de zemstvo de Vladikavkaz, que le entrega documentación falsa para huir de Tomsk e instalarse en el Cáucaso, donde también le encuentra un trabajo como redactor de un diario liberal local, el Terek, nombre del rio que atraviesa la ciudad.
Es el comienzo de una larga vinculación con el Cáucaso, el sur del sur, que le proporciona hasta el nombre supuesto con el que será conocido en el futuro: Kirov. Entre 1909 y 1917 publicará en aquel periódico más de 1.500 artículos, comentarios, notas y editoriales bajo los apodos más diversos. El 26 de abril firma como S.Kirov un artículo sobre el fusilamiento de los obreros en huelga del Lena. No obstante, se especializa en crítica literaria: Tolstoi, Belinski, Herzen, Andreiev, Gorki, Dostoievski,...
En agosto de 1911 fue detenido otra vez durante varios meses acusado de realizar agitación entre los obreros de las fábricas. Al salir, retorna a su trabajo periodístico en Terek, desde el que sigue realizando tareas de denuncia y agitación.
Tras la Revolución de 1917 lucha por la extensión de la revolución al Cáucaso y es el delegado bolchevique por la Transcaucasia al II Congreso panruso de los soviets. En 1918 viaja a Moscú para conseguir armas con las que aplastar a la contrarrevolución que, en medio de la guerra civil, se había hecho fuerte en el Cáucaso.
En enero de 1919 dirigía el destacamento del Ejército Rojo que combatía a los blancos en Astrakán. Allí fue cuando demostró sus extraordinarias dotes de organizador. También fue allí cuando se iniciaron sus primeros conflictos con Trotski que pretendía designar a Vassilenko al frente del Ejército Rojo.
El 27 de noviembre envió dos telegramas a Lenin, con copias para Trotski, en el que decía:
Butiaguin, miembro del Consejo Militar del XI Ejército se desenvuelve brillantemente desde hace tres meses en sus funciones de comandante en jefe del XI Ejército. Tengo que reconocer que durante este periodo, el XI Ejército se ha reforzado considerablemente. La situación en el frente ha mejorado: ahora la disciplina está a la altura, la intendencia también. Butiaguin ha dado prueba de cualidades excepcionales: energía, sentido de la organización, previsión... Desgraciadamente, me parece que el trabajo de Butiaguin no se aprecia en su alto valor porque se acaba de nombrar en su lugar a Vassilenko. En mi opinión, este cambio no solamente no es de recibo sino que constituye una apuesta arriesgada.
El otro telegrama, en la misma línea, estaba firmado también por Smilga y Babkin. A pesar de ello, Trotski no rectificó y mantuvo a su protegido.
La organización bolchevique en Astrakán tenía una enorme importancia porque actuaba como enlace con Moscú de la organización del Cáucaso del norte, dirigida por Odjonikidze, Majaradze y Kalmukov. Entonces había una corriente entre los bolcheviques partidaria de crear organizaciones comunistas de base nacional.
Ni Kirov ni Mikoian compartían ese criterio, aceptándose su criterio de crear organizaciones sobre una base internacional y única para todo el Cáucaso.
En diciembre de 1919 el Ejército Rojo pasó a la ofensiva en el Cáucaso y la dirección creó un Comité para la reorganización de los soviets en la región bajo la dirección de Ordjonikidze y Kirov. El 30 de marzo de 1920 liberaron Vladikavkaz y comenzaron a hacer preparativos para atacar la Transcaucasia.
En Georgia los imperialistas habían aupado a los mencheviques al poder; en Azerbaián eran los musavatistas, en Armenia los dachnaks.
Los bolcheviques organizaron una insurrección en Bakú el 27 de abril de 1920, donde eran fuertes entre los obreros de los pozos petrolíferos. Lograron apoderarse de algunos puntos vitales de la ciudad, pero su situación se tornó crítica. Hicieron un llamamiento al Ejército Rojo para que acudiera en su ayuda, con lo que se pudo liberar a la ciudad y poco después todo Azerbaián.
