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martes, 8 de noviembre de 2011

La traición del PNV a la Segunda República (segunda parte)

Traición a la II República: PNV (segunda parte)

      El bombardeo de Gernika.
      Los contactos se intensificaron en abril de 1937. Aunque era escéptico sobre sus resultados, Franco autorizó el 13 de abril la prosecución de las conversaciones que se estaban entablando a través del jesuita Pereda y de Francesco Cavalletti, cónsul italiano en San Sebastián. El mayor obstáculo era la exigencia del PNV de una garantía extranjera, que Franco rechazó. El PNV recibió de los italianos ofertas de no tomar represalias (contra ellos), de permitir la huida de los jefes (de los suyos), así como de una descentralización administrativa en el Nuevo Estado franquista.
      El bombardeo de Gernika paralizó momentáneamente las negociaciones. Los nacionalistas se presentaron como víctimas de la más desalmada barbarie fascista.
      Parecía que la Legión Cóndor había bombardeado al PNV... La explotación propagandística del bombardeo le proporcionó al PNV una proyección internacional que trató de aprovechar para intensificar sus contactos con los imperialistas británicos.
      El 27 de abril el lehendakari Agirre llamaba en el diario Euzkadi, portavoz del PNV, a todos los vascos a reaccionar frente a la barbarie y combatir al fascismo con tesón y heroísmo...
      Pero el intento de golpe de Estado en Barcelona intensificó los preparativos para la capitulación del frente norte.
      El Vaticano abrió varias líneas negociadoras para lograr la rendición de los nacionalistas vascos. Pidió al cardenal fascista Gomá que mediara ante Mola para que ampliara las concesiones al PNV y, sobre todo, capturar Bilbao intacto. Mola aceptó y, entre otras promesas, habló de permitir la fuga de los dirigentes nacionalistas, garantías contra cualquier exceso de las tropas fascistas, libertad para los milicianos que se entregasen con sus armas, así como la aplicación del espíritu de la encíclica Rerum Novarum. Además el 8 de mayo el cardenal Pacelli, futuro Pío XII, envió un telegrama a Agirre exponiendo las condiciones de la capitulación:
      Principio de cita
      Tengo el honor de comunicar a vuestra excelencia que los generales Franco y Mola, interrogados expresamente acerca del asunto, han hecho conocer ahora a la Santa Sede las condiciones de una eventual rendición inmediata de Bilbao. 1: se empeñan en conservar intacto Bilbao. 2: facilitarán la salida de todos los dirigentes. 3: completa garantía de que el ejército de Franco respetará personas y cosas. 4: libertad absoluta para los milicianos soldados que se rindan con las armas. 5: serán sometidos a los tribunales los culpables contra el derecho común devastaciones y destrucciones. 6: será respetada la vida y los bienes de aquellos que se rindieren de buena fe, aún para los jefes. 7: en el orden político, descentralización administrativa en la misma forma que la disfruten otras regiones. 8; en el orden social, justicia progresiva, teniendo en cuenta los medios de la hacienda nacional, según los principios de la encíclica Rerum Novarum.
      Cardenal Pacelli.
      Final de cita
      El telegrama fue a parar al Gobierno de la República y no fue conocido por el Gobierno vasco. Largo Caballero, entonces presidente del Gobierno central, encubrió la traición que estaban fraguando los nacionalistas como había encubierto la de los trotskistas. Para que nadie se enterara reunió a sólo cinco ministros, que decidieron no mencionar ni una palabra del telegrama a los demás. En este conciliábulo no participaron ni los ministros anarquistas ni los comunistas. Largo Caballero actuaba en secreto, igual que Agirre.
      La paradoja es terrible: cuando cayó Largo Caballero, sustituido por Negrín, se le nombra ministro de Justicia a Irujo, un militante del PNV, un partido que estaba pactando con el enemigo. El gobierno vasco debió enterarse de la existencia de ese telegrama y trató de mantener en secreto su traición: En el Gobierno vasco nadie piensa rendirse. Era mentira. En el Gobierno vasco nadie sabía nada de las negociaciones.
      Hasta el 26 de agosto se siguieron celebrando conversaciones secretas sucesivas entre dirigentes del PNV con los fascistas italianos en Biarritz, San Juan de Luz y Roma. Su principal artífice es el dirigente nacionalista vasco Juan Ajuriagerra y en ellas participaron también Alberto Onaindía y José María Lasarte, por parte nacionalista, y Cavalletti, el conde Galeazzo Ciano (ministro italiano de Asuntos Exteriores) y el general Mario Roatta, por parte italiana.
      El cura Alberto Onaindía vivía en San Juan de Luz y su función era asegurar el intercambio de notas entre los italianos de la Brigada Flechas Negras y la delegación del PNV en San Juan de Luz. Escribió luego un libro acerca de su contribución a la traición nacionalista.
      El 11 de mayo Cavaletti se entrevistó en San Juan de Luz con el cura, quien transmitió las propuestas fascistas al presidente Agirre. Ofrecían garantías del Gobierno italiano para la rendición de Bilbao.
      Insistió Cavaletti en el mes de junio aprovechando que se agravaba la situación militar el frente del norte. En una nota del día 7 llegó a sugerir una especie de protectorado italiano que serviría de garantía a Euskal Herria durante varios años.
      Pero que no parezca y una traición.
      El 16 de junio, en víspera de la caída de Bilbao, los nacionalistas vascos se comprometieron a estar a la cabeza del Ejército del Norte hasta el último momento para que nadie pudiera rebelarse contra la traición. Además Ajuriagerra ofreció a los italianos, a través de Onaindía, la entrega intacta de la ciudad. Ponían a disposición del enemigo toda la industria pesada de la Margen Izquierda, de inestimable valor bélico. Por ello mismo el Frente Popular y el Gobierno de la República exigían resistir a todo trance y extremar la defensa de Bilbao.
      De cara a la población, el gobierno vasco estaba de acuerdo y llamaba a una resistencia heroica y ejemplar. Agirre dijo:

