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martes, 31 de enero de 2012

Las últimas cartas de Jesús Larrañaga

      Éstas son las últimas cartas que escribió el comunista vasco Jesús Larrañaga Churruca Goierri  en la madrugada del día de su ejecución, desde la prisión de Porlier, Madrid (tomadas del blog Quiénes eran las víctimas de la represión franquista en Madrid - http://www.quieneseran.blogspot.com/):


A su esposa:

Querida Carmen:
Te escribo momentos antes de perder mi vida ante el piquete de fusilamiento. No sé cuando podrás regresar a España y leer mis últimas impresiones. Quiero decirte algunas cosas de interés. Siempre nos quisimos bien y colaboramos juntos. El hecho de que mi muerte nos separe no borra para ti, no prescribe, el cumplimiento de deberes que nos eran comunes y que, con gran dolor por mi parte, tendrás que cumplir ahora tú sola. Me refiero a nuestros hijos. Quiéreles como madre y atiéndelos solícita y cariñosa, pero, háblales de mi vida, de mi lucha, de mis ideales, de mi muerte… Ellos comprenderán mejor sus deberes como hombres. En estos menesteres te encontraras con ayudas valiosas de aquellos que son camaradas y amigos, a quien tanto debo yo. Es mi última voluntad la de que mis hijos mejoren con su esfuerzo y trabajo el de su padre; es mi deseo el que luchen por un mundo mejor, por una España llena de felicidad, de bienestar y de progreso. Di a Miren que tiene ya 15 años, a Eustaqui que tiene 14 y a Rosita que pronto cumplirá 8, que les quiero mucho y muero acordándome de ellos.
Querida Carmen, hasta siempre. Besos y abrazos de tu esposo que te quiere.
Madrid, madrugada del 21-1-42


A su hermana:

Querida María Josefa:
Voy a morir dentro de unas horas y lo haré tranquilo y sereno como me corresponde. Debes estar orgullosa de mí. Muero como he vivido. Con la dignidad y la satisfacción que da el cumplimiento del deber. Cuida bien de los chavales. Quiéreles mucho, pero sobre todo edúcales en la misma línea que la de tu hermano. Y tú, que eres inteligente, entusiasta y buena, mejora tu trabajo, estudia y contribuye con tu esfuerzo a la causa que nos es común. Lucha, María Josefa por nuestros ideales, por Euskadi feliz, por una España digna del pueblo español.
Fuertes abrazos de tu hermano que te besa.

70º aniversario del asesinato de Jesús Larrañaga

      Éste es el segundo aniversario que celebramos tardíamente en este mes de enero. Queremos disculparnos por ello y haceros saber que los miembros competentes de la redacción del blog ya han sido depurados:


Jesús Larrañaga Goierri, komunista ta abertzalea

      Han pasado 70 años desde que en aquel 21 de enero de 1942 fueran fusilados el comunista vasco Jesús Larrañaga, también conocido como Goerri, y otros militantes del PCE por el recientemente impuesto Estado franquista.
      El guipuzcoano Jesús Larrañaga Churruca fue condenado a muerte, a la edad de 39 años, junto con otros camaradas por un tribunal militar presidido por el coronel Félix Navajas García, y ejecutado dos días después. En octubre de 1941 habían sido extraditos desde Lisboa tras su detención por la policía portuguesa al bajar del barco ''Gaza'', en el que viajaban clandestinamente con la intención de volver a España para reconstruir el Partido Comunista en el interior.
      Goierri fue durante toda su vida un obrero comprometido con el pueblo trabajador. Aunque su militancia comenzó en el entorno jeltzale, perteneciendo a la Juventud Nacionalista y al sindicato ELA-STV, demostró claramente su compromiso con la clase obrera, y por ello se convirtió rápidamente en víctima de la represión. Los años de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) fueron duros para él, pues fue despedido de la Fábrica de Vagones de Beasain donde trabajaba por organizar una huelga, y más tarde, en 1926, se exilió en Francia por su oposición al régimen. Sin embargo, fue en Iparralde (en Bokale, concretamente) donde comenzó su formación comunista.
      En 1927 vuelve a España y se afilia al Partido Comunista (fundado en 1921) y al Sindicato Metalúrgico de la Federación Local de Sociedades Obreras de la UGT. En 1935, como parte de la dirección del PCE, impulsó la creación de la sección vasca del Partido, Euzkadiko Partidu Komunista (EPK) junto con Dolores Ibárruri la Pasionaria y Juan Astigarrabía. En las elecciones de febrero de 1936 fue elegido diputado por Gipuzkoa por el Frente Popular.
      En 1936, con el comienzo de la Guerra Civil, fue nombrado comisario de Guerra, y llegó a enfrentarse al lehendakari José Antonio Aguirre por su decisión de abandonar Bilbo en 1937. Tras perder la guerra en el Norte, continuó su labor con el Partido en el Centro; y en 1939 se opuso al golpe de Estado anticomunista del coronel Segismundo Casado y los anarquistas dirigidos por Cipriano Mera.
      Con la guerra pérdida, colaboró en la evacuación de muchos de sus militantes, antes de empezar su exilio, que le llevaría primero a Francia, y más tarde a Cuba y a los Estados Unidos. Finalmente, volvió a España por orden del PCE, pero tras su arresto y el de los camaradas que le acompañaban al llegar a Lisboa, los portugueses les entregaron a la Brigada Político-Social franquista, que tras meses de torturas les presentó ante un tribunal militar.
      A pesar de los testimonios favorables de dos ex-guardias de asalto (que ponían de manifiesto su indulgencia para con los prisioneros fascistas), el 21 de enero de 1942, Jesús Larrañaga Churruca fue fusilado en las tapias del cementerio de la Almudena, en Madrid, junto con Manuel Asarta, Joaquín Valverde, Jesús Gago, Francisco Barreiro Barciela, Eladio Rodríguez González, Jaime Irabau e Isidoro Diéguez.
      También recordamos a los demás comunistas vascos asesinados por los franquistas en la posguerra: Jesús Carrera Olascoaga, José Isasa Olaizola, Jesús Monzón Reparaz, Sebastián Zapirain, Clemente Ruiz, Celestino Uriarte Bedia y Asensio Arriolabengoa Ibabe.


gar kolektiboa

Os dejamos un enlace a una biografía publicada por EHK (Euskal Herriko Komunistak): http://www.nodo50.org/ehk/index.php?option=com_content&view=article&id=157&Itemid=94

lunes, 30 de enero de 2012

Discurso de Stalin sobre el peligro derechista en el Partido bolchevique (cuarta y última parte)

      Como veis, ambos peligros, el de "izquierda" y el de derecha, ambas desviaciones respecto de la línea leninista, es decir, la desviación de derecha y la de "izquierda", llevan, aunque partiendo de diferentes extremos, al mismo resultado.