A la cabeza de la organización regional bolchevique en Azerbaián estaba Kirov, que también había sido nombrado poco antes embajador de Rusia en Georgia, cargo que ocupó hasta que este país desapareció como república independiente, integrándose en la Unión Soviética. También desempeñó por aquellas fechas labores diplomáticas en la delegación soviética que intervino en las negociaciones de Riga con Polonia.
A comienzos de mayo de 1920 el gobierno menchevique georgiano que dirigía Noé Jordania concluyó un acuerdo con los bolcheviques por el cual se comprometía a limpiar el país de las bandas contrarrevolucionarias que se se habían asentado en su país tras su derrota en la guerra civil y a permitir la actividad de los bolcheviques georgianos. No cumplió sus promesas, por lo que en su condición de embajador, Kirov dirigió varios mensajes de protesta al Ministro de Asuntos Exteriores georgiano. La tensión entre ambos países creció. Tras el acuerdo el Ejército Rojo había reducido su presencia en la fronteras, mientras el georgiano seguía en sus posiciones.
En 1920 fue nombrado miembro del Comité Central del Partido bolchevique. En noviembre de aquel año regresó al Cáucaso desde Riga para participar en el Congreso de los pueblos de la región de Terek.
En febrero de 1921 una insurrección desalojó a los mencheviques de Georgia y, como tituló Pravda, la bandera proletaria ondeó en Tiflis. El Cáucaso estaba en manos del proletariado y los campesinos pobres.
De Tiflis Kirov fue a Moscú para participar en el X Congreso del Partido bolchevique como delegado de la organización regional del Terek. Pero cuando en 1921 la situación en Azerbaián se deterioró, tuvo que regresar a Bakú para reorganizar la industria petrolífera que apenas alcanzaba entonces un tercio del nivel de preguerra.
Otro problema importante eran las complejas relaciones interétnicas en Azerbaián, que alcanzaban a la propia organización bolchevique. Para resolver este problema el Partido decidió crear una Federación transcaucásica que reuniera a Armenia, Georgia y Azerbaián, lo que no fue aceptado por algunos dirigentes locales, el más conocido de los cuales es Mdivani.
Lenin apoyaba esa decisión pero se mostró en desacuerdo con la manera de llevarla a cabo, y esa fue justamente la posición de Kirov que, también entonces, demostró un extraordinario tacto en el manejo de una situación muy complicada.
Lo mismo cabe decir de la cuestión del Alto Karabaj, discutida en 4 de julio de 1921 en la organización caucásica del Partido bolchevique, en la que se manifestaron dos posiciones: la de la integración en Azerbaián o en Armenia, que era la propuesta de Ordjonikidze y Kirov. Se decidió someterlo a referéndum, lo que no resolvió el problema porque a la hora de decidir quién tenía derecho a votar, mientras Ordjonikidze y Kirov opinaban que debían votar sólo los armenios, el resto eran partidarios de que voara toda la población del Alto Karabaj. Después de muchas discusiones, acordaron por una mayoría muy pequeña incorporar el Alto Karabaj a Armenia, si bien con una amplia autnomía. Pero el problema no acabó aquí porque luego hubo que delimitar las fronteras, lo
que tampoco resultaba sencillo.
Que los problemas del Cáucaso no eran sencillos de resolver se volvió a demostrar al año siguiente cuando se reprodujeron las disputas, esta vez con los kalmucos. En todos esos problemas Kirov dio muestras de gran tacto, de saber abordar con sensatez problemas de una extraordinaria complejidad sin alterar susceptibilidades a flor de piel.
El avispero de Leningrado
En enero de 1926 asumió la dirección del Partido en Leningrado en unas circunstancias también muy delicadas, justo en el momento en el que Zinoviev, el anterior responsable de la mayor organización local bolchevique, la cuna de la revolución, había sido expulsado de la dirección.
Pero Zinoviev había creado toda una plataforma propia dentro de la organización local, que es lo que le permitió poder presentar ante el XIV Congreso del Partido en diciembre de 1925, todo un contrainforme paralelo al de Stalin, lo cual es ciertamente insólito en la historia del movimiento comunista internacional.