      En estos momentos de intensa y dramática emoción me dirijo a vosotros con el alma henchida de una fe que es patrimonio de los vascos. El Gobierno está en medio del pueblo, y su acuerdo firme es resistir con ímpetu y fe. Yo confío en este pueblo maravilloso. Yo sé que aquí registrará la historia páginas de gloria. Estoy seguro de que vosotros, al conjuro de mis palabras, débil pero sincero y honrado, sabréis responder como un solo hombre evocando todas aquellas heroicidades que hicieron grande a nuestro pueblo. Aquí el pueblo vasco, ante el mundo entero, ante el asombro de todos, quiere escribir una página más de su gloriosa historia.
     También era todo mentira. Bilbao fue entregado sin combatir. El gobierno vasco ordenó la evacuación, incluyendo a la población civil.
      Ante esta primera traición, los comunistas planificaron la destrucción de las fábricas más importantes, sobre todo de Altos Hornos. Las unidades del PNV, encuadradas ya por oficiales enemigos, lo impidieron. Así lo reconoció el coronel Passoni en Barakaldo: cuatro batallones nacionalistas armados asumieron papeles represivos a las órdenes de los fascistas, pasando a las filas de los prisioneros de guerra sólo después de cumplida su misión de entregar Bilbao con toda su industria intacta. Las mayores fábricas de materia de guerra se ponían en manos de los fascistas para seguir la lucha contra la República.
      Las negociaciones entre nacionalistas y fascistas prosiguieron, aunque Agirre prefirió desentenderse, para mantener el secreto, continuar al mando de todas las tropas y presentar luego la capitulación como un hecho consumado ante las demás organizaciones del Frente Popular. El secreto aseguraba tanto el éxito tanto de la capitulación como de que la rendición no se les fuera de las manos al PNV. Temiendo una reacción de insubordinación en la tropa ante la capitulación, los portavoces nacionalistas en las negociaciones ya habían anunciado a los italianos que pondrían al Ejército republicano ante el hecho consumado de la traición. El lehendakari sabía que sus aliados en el gobierno sospechaban del doble juego de los nacionalistas y le vigilaban. Como en Barcelona, una traición abierta podía precipitar una guerra dentro de la guerra también en Vizcaya. Ante la traición era muy probable que se produjeran choques entre los batallones de las distintas organizaciones antifascistas. Las numerosas fuerzas comunistas recibirían rápida ayuda de Santander y Asturias y se harían dueños de la situación. Por eso los fascistas exigían que el PNV se mantuviera hasta el final a la cabeza del gobierno autónomo y del Ejército del Norte. El 13 de junio, Ajuriagerra ofreció a los italianos quedarse en Bilbao hasta el último momento para evitar una sublevación de las tropas. Los nacionalistas se ponían directamente al servicio del fascismo como mamporreros para asegurarles una ocupación sin resistencia.
      El PNV empezó a cumplir los acuerdos antes de que se firmaran y sus batallones empezaron a entregarse. El 25 de junio se entrevistaron Ajuriagerra y el agregado militar italiano, el coronel De Carlo, en Algorta (Vizcaya).
      Siempre oculto al Gobierno republicano, al vasco y a todo el Frente Popular, por aquellas mismas fechas se produjo el viaje a Roma del cura Onaindía acompañado del director de Euzkadi, el diario del PNV, donde se entrevistaron con el conde Ciano. Llevaba la representación:
      del Gobierno Vasco firmada por Agirre
      — la del PNV, firmada por Doroteo Ciáurriz, presidente del EBB (Euskadi Buru Batzar, la dirección nacionalista).
      Llevaba las instrucciones que Ajuriagerra le había transmitido en una carta que le entregó el diputado nacionalista José María Lasarte, designado como enlace en las negociaciones. En ella le decía Ajuriagerra:
     
Vaya usted a Roma y hable con el Duce, indicándole el problema actual en la forma en que se le ha indicado a Domingo Lasarte. Además, usted debe plantear el problema vasco en toda su amplitud:
      1. Qué es Euzkadi.
      2. Los vascos no son españoles.
      3. Por qué los vascos están en la guerra.
      4. Actuación de los vascos con gran civilidad en esta guerra, únicos en los dos bandos...
      Así sigue la exposición hasta llegar al séptimo punto:
      7. Esperanza de que el Duce apoye nuestras legítimas aspiraciones.
      Obtuvieron muchas promesas a cambio de una rendición. Los negociadores vascos insistieron en que no debía aparecer como una rendición, sino que era preciso simular una victoria italiana.

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