      ¿Cuál de estos peligros es el peor? Yo creo que ambos son peores.

      La diferencia entre esas dos desviaciones, desde el punto de vista de una lucha eficaz contra ellas, consiste en que el peligro de la desviación de "izquierda" es más claro para el Partido, en este momento, que el de la desviación de derecha. La circunstancia de que llevemos ya varios años luchando intensamente contra la desviación de "izquierda" no podía, naturalmente, pasar en vano para el Partido. Es evidente que, en los años de la lucha contra la desviación "izquierdista", contra  la desviación trotskista, el Partido ha aprendido mucho, y ya no es fácil engañarlo con frases "izquierdistas".

      Por lo que se refiere al peligro de derecha, que existía ya antes y que ahora se manifiesta más acusadamente a consecuencia de haberse fortalecido la fuerza ciega pequeñoburguesa debido a la crisis del año pasado en los acopios, yo creo que es menos claro para ciertos sectores de nuestro Partido. Por eso, la tarea consiste en acentuar la lucha contra la desviación de derecha sin atenuar ni un ápice la lucha contra el peligro "izquierdista", contra el peligro trotskista, y en tomar todas las medidas necesarias para conseguir que el peligro de esa desviación sea tan claro para el Partido como lo es el peligro trotskista.

      El problema de la desviación de derecha quizá no se plantearía ante nosotros con un carácter tan agudo como el que hoy presenta, si no estuviese relacionado con el problema de las dificultades de nuestro desarrollo. Pero el hecho es, precisamente, que la existencia de la desviación derechista complica las dificultades de nuestro desarrollo y frena su superación. Precisamente por eso, porque el peligro derechista entorpece la lucha para vencer estas dificultades, es por lo que el problema de eliminar ese peligro adquiere para nosotros particular importancia.

      Dos palabras sobre el carácter de nuestras dificultades. Conviene tener presente que nuestras dificultades no pueden de ningún modo ser consideradas dificultades debidas a una situación de estancamiento o de decadencia. Hay dificultades derivadas de la decadencia de la economía o de su estanca miento, en cuyo caso se hacen esfuerzos por conseguir que el estancamiento sea menos doloroso o la decadencia de la economía menos profunda. Nuestras dificultades no tienen nada de común con eso. El rasgo característico de nuestras dificultades consiste en que son dificultades de ascenso, dificultades de crecimiento. Cuando nosotros hablamos de dificultades, nos referimos, generalmente, al tanto por ciento en que debemos elevar nuestra industria, al tanto por ciento en que debemos aumentar la superficie de siembra, a la cantidad de puds en que hay que elevar la cosecha por hectárea, etc., etc. Y precisamente porque nuestras dificultades son dificultades ligadas al ascenso, y no dificultades originadas por la decadencia o el estancamiento, no representan para el Partido un gran peligro.

      Pero las dificultades son, con todo y con eso, dificultades. Y como para vencerlas hace falta poner en tensión todas las fuerzas, hacen falta firmeza y tenacidad, y no todos poseen estas cualidades en grado suficiente, tal vez por cansancio o por agotamiento o porque se prefiera una vida más tranquila, sin luchas ni zozobras, comienzan precisamente las vacilaciones y la indecisión, los virajes hacia la línea de menor resistencia; empieza a hablarse de la necesidad de atenuar el ritmo de desarrollo de la industria, de dar facilidades a los elementos capitalistas; se niegan los koljoses y los sovjoses y, en general, todo lo que se salga de la situación habitual y apacible del trabajo cotidiano.

      Pero no podremos avanzar si no vencemos las dificultades que se alzan ante nosotros. Y para vencer esas dificultades, lo primero que hace falta es acabar con el peligro de derecha, lo primero que hace falta es vencer a la desviación derechista, que frena la lucha contra las dificultades e intenta quebrantar la voluntad de nuestro Partido en la lucha por vencer esas dificultades.

      Me refiero, naturalmente, a la lucha real, y no a la lucha verbal, a la lucha sobre el papel contra la desviación de derecha. Hay en nuestro Partido gente dispuesta, para tranquilizar  su conciencia, a proclamar la lucha contra el peligro de derecha de manera parecida a la que emplean a veces los popes al cantar el "Aleluya, aleluya", pero que no toman ninguna medida práctica, absolutamente ninguna, para organizar sobre una base firme la lucha contra la desviación derechista y vencerla de hecho. Esa tendencia la llamamos nosotros transigencia con respecto a la desviación de derecha, francamente oportunista. No es difícil comprender que la lucha contra esta transigencia es inseparable de la lucha general contra la desviación derechista, contra el peligro de derecha, pues es imposible vencer la desviación derechista, la desviación oportunista, sin luchar sistemáticamente contra los transigentes, que dan amparo bajo sus alas a los oportunistas.

      La cuestión de los portadores de la desviación derechista tiene, indudablemente, interés, aunque no es lo que resuelve el problema. Tuvimos ocasión de tropezar con portadores del peligro derechista en las organizaciones de base de nuestro Partido el año pasado, durante la crisis en los acopios de cereales, cuando muchos comunistas de los subdistritos y de las aldeas se manifestaron contra la política del Partido, actuando en pro de la alianza con los kulaks. Como sabéis, esos elementos han sido expulsados de nuestro Partido esta primavera, cosa que se menciona especialmente en el conocido documento del C.C. de nuestro Partido, publicado en febrero de este año.

      Pero sería una equivocación decir que en el Partido no queda ya ninguno de esos elementos. Si subiéramos de la base a las organizaciones distritales y provinciales del Partido y escarbásemos a fondo en el aparato de los Soviets y de las cooperativas, podríamos descubrir también en ellos, sin gran esfuerzo, portadores del peligro derechista y de la transigencia con éste. Son conocidas las "cartas", "declaraciones" y otros documentos de varios funcionarios del aparato de nuestro Partido  y de los Soviets en los que se refleja de un modo muy concreto la inclinación hacia la desviación derechista. Como sabéis, a estas cartas y documentos se aludía en el acta taquigráfica del Pleno de julio del C.C.