En una carta a su mujer Kirov reconoce que no quería ir a Leningrado a causa de la lucha encarnizada como no conocíamos desde hacía mucho tiempo que allí se había desatado dentro del Partido bolchevique. En otra carta, Kirov le comenta a su mujer que Leningrado es un nudo terrible de intrigas múltiples, califica la situación creada por la oposición trotskista-zinovievista como espantosa y le confiesa que no tiene ganas de ir allí para arreglar todos esos asuntos: He hecho todo lo posible para escabullirme, pero ha sido en vano.
Como había demostrado en el Cáucaso, era de los pocos bolcheviques capacitados para superar aquella situación. Para convencerle le dicen que sólo va a ser un periodo no muy largo de tiempo. Le acompañan toda una delegación de altos responsables (Voroshilov, Molotov, Bujarin, Andreiev, entre otros) que nada
más llegar tienen que ponerse a la tarea sin ninguna dilación en aquel avispero: La situación aquí es terrible (escribe Kirov a su mujer) desesperada, jamás había visto una cosa así. La primera decisión fue la de prohibir toda discusión acerca de las resoluciones del Congreso recién finalizado. Había que acabar con las provocaciones, el debate permanente y la parálisis en que la oposición quería sumir al Partido.
No hubo ninguna clase de burocracia,ni de órdenes desde arriba sino un trabajo paciente, abierto y persuasivo desde la misma base, desde las fábricas y los barrios porque el aplastamiento de la oposición no era algo que concernía sólo al Partido sino al futuro mismo de la revolución. En el coche corro de una reunión a otra, escribe Kirov a su mujer. En 15 días él y los demás miembros de la delegación intervinieron en más de 400 reuniones explicativas de dichas resoluciones, exigiendo que se cumplieran. También se organizaron asambleas en las fábricas más importantes de Leningrado a fin de explicar a los obreros directamente la áspera lucha
contra los trotskistas-zinovievistas y el avance que eso suponía en la consolidación de la línea leninista del Partido.
El 16 de enero, Kirov telegrafía al centro en Moscú con buenas noticias: la situación comienza a dar un giro y en las fábricas más importantes los obreros se posicionan a favor de la línea leninista y de la nueva dirección. También en las organizaciones de los barrios de Leningrado las votaciones demuestran un decantamiento progresivo contra los liquidacionistas.
La gran fábrica Putilov fue la última en posicionarse contra el trotskismo, pero al fin, después de muchas asambleas y largas explicaciones, también se logró: el 20 de enero en una asamblea los obreros votaron favorablemente el informe del Comité Central contra la peste trotskista-zinovievista.
Luego se convocan conferencias locales del Partido, reuniones de las comisiones del Partido y plenos de todas y cada una de las células. Los que a pesar de todo no aceptaron las decisiones fueron expulsados del Partido sin contemplaciones y se eligieron democráticamente nuevos cargos.
Kirov fue elegido nuevo dirigente de la organización del Partido en Leningrado pero, como escribió en una carta a Ordjonikidze: Estoy desolado, se preparan nuevas intrigas.
No puede escapar de allí en poco tiempo, como había previsto. Stalin en persona tiene que acudir a Leningrado en abril de 1926 para reforzar las posiciones de Kirov y de la mayoría del Partido.
Su clamoroso triunfo en Leningrado le otorga un puesto en el Buró Político en julio de aquel año. Pero la oposición no se resigna y en el otoño Zinoviev une sus fuerzas a Trotski, su feroz enemigo de antaño, para plantear un frente único y sin principios de la oposición.
Vuelven a organizar reuniones en las células de las fábricas de Leningrado. En Putilov Zinoviev habla a los obreros y Kirov interviene después pero mientras que al primero le interrumpen y le abuchean, Kirov es escuchado en un silencio respetuoso, seguido de una salva de aplausos al final.
Para impedir sus manejos, tuvieron que prohibir la estancia de Zinoviev y Kamenev en Leningrado.
Aunque Kirov siempre mantuvo buenas relaciones personales con Bujarin, con quien se carteaba, criticó sus posiciones derechistas. Siempre que viajaba a Leningrado, Bujarin pernoctaba en casa de Kirov. Muy localizada en Moscú, esta desviación no afectó tanto a Leningrado como la trotskista zinovievista.