      Si nos remontamos todavía más y planteamos la cuestión respecto a los miembros del C.C., habremos de reconocer que también en él hay elementos, aunque ciertamente muy insignificantes, de transigencia con el peligro de derecha. El acta taquigráfica del Pleno de julio del C.C. es una prueba palmaria de ello.

      ¿Y en el Buró Político? ¿Hay en el Buró Político alguna desviación? No, en nuestro Buró Político no hay derechistas, ni "izquierdistas", ni transigentes con unos ni con otros. Esto hay que decirlo aquí del modo más categórico. Ya es hora de acabar con los chismes difundidos por personas mal intencionadas para con el Partido y por los oposicionistas de toda clase, que dicen que en el Buró Político de nuestro C.C. existe una desviación derechista o una actitud transigente respecto a ella.

      ¿Se han producido vacilaciones y titubeos en la organización de Moscú o en su órgano dirigente, el Comité de Moscú? Sí, se han producido. Sería necio querer afirmar ahora que no se han dado titubeos y vacilaciones. El sincero discurso de Penkov es una prueba palmaria de ello. Penkov no es un hombre de última fila en la organización y en el Comité de Moscú. Y ya habéis escuchado cómo ha reconocido, abierta y francamente, sus errores en muchos e importantísimos problemas de la política de nuestro Partido. Eso no quiere decir, naturalmente, que todo el Comité de Moscú se haya dejado llevar por esas vacilaciones. Nada de eso. Documentos como el mensaje dirigido en octubre de este año por el Comité de Moscú a los afiliados de su organización demuestran de un modo indudable que el Comité de Moscú ha logrado sobreponerse a las va cilaciones de algunos de sus miembros. Y no dudo de que el núcleo dirigente del Comité de Moscú logrará corregir definitivamente la situación.

      Algunos camaradas están disgustados porque las organizaciones distritales del Partido han tomado cartas en el asunto planteando la necesidad de acabar con los errores y las vacilaciones de tales o cuales dirigentes de la organización de Moscú. No acierto a comprender las razones de ese disgusto. ¿Qué puede haber de malo en que los activos distritales de la organización de Moscú hayan hecho oír su voz, exigiendo la eliminación de los errores y las vacilaciones? ¿Acaso nuestro trabajo no transcurre bajo el signo de la autocrítica desde abajo? ¿Acaso no es un hecho que la autocrítica estimula la actividad de la base del Partido y de la masa proletaria en general? ¿Qué tiene, pues, de malo o de peligroso el que los activos distritales hayan estado a la altura de las circunstancias?

      ¿Ha procedido acertadamente el C.C. al intervenir en este asunto? Yo creo que el C.C. ha procedido acertadamente. Berzin estima que el C.C. procede con excesiva dureza, al plantear que se destituya a un dirigente de una organización de distrito, contra el que se manifestó su organización. Pero esto es completamente erróneo. Podría recordarle a Berzin algunos episodios de 1919 ó 1920, cuando ciertos miembros del C.C., que cometieron errores, no muy graves, a mi juicio, respecto a la línea del Partido, fueron ejemplarmente sancionados, a propuesta de Lenin; y, por cierto, uno de ellos fue destinado al Turkestán y otro estuvo a punto de ser expulsado del C.C.

      ¿Tenía razón Lenin, al proceder así? Yo creo que tenía toda la razón. La situación en el C.C. no era entonces la de hoy. La mitad del C.C. seguía a Trotski, y no existía una situación firme en el seno del propio C.C. Hoy, el C.C. procede de un modo incomparablemente más suave. ¿Por qué? ¿Acaso porque nosotros pretendamos ser más benignos que Lenin? No, no es por eso. Lo que ocurre es que hoy la situación del C.C. es más firme que entonces y esto le permite proceder con mayor suavidad.

      Tampoco tiene razón Sajarov al afirmar que el C.C. no tomó cartas en el asunto con la rapidez debida. Y no tiene razón, pues él ignora, al parecer, que, en rigor, el C.C. empezó a ocuparse del asunto en febrero de este año. Sajarov, si lo desea, puede convencerse de ello. Es cierto que la intervención del C.C. no dio inmediatamente resultados positivos. Pero sería peregrino echarle la culpa al C.C.    

      Conclusiones:

      1) el peligro derechista es un peligro grave para nuestro Partido, pues tiene sus raíces en la situación económico-social de nuestro país;

      2) el peligro de la desviación derechista lo agrava la existencia de dificultades que es imposible vencer si no se vence la desviación derechista y la transigencia con ella;

      3) en la organización de Moscú ha habido vacilaciones y titubeos, ha habido elementos de inestabilidad;

      4) el núcleo del Comité de Moscú, con la ayuda del C.C. y de los activos de las organizaciones de distrito, ha tomado todas las medidas necesarias para acabar con las vacilaciones;

      5) no puede caber duda de que el Comité de Moscú logrará sobreponerse a los errores que se han perfilado;

      6) la tarea consiste en acabar con la lucha interna, en fundir en un solo bloque la organización de Moscú y en llevar a cabo con éxito las nuevas elecciones de dirigentes de las células sobre la base de una amplia autocrítica.


domingo, 29 de enero de 2012

Discurso de Stalin sobre el peligro derechista en el Partido bolchevique (tercera parte)

      El comunismo es el Poder Soviético más la electrificación de todo el país. De lo contrario, el país seguiría siendo un país de pequeños campesinos, y es necesario que nos demos cuenta de ello con toda claridad. Somos más débiles que el capitalismo no sólo en escala mundial, sino también dentro del país. Eso es bien notorio. Nosotros lo hemos comprendido y haremos de manera que la base económica, constituida hoy por la pequeña producción campesina, pase a ser la gran industria.

      Y sólo cuando el país esté electrificado, cuando hayamos dado a la industria, a la agricultura y al transporte la base técnica de la gran industria moderna, sólo entonces venceremos definitivamente" (t. XXVI, págs. 46-47).

      Resulta, en primer lugar, que mientras vivamos en un país de pequeñas haciendas campesinas, mientras no hayamos extirpado las raíces del capitalismo, éste tendrá en nuestro país una base económica más sólida que el comunismo. A veces se derriba un árbol, pero no se extirpa sus raíces, por faltar las fuerzas para ello. De aquí, precisamente, dimana la posibilidad de la restauración del capitalismo en nuestro país.

      Resulta, en segundo lugar, que, además de la posibilidad de la restauración del capitalismo, existe también, en nuestro país, la posibilidad del triunfo del socialismo, ya que podemos destruir la posibilidad de restauración del capitalismo, podemos extirpar las raíces del capitalismo y conseguir el triunfo definitivo sobre éste en nuestro país si desplegamos una intensa labor de electrificación del país, si damos a la industria, a la agricultura y al transporte la base técnica de la gran industria moderna. De aquí, precisamente, dimana la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país.

      Resulta, por último, que no es posible edificar el socialismo sólo en la industria, dejando la agricultura a merced del desarrollo espontáneo, con el criterio de que el campo "seguirá por sí mismo" a la ciudad. La existencia de una industria socialista en la ciudad es un factor fundamental para la transformación socialista del campo. Pero eso aún no quiere decir que este factor sea del todo suficiente. Para que la ciudad socialista pueda llevar tras de sí definitivamente al campesinado, es necesario, como dice Lenin, "dar a la economía del país, comprendida la agricultura, una nueva base técnica, la base técnica de la gran producción moderna".

      ¿No se halla en contradicción con esta cita de Lenin otra cita tomada de sus obras, según la cual "la Nep nos asegura por completo la posibilidad de construir los cimientos de la economía socialista"? No; no hay tal contradicción. Lejos de ello, ambas citas coinciden por entero. Lenin no dice, ni mucho menos, que la Nep nos depare el socialismo ya hecho. Lo único que nos dice es que la Nep nos asegura la posibilidad de construir los cimientos de la economía socialista. Entre la posibilidad de llevar a cabo la edificación del socialismo y su construcción efectiva hay una gran diferencia. No hay que confundir la posibilidad con la realidad. Precisamente para convertir esta posibilidad en realidad es para lo que Lenin propone la electrificación del país y que se dé la base técnica de la gran industria moderna a la industria, a la agricultura y al transporte, como condición del triunfo definitivo del socialismo en nuestro país.

      Pero no es posible realizar en uno o dos años esta condición necesaria para llevar a cabo la edificación del socialismo. No es posible en uno o dos años industrializar el país, construir una potente industria, organizar en cooperativas a masas de millones de campesinos, dar una nueva base técnica a la agricultura, agrupar las haciendas campesinas individuales en grandes haciendas colectivas, desarrollar los sovjoses, limitar y vencer a los elementos capitalistas de la ciudad y del campo. Para esto hacen falta años y años de intensa labor constructiva de la dictadura del proletariado. Y mientras no se haga esto -- y no se hará de repente --, seguiremos siendo un país de pequeñas haciendas campesinas, en el que la pequeña producción engendrará capitalismo y burguesía constantemente y en masa y donde seguirá existiendo el peligro de restauración del capitalismo.

      Y como el proletariado de nuestro país no vive en el vacío, sino dentro de la vida más real y concreta, con toda su diversidad, los elementos burgueses, que surgen sobre la base de la pequeña producción "cercan al proletariado por todas partes de elemento pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo corrompen con él, provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilaciones entre la exaltación y el abatimiento" (Lenin, t. XXV, pág. 189) e infunden, de este modo, al proletariado y a su Partido ciertas vacilaciones, cierta indecisión.

      Ahí reside la raíz y la base de todo género de vacilaciones y desviaciones contra la línea leninista en las filas de nuestro Partido.

      Por eso no hay que considerar como un asunto baladí el problema de la desviación derechista o "izquierdista" dentro de nuestro Partido.

      ¿En qué consiste el peligro de la desviación de derecha, francamente oportunista, dentro de nuestro Partido? En que menosprecia la fuerza de nuestros enemigos, la fuerza del capitalismo, en que no ve el peligro de restauración del capitalismo, en que no comprende la mecánica de la lucha de clases en las condiciones de la dictadura del proletariado, por cuya razón hace con tanta facilidad concesiones al capitalismo, exigiendo que se amortigue el ritmo del desarrollo de nuestra industria, exigiendo que se den facilidades a los elementos capitalistas del campo y de la ciudad, exigiendo que se relegue a segundo plano el problema de los koljoses y de los sovjoses, exigiendo que se suavice el monopolio del comercio exterior, etc., etc.

      Es indudable que el triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido desencadenaría las fuerzas del capitalismo, minaría las posiciones revolucionarias del proletariado y aumentaría las probabilidades de restauración del capitalismo en nuestro país.

      ¿En qué consiste el peligro de la desviación "izquierdista " (trotskista) dentro de nuestro Partido? En que sobrestima la fuerza de nuestros enemigos, la fuerza del capitalismo, ve únicamente la posibilidad de restauración del capitalismo y no advierte la posibilidad de llevar a cabo la edificación del socialismo con las fuerzas de nuestro país, en que se deja llevar de la desesperación y se ve obligado a consolarse hablando de un supuesto termidorismo en nuestro Partido.

      De las palabras de Lenin cuando dice que, "mientras vivamos en un país de pequeñas haciendas campesinas, el capitalismo tendrá en Rusia una base económica más sólida que el comunismo", de estas palabras de Lenin, la desviación de "izquierda" saca la falsa conclusión de que en la U.R.S.S. es absolutamente imposible llevar a cabo la edificación del socialismo, de que no se conseguirá nada con los campesinos, de que la idea de la alianza de la clase obrera con los campesinos es una idea caduca, de que si no llega a tiempo en nuestra ayuda la revolución victoriosa en Occidente, la dictadura del proletariado en la U.R.S.S. deberá hundirse o degenerar, de que si no se acepta un plan fantástico de superindustrialización, aunque para realizarlo haya que romper con los campesinos, se tendrá que dar por fracasada la causa del socialismo en la U.R.S.S.

      De aquí el aventurerismo en la política de los desviacionistas de "izquierda". De aquí los saltos "sobrehumanos" en la política.