Kirov era uno de los dirigentes bolcheviques más apreciados por el pueblo soviético y amigo personal de
Stalin. No obstante, después de la batalla que dirigió contra la oposición trotskista-zinovievista en Leningrado, recibía frecuentes amenazas. Esas amenazas se materializaron el 1 de diciembre de 1934 con un disparo por la espalda.
En su Informe secreto al XX Congreso del PCUS celebrado en 1956, el revisionista Jruschov lanzó la falsa acusación de que Stalin (una vez más) era el responsable último del asesinato de Kirov.
Luego, pretenciosas obras de historia que encubren su propaganda anticomunista bajo una falsa erudición, han seguido esa línea de ataques. Así, Stephen F.Cohen en su libro Bujarin y la revolución bolchevique afirma taxativamente lo siguiente: Ya no se duda en serio de que Stalin urdió el asesinato por medio de sus agentes de policía. Por más que historiadores de esa calaña digan lo contrario, lo cierto es que lo único que ya no se duda es que Stalin no sólo fue absolutamente ajeno al asesinato, sino que en su condición de Secretario General del Partido bolchevique fue víctima de la muerte de su camarada.
La leyenda de la participación de Stalin en el asesinato de Kirov se inicia con la publicación en París en 1936, dos años después de su muerte, de la Carta de un viejo bolchevique que, a pesar de su título, fue escrita por un menchevique exiliado, Boris Nikolaievski. No obstante, esa obra apareció muy poco después de la visita a París de Bujarin, que se entrevistó varias veces con Nikolaievski, quien transcribió esas entrevistas por escrito. Parece lógico sospechar que ese y otros detalles internos del Partido bolchevique que la Carta refleja, escaparan al conocimiento de Nikolaievski y fueran filtrados por Bujarin.
También en este punto Jruschov no hizo más que seguir la línea de Bujarin.
Ahora bien, la mentira tiene un recorrido muy corto. Tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, Alla Kirilina, la directora del museo Kirov de Leningrado, nada sospechosa de simpatías hacia Stalin, recurriendo a fuentes directas del caso y no a la gastada propaganda revisionista e imperialista de la guerra fría, ha demostrado la realidad de los hechos.
Las cosas sucedieron en realidad de la forma siguiente:
el asesino de Kirov fue Leonid V. Nikolaiev, que era un infiltrado en el PCUS. Ya había sido detenido
anteriormente por un intento de atentar contra Kirov, siendo sorprendido cuando escondía un revólver en una servilleta. Pero, a pesar de ello, no sólo la policía soviética le puso en libertad, sino que le devolvió el revólver.
Kirov nunca quiso llevar escolta pero la Sección Militar del Tribunal Supremo juzgó el 23 de enero de 1935 al mismísimo jefe del NKVD, la policía soviética, de Leningrado F.O.Medvedev, a dos de sus auxiliares I.F.Zaporojets y F.I.Fomin y a otros policías, que fueron condenados como responsables por negligencia
en el asesinato de Kirov, por no haber tomado las precauciones más elementales para su protección, dadas las evidencias existentes de que era perseguido.
La pena fue de dos o tres años de reclusión en el campo de concentración de Kolyma, excepto a uno de ellos, M.K.Baltsevitch, que fue condenado a 10 años porque era el policía encargado de reprimir a los contrarrevolucionarios en Leningrado.
Estos hechos evidencian, por una parte, que en la URSS existía un sistema efectivo de vigilancia revolucionaria y que los responsables pagaban sus crímenes, aunque sólo se tratara de negligencia. Demuestra también que no se escapaban los propios policías, que tan temibles nos pintan los imperialistas. Y finalmente, queda claro hasta qué punto los imperialistas intentaban penetrar en las filas del Partido Comunista para destruirlo desde dentro, como finalmente sucedió, a pesar de que fue purgado en numerosas ocasiones.
La conclusión está una vez más clara: un Partido Comunista se fortalece depurándose, eliminando de su interior a los contrarrevolucionarios que se intentan camuflar dentro de sus filas.
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