      Es indudable que el triunfo de la desviación de "izquierda" en nuestro Partido llevaría a que la clase obrera se alejase de su base campesina, a que la vanguardia de la clase obrera se alejase del resto de la masa obrera, lo que, a su vez, conduciría a la derrota del proletariado y facilitaría la restauración del capitalismo.

sábado, 28 de enero de 2012

Los espartaquistas, en la lucha contra la traición socialdemócrata en 1919

tomado de Socialismo Latinoamericano - Izquierda Nacional de Argentina (http://www.izquierdanacional.org/)


Rosa Luxemburgo y la insurrección de los espartaquistas

Osvaldo Calello

La revolución de noviembre de 1918 que derrumbó el imperio de Guillermo II, era para la Liga Espartaquista sólo un primer paso: reflejaba, antes que nada, la imposibilidad del viejo régimen imperial de sostenerse sobre sus pies luego de la derrota alemana en la primera guerra mundial. Sin embargo, dos meses después, Carlos Liebknecht, Rosa Luxemburgo y sus compañeros terminaron envueltos en una sangrienta lucha por el poder de trágico desenlace. 

El domingo 5 de enero de 1919 una multitud de alrededor de 200.000 trabajadores ocupó el centro Berlín convocados por la izquierda alemana, para repudiar la destitución del prefecto de policía, afín al movimiento revolucionario, y para exigir el desarme de las tropas contrarrevolucionarias y el armamento al proletariado. El lunes 6 las masas se volvieron a manifestar con la misma intensidad y determinación. El gobierno socialdemócrata había perdido el control de la situación, las tropas del ejército regular se dispersaban en contacto con la agitación revolucionaria y las fuerzas especiales, organizadas sobre la marcha, aún no estaban listas para iniciar la represión. Berlín estaba al alcance de los insurrectos. El Comité Revolucionario, organismo convocante a la movilización, tenía preparada una proclama en la que se definía en nuevos términos el vuelco que había experimentado la crisis:
“El gobierno de Ebert-Scheidemann se ha vuelto intolerable. El comité revolucionario firmante, representante de los obreros y soldados revolucionarios (partido socialdemócrata independiente y partido comunista) proclama su derogación.
“El comité revolucionario firmante asume provisionalmente las funciones gubernamentales”.
“¡Camaradas! ¡Trabajadores!
¡Cerrad filas alrededor de las decisiones del Comité revolucionario!
Firmado: Liebknecht, Lebedour, Scholze.
Sin embargo la proclama no llegó a distribuirse, y el paso de una gigantesca manifestación de protesta a la toma del poder nunca se produjo.

La manifestación del 5 de enero fue organizada como una gran concentración de protesta para frenar la ofensiva de gobierno socialdemócrata, encaminado a poner fin al período revolucionario y establecer el orden de la república burguesa. Un día antes la dirección del Partido Comunista (KPD), recién fundado por la Liga Espartaquista y las distintas fracciones integrantes de los “comunistas internacionalistas de Alemania”, habían discutido la situación y llegado a la conclusión de que debía evitarse toda consigna que llamase al derrocamiento del gobierno, pues en ese caso los trabajadores no podrían sostenerse en el poder por más de dos semanas. Rosa Luxemburgo estimaba que si bien la ocupación del poder en Berlín era posible, tal acto condenaría al aislamiento a los revolucionarios respecto al resto del país. Liebchknet también se inclinaba a pensar que los comunistas no estaban en condiciones de tomar por su cuenta tamaña iniciativa; sin embargo es posible que haya entendido que un gobierno encabezado por Ledebour del Partido Socialdemócrata Independiente, y apoyado por los delegados revolucionarios, podría correr mejor suerte. De todas formas esta alternativa no llegó a ser planteada en la dirección del KPD.

La decisión de la toma del poder fue adoptada por el Comité revolucionario en la noche del 5 de enero, tras haber llegado a la conclusión de que luego de la formidable demostración de masas que horas antes conmoviera la capital, y en presencia de un gobierno dispuesto a desmantelar las posiciones de la revolución, no era posible retroceder. Los delegados comunistas a ese comité (Liebknecht y Wilhelm Pieck) avanzaron en esa dirección al margen de la dirección del partido. Sin embargo Rosa Luxemburgo y el resto de los cuadros espartaquistas no los desautorizaron, y a pesar de estar en descuerdo y de tener plena conciencia de la gravedad de la decisión, se lanzaron de lleno al combate. El resultado fue la derrota, seguida de una brutal represión y asesinato de los principales jefes insurrectos, entre ellos Liebknech y Luxemburgo. El intento insurreccional no pasó de eso. Carentes de organización, sin un verdadero estado mayor revolucionario, librado a las acciones espontáneas de las masas, sin apoyo entre los marinos que iniciaron los levantamientos de noviembre y contando sólo con los reducidos destacamentos de los “soldados rojos”, el movimiento estaba condenado a la derrota. En julio de 1917, los bolcheviques en una situación similar, empeñaron todo su esfuerzo y su crédito en hacer retroceder a las masas, dispuestas a jugar su suerte a todo o nada, cuando aún no había llegado la hora de la insurrección. Pero para Liebknecht y Luxemburgo, a pesar de sus diferentes puntos de vista sobre la maduración de la crisis, esta alternativa estaba descartada. Tampoco los restantes integrantes de la dirección comunista estuvo en condiciones de adoptar otra actitud.

La conciencia trágica del espartaquismo


“Frente a la provocación violenta de los Ebert-Scheidemann los obreros revolucionarios estaban forzados a tomar las armas. Para la revolución era una cuestión de honor rechazar el ataque inmediatamente, con toda energía, si no se quería que la contra-revolución se envalentonase, si no se quería ver cuarteadas las filas del proletariado revolucionario y el crédito de la revolución alemana en el seno de la Internacional”, escribió Luxemburgo dos días antes de su detención y asesinato por las tropas del gobierno socialdemócrata. En ese mismo artículo, tras señalar que la dirección del movimiento insurreccional no había sabido cumplir con su papel, aseguró que “las masas han estado a la altura de su tarea. Han hecho de esta ´derrota´ un eslabón de la serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza de socialismo internacional. Por eso la victoria florecerá sobre esta derrota”. Por su parte Liebchknet, en su último artículo afirmó: “Sí. Los obreros revolucionarios de Berlín han sido derrotados. La historia así lo ha querido. Las circunstancias no habían madurado lo suficiente, y, sin embargo, la lucha era inevitable”.

La convicción de que aún las derrotas constituían acontecimientos históricamente necesarios en el camino de las masas, impulsó a los espartaquistas hasta el final cualquiera fueran sus consecuencias, y cuando todo estuvo perdido, a quedarse junto a los trabajadores vencidos y correr su misma suerte. Esa convicción procedía de una concepción de fondo que veía en la historia, con sus marchas y contramarchas, una suerte de encadenamiento ineluctable de grandes acontecimientos en avance hacia la liberación de la humanidad de todas las formas de explotación y desigualdad. Esa convicción asignaba, asimismo, al instinto de clase, un lugar privilegiado en el proceso de formación de la conciencia revolucionaria.

Los espartaquistas afirmaron sus posiciones, primero en el Partido Socialdemócrata y luego en el Partido Socialdemócrata Independiente, en oposición a un aparato altamente centralizado que dominaba y controlaba todos los aspecto de la vida partidaria. Sometieron a esa organización burocrática a la más feroz de las críticas, y fijaron en la espontaneidad de las masas el principio capital de la revolución. En 1906 Rosa Luxemburgo señaló que “seis meses de período revolucionario aportarán a las masas, actualmente desorganizadas, la educación que no han podido proporcionar diez años de reuniones parlamentarias”. En ese mismo trabajo anticipó que serían los sectores más atrasados, carentes de organización los que “de manera natural constituirán, durante la lucha, el elemento más radical, el más temible y no el remolque”. A diferencia de Lenin que veía en la espontaneidad la reproducción de las relaciones fundamentales de la sociedad burguesa y, por lo tanto, establecía en la diferenciación entre vanguardia y masa el principio central de la organización revolucionaria, Luxemburgo asignaba al componente espontáneo un papel fundamental. Desde su punto de vista la distinción entre sujeto político y sujeto teórico de la revolución, entre vanguardia y clase, no tenía el mismo significado que le asignaba Lenin, y así podía definir a la socialdemocracia como el movimiento de la clase obrera, y en otras ocasiones como la vanguardia de ese movimiento.

¿Qué concepción teórica subyacía debajo de esta suerte de indiferenciación? En La Acumulación del Capital, Luxemburgo formuló los lineamientos generales de la crisis capitalista, afirmando la imposibilidad de realizar la reproducción ampliada, en los límites de modo de producción correspondiente. La presencia, históricamente transitoria, de una periferia precapitalista era, según su interpretación, lo que compensaba las desproporciones inherentes al patrón de acumulación. Pero, precisamente, ese carácter históricamente transitorio, fijaba la crisis capitalista como horizonte de la lucha política. En consecuencia, es posible sostener que en Luxemburgo la idea de partido derivaba de la idea de la crisis. En la perspectiva luxemburguista, a medida que el desenvolvimiento del capitalismo polarizaba la estructura de clases y la formación social se identificaba cada vez más con el modo de producción, el proletariado espontáneamente tendía a la revolución. Este proceso llevaba a la desintegración de las capas intermedias y las empujaba al campo obrero, a la vez que obraba sobre la conciencia de los trabajadores, impulsándolos a asumir su papel de clase revolucionaria.

En base a estas ideas se organizó primero la Liga Espartaquista y luego el Partido Comunista. La estructura de este último reflejaba claramente la decisión de privilegiar el momento de la acción de masas por sobre el de la organización. De forma tal, el congreso fundacional de fines de diciembre de 1918 y comienzos de enero de 1919 otorgó amplia autonomía a las secciones locales, circunscribió la dirección nacional al papel de generalizar las experiencia y elaborar la línea teórica y política y, finalmente, dispuso que la prensa y la propaganda no estarían centralizadas. A partir de la primavera de 1917 el espartaquismo creció ininterrumpidamente, mientras simultáneamente se radicalizaba el movimiento de masas y aumentaba la desocupación. Una cantidad importante de los nuevos militantes que nutrieron sus filas eran jóvenes sin trabajo, una masa explosiva, difícil de organizar, dispuesta a la acción directa a la menor oportunidad. Eran quienes aplaudían cada intervención de Luxemburgo y Liebknecht en el congreso fundacional, pero que los dejaron en minoría cuando éstos plantearon la necesidad de intervenir en la Asamblea Constituyente.
Los acontecimientos de la “semana sangrienta” arrastraron a los espartaquistas a un enfrentamiento desigual. El ala radicalizada del movimiento de masas, sin organización y sin una dirección efectiva, chocó con el aparato de un Estado que aún estaba en pie, y era centralizado por la burguesía a través de un partido socialdemócrata que, a pesar de todo, conservaba arraigo en capas enteras de la clase obrera. El resultado fue la derrota de la revolución.

Rosa Luxemburgo fue detenida y asesinada el 15 de enero de 1919 y su cadáver arrojado a las aguas del canal apareció meses después. Uno o dos días antes de su muerte escribió: “La ausencia de dirección, la inexistencia de un centro encargado de organizar a la clase berlinesa deben terminar. Si la causa de la revolución debe progresar, si la victoria del proletariado y el socialismo deben ser algo más que un sueño, los obreros revolucionarios deben construir organismos dirigentes para conducir y utilizar la energía combativa de las masas”.

viernes, 27 de enero de 2012

93º aniversario de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht

traducido de The Espresso Stalinist: http://www.espressostalinist.wordpress.com/

original en inglés: http://espressostalinist.wordpress.com/2012/01/22/93-years-since-the-assassination-of-rosa-luxemburg-and-karl-liebknecht/


93 años desde los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht

15 de enero de 1919

Hoy la burguesía y los social-traidores están jubilosos en Berlín-lo consiguieron asesinando a Karl Liebknecht y Rosa Luxemnburgo. Ebert y Scheidemann, quienes durante cuatro años condujeron a los trabajadores a la masacre por el bien de la depredación, ahora han asumido el papel de carniceros de los líderes proletarios. El ejemplo de la revolución alemana demuestra que la ''demorcacia'' es sólo un camuflaje para el robo burgués y la violecia más salvaje.

¡Muerte a los carniceros!

— V.I. Lenin, Discurso en un Mítin en Protesta Tras los Asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo

Las anteriores líneas fueron escritas antes del brutal y cobarde asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo por el gobierno de Ebert y Scheidemann. Aquellos carniceros, en su servilismo a la burguesía, permitió a los guardias blancos alemanes, los perros guardianes de la sagrada propriedad capitalista, linchar a Rosa Luxemburgo, asesinar a Karl Liebknecht disparándole por la espalda con el pretexto evidentemente falso de que ''intentó escaparse'' (el zarismo ruso usó mucho esta excusa para asesinar prisioneros durante la sangrienta represión de la revolución de 1905). ¡Al mismo tiempo, aquellos carniceros protegieron a los guardias blancos con la autoridad del gobierno, que afirma ser bastante inocente y estar por encima de las clases! No hay palabras para describir el abobinable y asqueroso carácter de la carnicería perpretada por presuntos socialistas. Evidentemente, la historia ha escogido un camino en el que el papel de los ''lugartenientes obreros del clase capitalista'' debe ser jugado con el ''último grado'' de brutalidad, bajeza y mezquindad. Dejad a aquellos simplones, los Kautskianos, hablar en su periódico Freiheit sobre una ''corte'' de representantes de ''todos'' los partidos ''socialistas'' (¡aquellas almas serviles insisten en que los verdugos de Scheidemann son socialistas!). Aquellos héroes de la estupidez filistea y de la cobardía pequeño-burguesa, aún fallan en entender que las cortes son órganos del poder estatal, y que la cuestión de la lucha y la guerra civil que ahora se libra en Alemania es precisamente una de las cuales es mantener el poder—la burguesía, servida por los Scheidemanns como verdugos y instigadores de progromos, y por los Kautskianos como glorificadores de la ''democracia pura'', o el proletariado, que derrocará a los explotadores capitalistas y aplastará su resistencia . La sangre de los mejores representantes de la Internacional proletaria mundial, de los inolvidables líderes de la revolución socialista mundial, templará siempre nuevas masas de trabajadores para la lucha de vida o muerte. Y esta lucha nos conducirá a la victoria.

— V.I. Lenin, Carta a los Trabajadores de Europa y América

jueves, 26 de enero de 2012

Discurso de Stalin sobre el peligro derechista en el Partido bolchevique (segunda parte)

      La desviación derechista en el comunismo, bajo las condiciones del capitalismo, es la tendencia, la propensión de una parte de los comunistas -- sin forma definida aún, verdad es, y quizá inconsciente, pero propensión, a pesar de todo -- a apartarse de la línea revolucionaria del marxismo, inclinándose hacia la socialdemocracia.

      Cuando ciertos círculos comunistas niegan la oportunidad de la consigna de "clase contra clase" en la lucha electoral (en Francia) o se manifiestan contrarios a que el Partido Comunista presente una candidatura independiente (en Inglaterra) o no quiere agudizar el problema de la lucha contra la socialdemocracia de "izquierda" (en Alemania), etc., etc., eso significa que dentro de los Partidos Comunistas hay gente que pugna por adaptar el comunismo a la socialdemocracia.

      El triunfo de la desviación de derecha en los Partidos Comunistas de los países capitalistas supondría la derrota ideológica de los Partidos Comunistas y un fortalecimiento enorme de la socialdemocracia. ¿Y qué es un fortalecimiento enorme de la socialdemocracia? Es reforzar y robustecer el capitalismo, pues la socialdemocracia es el sostén fundamental del capitalismo dentro de la clase obrera.

      Por tanto, el triunfo de la desviación de derecha en los Partidos Comunistas de los países capitalistas conduce al desarrollo de las condiciones necesarias para el mantenimiento del capitalismo.

      La desviación de derecha en el comunismo, bajo las condiciones de desarrollo soviético, cuando el capitalismo ha sido ya derrocado, pero cuando todavía no han sido extirpadas sus raíces, significa la tendencia, la propensión de una parte de los comunistas -- sin forma definida aún, verdad es, y quizá  inconsciente, pero propensión, a pesar de todo -- a apartarse de la línea general de nuestro Partido, inclinándose hacia la ideología burguesa.

      Cuando algunos círculos de nuestros comunistas intentan hacer que nuestro Partido se aparte, marchando hacia atrás, de los acuerdos del XV Congreso y niegan la necesidad de la ofensiva contra los elementos capitalistas del campo; o exigen que se reduzca nuestra industria, por entender que el rápido ritmo de su desarrollo actual es ruinoso para nuestro país; o niegan la conveniencia de las asignaciones para la organización de koljoses y sovjoses, por creer que esto es dinero tirado a la calle; o niegan la conveniencia de la lucha contra el burocratismo sobre la base de la autocrítica, por entender que la autocrítica quebranta nuestro aparato; o exigen que se suavice el monopolio del comercio exterior, etc., etc., eso quiere decir que en las filas de nuestro Partido hay gente que -- quizá sin que ella misma se dé cuenta -- intenta adaptar nuestra edificación socialista a los gustos y a las necesidades de la burguesía "soviética".El triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido supondría un fortalecimiento enorme de los elementos capitalistas en nuestro país. ¿Y qué significa fortalecer los elementos capitalistas en nuestro país? Significa debilitar la dictadura del proletariado y acrecer las posibilidades de restauración del capitalismo.

      Por tanto, el triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido significaría el desarrollo de las condiciones necesarias para la restauración del capitalismo en nuestro país.

      ¿Existen en nuestro país, en el País Soviético, condiciones que hagan posible la restauración del capitalismo? Sí, existen. Tal vez eso parezca extraño, pero es un hecho, camaradas. Hemos derrocado el capitalismo, hemos implantado la dictadura del proletariado y desarrollamos a ritmo acelerado nuestra industria socialista, ligando a ella la economía campesina. Pero aún no hemos extirpado las raíces del capitalismo. ¿Dónde anidan esas raíces? Anidan en la producción mercantil, en la pequeña producción de la ciudad y, sobre todo, del campo.

      La fuerza del capitalismo reside, como dice Lenin, "en la fuerza de la pequeña producción. Porque, desgraciadamente, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña producción, y la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, espontáneamente y en masa" (v. t. XXV, pág. 173).

      Es evidente que como la pequeña producción tiene en nuestro país un carácter masivo y hasta predominante, y como engendra capitalismo y burguesía constantemente y en masa, sobre todo bajo las condiciones de la Nep, se dan en nuestro país condiciones que hacen posible la restauración del capitalismo.

      ¿Existen en nuestro país, en el País Soviético, los medios y las fuerzas necesarios para destruir, para eliminar la posibilidad de restauración del capitalismo? Sí, existen. Por eso, precisamente, es acertada la tesis de Lenin sobre la posibilidad de edificar en la U.R.S.S. la sociedad socialista completa.

      Para ello es necesario consolidar la dictadura del proletariado, fortalecer la alianza de la clase obrera y los campesinos, desarrollar nuestras posiciones dominantes desde el punto de vista de la industrialización del país, imprimir un ritmo rápido al desarrollo de la industria, electrificar el país, dar a toda nuestra economía nacional una nueva base técnica, organizar la cooperación en masa de los campesinos y elevar el rendimiento de sus haciendas, agrupar gradualmente las haciendas campesinas individuales en haciendas sociales y colectivas, desarrollar los sovjoses, limitar y vencer a los elementos capitalistas de la ciudad y del campo, etc., etc. He aquí lo que dice Lenin a propósito de esto:

      "Mientras vivamos en un país de pequeñas haciendas campesinas, el capitalismo tendrá en Rusia una base económica más sólida que el comunismo. Es necesario recordarlo. Todo el que observa atentamente la vida del campo, comparándola con la vida de la ciudad, sabe que no hemos extirpado las raíces del capitalismo, ni hemos eliminado el fundamento, la base del enemigo interior. Este se apoya en la pequeña hacienda, y para quebrantarlo no hay más que un medio: dar a la economía del país, comprendida la agricultura, una nueva base técnica, la base técnica de la gran producción moderna. Y esta base no puede ser más que una: la electricidad.

miércoles, 25 de enero de 2012

Discurso de Stalin sobre el peligro derechista en el Partido bolchevique (primera parte)

SOBRE EL PELIGRO DE DERECHA EN EL P.C.(b) DE LA U.R.S.S.

Discurso en el Pleno del Comité de Moscú y de la Comisión de Control de Moscú del P.C.(b) de la U.R.S.S.

19 de octubre de 1928.

      Creo, camaradas, que es necesario, ante todo, dejar a un lado las pequeñeces, las cuestiones personales, etc., para resolver el problema que nos interesa, que es el de la desviación de derecha.

      ¿Existe en nuestro Partido un peligro de derecha, un peligro oportunista? ¿Existen condiciones objetivas favorables para este peligro? ¿Cómo se debe luchar contra él? Esas son las cuestiones que hoy se nos plantean.

      Pero no resolveremos el problema de la desviación de derecha si no dejamos a un lado todas las pequeñeces y todos los elementos extraños que lo envuelven y nos impiden comprender su esencia.

      No tiene razón Zapolski cuando cree que el problema de la desviación de derecha es un problema accidental. Zapolski afirma que el problema todo no es una desviación de derecha, sino chismes, intrigas personales, etc. Admitamos por un instante que aquí, como en toda lucha, desempeñen cierto papel los chismes y las intrigas personales. Pero explicarlo todo  como efecto de chismes y no ver detrás de éstos el fondo del problema, es apartarse del camino acertado, del camino marxista.

      No es posible que una organización tan grande, tan vieja, tan unida como lo es, sin duda, la organización de Moscú, pueda verse sacudida de arriba abajo y puesta en movimiento por unos cuantos chismosos o intrigantes. No, camaradas, tales milagros no suelen darse bajo la capa del cielo.

      Y no hablo ya de que no se puede apreciar tan a la ligera la fuerza y el poder de la organización de Moscú. Es evidente que aquí han actuado causas más profundas, que no tienen nada que ver ni con los chismes ni con las intrigas.

      Tampoco tiene razón Fruntov, quien, aun reconociendo la existencia del peligro de derecha, no lo considera digno de que se ocupen a fondo de él gentes sensatas y serias. Según él, el problema de la desviación de derecha es un asunto propio de charlatanes y no de gente seria.

      Comprendo perfectamente a Fruntov, pues está tan absorbido por el trabajo práctico cotidiano, que no tiene tiempo de pararse a pensar en las perspectivas de nuestro desarrollo. Pero esto no quiere decir que debamos erigir en dogma de nuestro trabajo de edificación el practicismo estrecho de algunos militantes del Partido.

      El practicismo sano es buena cosa, pero si pierde de vista las perspectivas del trabajo y no supedita su labor a la línea fundamental del Partido, se convierte en un estorbo. Y sin embargo, no es difícil comprender que el problema de la desviación derechista es el problema de la línea fundamental de nuestro Partido, el problema de saber si es acertada o errónea la perspectiva de desarrollo trazada por nuestro Partido en su XV Congreso.

      Tampoco tienen razón los camaradas que, al enjuiciar el problema de la desviación de derecha, lo centran todo en la  cuestión de las personas que la encarnan. Señaladnos, dicen estos camaradas, a los derechistas o a los conciliadores, decidnos quiénes son, para que podamos ajustarles las cuentas.

      Este planteamiento del problema es equivocado. Naturalmente, las personas desempeñan cierto papel. Pero de lo que se trata aquí no es de las personas, sino de las condiciones, de la situación que engendra el peligro de derecha en el Partido.

      Se puede apartar a las personas, pero esto no quiere decir que, con ello, hayamos arrancado las raíces del peligro derechista en nuestro Partido. Por eso, la cuestión de las personas no resuelve el problema, aunque tiene un interés indudable.

      No puede por menos de recordarse, a propósito de esto, un episodio ocurrido en Odesa hacia fines de 1919 y comienzos de 1920, cuando nuestras tropas, después de arrojar a los denikinistas de Ucrania, estaban aniquilando a los últimos restos de las tropas de Denikin en la zona de Odesa.

      Una parte de los combatientes del Ejército Rojo se dedicaron a buscar en Odesa furiosamente a la Entente, convencidos de que, si daban con ella, se acabaría la guerra. (HiIaridad general.) Cabe suponer que los combatientes del Ejército Rojo podrían haber cazado en Odesa a algún representante de la Entente, pero con ello no se habría resuelto, claro está, el problema de la Entente, ya que las raíces de ésta no estaban en Odesa, aunque esa zona fuese el último territorio ocupado por las tropas de Denikin, sino en el capitalismo mundial.

      Lo mismo puede decirse de algunos de nuestros camaradas, que centran el problema de la desviación de derecha en las personas que encarnan esta desviación y olvidan las condiciones que la engendran.

      Por eso, lo primero que tenemos que esclarecer aquí son las condiciones que han originado la desviación de derecha, así  como la desviación de "izquierda" (trotskista) respecto de la línea leninista.